Bego
Ópera   Samarcanda ´93 ´99 738
             

 

Parecía mentira a primera vista, porque aquella chica de cabeza enorme, pelirroja y algo basta aunque simpática y amable, no respondía al perfil que uno se imagina de una cantante de ópera. Sin embargo compaginaba sus estudios (de Filología inglesa o alemana, creo recordar) con los ensayos propios de quien se dedica –o proyecta hacerlo en el futuro- a la ópera, con todo lo que eso significa de moverse en un mundo tan elitista en muchos sentidos.

Bego Ópera era uno de los infinitos contactos femeninos de Valentín Hermano, con lo que suponía eso: cuando te presentaba a una de ellas, actuaba como si fueran compañeros sexuales extemporáneamente, pero sin decirlo de manera explícita; quizás algún comentario de ese tipo, pero cuando ellas no estaban presentes. Y Bego Ópera no era una excepción en cuanto a complicidad en el equívoco: supongo que a ella le halagaba el hecho de dejar el asunto en entredicho, esto también formaba parte del juego psicológico.

Durante alguna de las ocasiones en las que estuve en casa de Bego Ópera, ella amablemente hizo un café o una infusión, porque recuerdo haber charlado con ella de asuntos inciertos, genéricos, abstractos… pero ¿de qué puede hablarse con una cantante de ópera? Si alguien lo sabe, que me lo explique. Me limité a contarle alguna anécdota de La tapadera o del Idiota, que eran mis desvelos de la época: nada trascendente, buscando la vertiente humorística.

Ni como persona me pareció muy interesante (aunque sí intrigante, porque jamás he conocido a nadie que cante ópera) ni como mujer me resultaba atractiva, así que el asunto jamás tuvo mayor trascendencia.

Una de sus principales preocupaciones era la mascota que había en su domicilio, aquel piso compartido con otra chica estudiante, tan impersonal como desapercibida… la chica. En cuanto a la mascota, se trataba de un conejillo de indias que la traía por la calle de la amargura: se rascaba tanto que se había erosionado la piel, hasta el punto de agujereársela a la altura del cuello con la consiguiente infección de la herida. Por este motivo el veterinario le había puesto uno de esos collares cónicos transparentes, que parecen un embudo. Pero ni así conseguían dominar al bicho, que se rebelaba y continuaba poniendo en peligro su salud.

Ni entonces ni ahora me cabía la menor duda del simbolismo del asunto respecto a la vida de Bego Ópera, aunque no podría yo explicar qué papel desempeñaba cada elemento en aquel teatro.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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