MARUJO

 

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Para ponerle rostro a un concepto, lo más adecuado sería elegir el de MARUJO. ¿Qué concepto? Destripaterrones. MARUJO es la demostración más palmaria de que el sistema universitario no funciona. Si un incompetente como éste puede llegar a ser titular de un Departamento de Antropología, resulta evidente la necesidad de revisarlo todo. La existencia de su caso invalida siglos enteros de trayectoria universitaria.

Por si esto fuera poco, mi último año en la Facultad de Derecho había contado con la impagable presencia de su hermano. Otro impresentable análogo, pero en el ámbito jurídico. Demasiada casualidad para no rastrear causalidades, ¿no?

Pero MARUJO no sólo era incapaz. Además poseía la soberbia de pretender que el mundo se hiciera a medida de su incompetencia. Descalificaba con rastreros argumentos viscerales al personal más competente que él[1], mientras por su rostro desfilaba un imparable rictus de asco. “A algunos se les va a atragantar el chorizo que han comido en mi casa” –ladró esta frase una vez MARUJO en plena clase. Lógicamente, a mí me impresionó por pertenecer a un ámbito tan barriobajero… yo lo suponía la antítesis de la Facultad.

¿Y se suponía que este hombre era el guardián de la sabiduría antropológica para la posteridad? Apaga y vámonos. No dejaba ganas de soluciones alternativas. Cuanto más hablaba e iba trasluciendo su personalidad… más necesaria parecía la llegada de un ángel justiciero. Alguien que hiciera desaparecer aquella alimaña, incompatible con la filosofía y que se había enquistado allí como un tumor.

Durante algún tiempo pareció que dicho ángel podía llegar en forma de Evaluación del profesorado, propuesta directamente por ESPERA contra MARUJO. Había infinidad de argumentos que lo avalaban, incluida una encuesta anónima entre sus alumnos. MARUJO juró vengarse con un suspenso general contra quien no se desdijera por escrito del resultado de la misma, porque el resultado de dicha encuesta había sido demoledor.

Pero por eso de las barbas del vecino… y gracias a un complot que escondía la escasa autoestima del estamento docente universitario, aquello jamás llegó a conseguirse. Otro ejemplo para la Historia de cómo los intereses particulares, egoístas y corporativos primaron sobre la justicia académica.

Deleznable. Tras eso sólo nos quedó la solución de la diplomacia, del proverbio chino: esperar que el cadáver de los cursos impartidos por MARUJO acabara pasando ante la puerta como un aprobado. Lo demás eran quimeras.

Hasta tal punto estaba deformada su visión de la realidad que MARUJO se consideraba a sí mismo como alguien no sólo competente… ¡también cercano a los alumnos! Para demostrárselo a sí mismo y a la concurrencia, cada año organizaba una excursión a Los ancestros, en Mûynoq, con pretendidas intenciones antropológicas. Para MARUJO comer empanada en medio del campo… era la cúspide de la Antropología. ¿Qué decir sobre semejante espécimen? No pena ni asco: todo al mismo tiempo.




[1] Prácticamente todos los docentes.

 

 

Sonido

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