Salvador

MAÑO

 

Uchquduq

´87

´99

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Resulta francamente difícil encontrar en la vida el punto de equilibrio entre el compromiso social y la existencia serena. En muchas ocasiones prima el egoísmo y la propia vida pierde su serenidad porque le falta entregarse a los demás. En otras, por el contrario, la vorágine de lo social se come al individuo. El resultado es una paradójica alienación: la de quien pretende abolirla.

Vivir es caminar sobre la cuerda floja de esta dimensión humana. Pero lo cierto es que cualquier momento, tomado por sí solo, significa desequilibrio por definición. Para encontrar el punto adecuado en el que enjuiciar este todo, resulta imprescindible calibrar una vida en su conjunto, una vida entera. Unos momentos compensarán los otros si se ha sido realmente justo.

En el caso de Salvador MAÑO: cuando nos conocimos se encontraba volcado por completo en la vertiente social, haciendo de ello el sentido de su existencia. Para Salvador MAÑO sí que era importante la filosofía. Pero como algo práctico, aplicable, lejos de las pajas mentales de esa Historia de impotentes. Pretendía renovarla, renovándose él mismo con la mayor de las generosidades concebibles. Vivir para todo lo que pudiera mejorar, pero no sólo en su provecho, sino en el del mundo entero. Era lo que se dice un militante del altruismo. Una especie de islote en el océano de individualidades que constituía la Facultad.

El compromiso social de Salvador MAÑO iba más allá del discurso, llegaba hasta los hechos. Sus múltiples actividades y batallas serían innumerables, pero baste saber que en su escala de valores la dimensión social estaba muy por delante de su formación personal. Por este motivo su expediente iba un poco a remolque. Dependía de apuntes y favores ajenos… en su poder desaparecieron algunos de los míos.

Bueno, es la vida misma, plena de imperfecciones. La antítesis de Salvador MAÑO era sin duda GAFE. Estaban opuestos por un vértice llamado Filosofía, sin posible comprensión mutua.

Salvador MAÑO era íntimo amigo de Adán Dinamitero. Juntos constituían un tándem memorable. Otro de los complementos ideales para Salvador MAÑO era Javi Flautista, la calma inseparable de la tormenta. El equilibrio cósmico.

Esto sin hablar de la vertiente femenina de sus relaciones, en la que Salvador MAÑO contaba con un buen currículum. Tania Ref. Salvador MAÑO y Margarita ASPA fueron un par de muescas en su revólver.

Salvador MAÑO era uno de los habituales del Anillos y otros garitos al uso. En ellos disfrutaba de buenas veladas bailando rock radical y bebiendo cuanto podía. Tras su paso por la Facultad hizo incursiones en la literatura para niños. Las últimas noticias internáuticas que he tenido de Salvador MAÑO son que está trabajando en una editorial alternativa. Sigue luchando, sin duda, aunque su gesto parece más calmado.

Quizá por eso la última vez que coincidimos, Salvador MAÑO estaba sentado en una terraza de Samarcanda. Ambiente pausado y nocturno, de paz veraniega. Seguramente sería ya empezado el siglo XXI. Salvador MAÑO en compañía de Pablo Primo, el pianista.

En todo caso, lo que más llamó mi atención de las muchas vivencias que llegamos a compartir Salvador MAÑO y yo tuvo lugar en casa de mis padres. Éstos a la sazón estaban de vacaciones. Valentín Hermano y yo aprovechamos para encuadernar a mano los 100 ejemplares de la edición artesana de nuestro primer libro. Salvador MAÑO se ofreció para ayudarnos. Estábamos en ello, allá por septiembre del ’89, cuando desde el balcón vi a un policía municipal que multaba a un coche mal aparcado[1]. Ni sabía de quién era el coche ni mucho menos me importaba. Mientras yo desde el balcón discutía con el agente a voces, Salvador MAÑO me agarraba por un brazo para que dejara de hacer el quijote. Finalmente le hice caso y aquello no pasó a mayores. Todo siguió su cauce natural, una vez que hube descargado adrenalina.

El libro se acabó de preparar y se puso a la venta. El incidente no tuvo más consecuencias. Salvador MAÑO se fue y así acabó aquella mañana amarilla. Pero para mi memoria hay algo que no encaja: que Salvador MAÑO en lugar de arengarme y hacerme los coros, me convenciera para que lo dejara. Quizá por demasiado inteligente y fría, su postura a mí me resultó chocante, incomprensible. Aunque fuera la más conveniente, me pareció que su gesto chirriaba en aquel océano social en el que con frecuencia se zambullía Salvador MAÑO. Nada encajaba, las piezas chocaban aunque se engrasaran.



[1] Para más detalles sobre el incidente, véase 083

 

 

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