Álvaro
Filología   Samarcanda ´83 ´87 728
             

 

Resulta tarea tan ingrata como incomprendida ser una joven promesa: que se lo digan a Álvaro Filología, que allá por el ’82 consiguió una mención especial del Ministerio de Cultura por presentar un cuento tan novedoso como de calidad, titulado: “A Laura, por los libros espersionistas” (el neologismo era una mezcla de las palabras esperpénticos e impresionistas, lo que ya da una idea aproximada del alcance rupturista de su prosa). Aquel cuento me impresionó muy positivamente, me parecía de una calidad inalcanzable y creo que aún lo conservo entre mis papelotes: si consiguiera encontrarlo, volvería a leerlo con infinito placer y la seguridad de que no me defraudará, sin duda alguna. Pero no lo transcribiré aquí por respeto a la autoría, aunque para Álvaro Filología era simplemente un ejercicio realizado mientras se formaba como filólogo clásico; algo cuya necesidad le parecía indiscutible para tener un conocimiento básico con el que dar rienda suelta a su creatividad. Optimizar sus recursos desde un trampolín académico, algo sin duda acertado desde mi punto de vista.

Pero claro: durante el proceso de aprendizaje, Álvaro Filología descubrió lo ingente e inabarcable de los clásicos, si es que no lo sabía ya previamente… algo que debió de hacerle dudar de su propia capacidad de innovación, motivo por el cual seguramente tras aquella su incursión realizada en el ágora literaria, no he vuelto a tener noticias de su obra.

Bueno, simultáneamente con el asunto de la prosa, Vicente GAMA me presto un poemario también de la autoría de Álvaro Filología: lo recuerdo perfectamente, Vicente GAMA y yo cursábamos ambos el primer curso de Derecho y me lo llevó a clase un día… lo leí con atención y me produjo una sensación extraña: me provocó carcajadas imposibles de contener. Pero no por ridículo o falto de calidad; simplemente me resultaba hilarante aquella forma de jugar con el lenguaje: tan irreverente como desconocida para mí, pero consiguiendo a la vez unas imágenes que me parecían envidiables… pero me suponía un terremoto tal de mi concepción del lenguaje que no podía contener la risa.

Sin duda Álvaro Filología contribuyó con ello a un aprendizaje que para mí resultó tan aleccionador como infinito: me presentó ante los ojos una forma de utilizar el lenguaje, un mecanismo que iba mucho más allá de lo concreto. Mi risa procedía, sin lugar a dudas, de la visión de futuro que se presentaba ante mi cerebro, recién ventilado por aquella apertura de ventanas. Intuí ante mis ojos poéticos el abismo que se abría; lejos del miedo a la caída libre desde mi interior, aquella risa eran las alas de mi espíritu.

No sé qué le depararía el futuro a Álvaro Filología, que mientras estudiaba colaboró innumerables veces con la revista literaria de la Facultad de Filología. Es más que probable que su calmado espíritu y la dulce mirada comprensiva de sus ojos encontraran acomodo en aquella misma Facultad y a día de hoy sea catedrático; de alguna manera el sistema tiende a la integración, devorar a los elementos con tanto valor como el de Álvaro Filología: más que nada, para perpetuarse como tal.

Con esto no quiero restarle valor a Álvaro Filología y sus obras, ni mucho menos… no cualquiera puede integrarse adecuadamente en un esquema que requiere de una calidad excepcional para admitir a alguien en su seno. Pero sin duda el resultado es una forma de domesticación, porque Álvaro Filología pasó a formar parte de la perpetuación de la especie. La otra posibilidad existencial que se le ofrecía era la de ser un maldito, un bala perdida: inclasificable como yo mismo. Pero seguro que no se dejaron escapar su calidad, que no podía pasar desapercibida.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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