Dámaso
Filosofía   Samarcanda ´94 ´97 776
             

 

Indiscutiblemente Dámaso Filosofía era un chico muy válido: pertenecía a una de las promociones posteriores a la mía en aquella Facultad de Filosofía de la UdeS. Yo le conocía principalmente por otro motivo, al menos al principio: era el hermano de Álvaro, uno de los míticos amigos de Vicente GAMA durante aquellos años cruciales en mi existencia.

Dámaso Filosofía venía a ser la continuación o el complemento de su hermano Álvaro Filología, pues si éste había estudiado Filología, ahora venía Dámaso Filosofía para acabar de pergeñar aquella tarta incólume para mayor gloria de la sabiduría humana. Sólo que la manera de hacer Filosofía de Dámaso Filosofía (o de vivir, que viene a ser lo mismo en determinados ámbitos del conocimiento) resultaba un poco aséptica; al menos me lo parecía a mí así desde mi ignorancia o falta de elementos de juicio, de datos.

Dámaso Filosofía parecía observarte, más que relacionarse contigo: tenía una manera de mirarte que se hubiera dicho de entomólogo… como si estuviera estudiando un bicho raro para sacar conclusiones posteriormente en la soledad de su laboratorio. A mí Dámaso Filosofía me producía un poco de lástima, sobre todo por lo que se perdía… pero también por la mirada de suficiencia que se le escapaba entre las rendijas de los minúsculos ojillos, casi salpicada por el aire de superioridad que solía traslucirse desde sus palabras.

Desde luego, capacidad de síntesis no debía de faltarle a Dámaso Filosofía, a la vista de la ingente cantidad de publicaciones que trufaban su currículum vitae (o ridículum mortis, como prefieren decir algunos), a las cuales no he osado acercarme por si me produjeran algún tipo de sarpullido o prurito intelectuales: soy propenso a sufrir semejante dolencia cuando se trata de la Filosofía. Lo cierto es que Dámaso Filosofía progresaba adecuadamente en lo referente a su capacidad de sobrevivir en el mundo de la Filosofía, algo que no deja de ser meritorio en extremo, sin duda alguna.

Pero tras aquella mirada que parecía de cartón-piedra no había ironía, sarcasmo o ridiculización del interlocutor. La impresión que a mí me producía Dámaso Filosofía era la de alguien sin alma: un desalmado que había conseguido camuflarse entre los intelectuales gracias a la táctica del camaleón, tan militar en su gama de verdes y caquis.

Ya podían hablarme bien de él: el propio Lucas Marcos PÁGINA lo hacía con frecuencia. Ambos eran compañeros de clase entre sí y en principio Lucas Marcos PÁGINA le conocía mucho mejor que yo; pero a mí no me la colaba Dámaso Filosofía, aunque consiguiera hacerlo con él, quien le defendía sin cortapisas, ni que le quedase la menor duda.

Con el tiempo Dámaso Filosofía trepó hasta lo alto de aquel árbol inmenso que era la Facultad de Filosofía, pero sin duda lo consiguió yéndose por las ramas. Puede que justificara de mil maneras científicas su valía intelectual, que argumentara innúmera bibliografía para apuntalar aquel castillo de naipes… pero tras todo aquel andamiaje, al igual que tras su mirada, no había nada de vida.

Dámaso Filosofía era el típico ejemplo de cómo se puede ascender en el círculo elitista de la Filosofía como disciplina del saber sin tener de la Filosofía como vida nada en la trastienda. Opuestamente a lo que se conoce como “el arte de vivir”, Dámaso Filosofía ejemplificaría algo así como “la farsa de pensar”. Mil ensayos por escrito sin un ápice de vida… ¿acaso es esto la Filosofía?

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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