Bienvenido |
Abuelo |
Samarcanda |
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De todas las historias de la Historia, la más triste sin duda es la de Bienvenido Abuelo. Era barbero cuando le asesinaron. Sucumbió sin remedio. Tenía 32 años y un hijo de 2: mi padre.
Su único delito consistió en ser amigo del médico del pueblo: éste estorbaba a un rico para quedarse con su plaza. Les mataron a los dos, aprovechando que era agosto y estaba recién empezada la guerra.
Los campos que vieron morir a Bienvenido Abuelo…
Así desapareció ese pilar de mi base familiar, casi 30 años antes de que yo naciera. Durante mi infancia llegaron hasta mí infinitas y confusas noticias sobre Bienvenido Abuelo, casi ninguna esencialmente verdadera. En el colmo de la desesperación, Brígida Abuela se casó con el hermano del muerto[1] para salir adelante.
Ya puede imaginarse fácilmente el cuadro: de aquel matrimonio sin amor, a mi padre le salieron dos hermanastros. Entre ellos y un padrastro[2] violento, alcohólico y machista, hicieron de aquella casa un infierno cotidiano.
Bienvenido Abuelo, en el inicio del proyecto que iba a ser su vida, asesinado sin piedad por esa chusma mezquina e inhumana, que no sabe de sentimientos. Mucho menos conoce la empatía. Una morralla capaz de fabricar una joven viuda y un huérfano de dos años sólo por intereses de caciques. Gentuza con dinero que quiere conquistar el mundo a balazos, a falta de valores humanos.
¿Qué recuerdos podría tener yo de alguien sepultado doblemente por el tiempo? Sólo una intuición de rabia… por injusticias imposibles de comprender o compensar. Una frustración inmensa: si Dios no existe, la vida sólo será un infierno eternamente prolongado… en los infinitos besos que jamás llegarán a darte. Ese asesinato cotidiano que es la ausencia.
[1] La figura que antropológicamente clasificada se denomina levirato.