Joel

AFAMADO

 

Chimbay

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La presencia de Joel AFAMADO era un redoble de tambor fuera de hora. Una llamada de atención enviada desde algún rincón del Cosmos, que se presentara como personificando la voz de la propia conciencia… Perdida entre geografías sin Norte, entre estridencias.

Joel AFAMADO se pensaba persona, luchaba por dejar constancia en el Universo de su singularidad. Tal como suele pasarles a todos los mortales a su edad, los veinte añitos… la confundía con excepcionalidad.

Y es que Joel AFAMADO estaba lleno de sí mismo. Se le escapaba su yo por los poros. Rebosante, como si quisiera conquistar el planeta entero… o más. Como si él tuviera algo con lo que colonizar la geografía mental de los demás.

Joel AFAMADO era el ejemplo diáfano del error en los planes de estudios, porque si la Secundaria pretendía[1] que al final de esa etapa el individuo tuviera “una visión ajustada de sí mismo”[2]Joel AFAMADO estaba totalmente desajustado.

Quizás no fuera culpable el plan de estudios, sino un hogar que confundía tolerancia con permisividad. O un entorno social tan mediocre que Joel AFAMADO creía despuntar en él. Lo cierto es que la ley educativa no llegó a detectar semejante entuerto. Si lo hizo, fue incapaz de corregirlo y/o enmendarlo, reconducirlo…

El resultado: para el año ’98 Joel AFAMADO era al mismo tiempo un estudiante de Periodismo[3] y Filosofía[4], pertrechado con infinitos mecanismos psicológicos tras los que se parapetaba para no ver la realidad.

Peor aún. Le hacían creer que la realidad era eso que él percibía. Como si una mente cual la suya, inflada de ego y distorsionada por los efectos casi permanentes de la marihuana, lo permitiera.

Joel AFAMADO era un elemento que por miedo a la mediocridad había construido a su alrededor una inmensa infraestructura de cartón-piedra. Una película en la que él siempre era protagonista. Así, desde esa perspectiva sus conocimientos pedían a gritos ser el centro del mundo. A pesar de que objetivamente eran discretos, modestos y sesgados. Reclamaban el lugar que creía de su propiedad en la realidad constante.

Joel AFAMADO se creía una suerte de Midas en versión conocimiento. Si él lo había pensado, ya era oro. Daba igual el contenido de ese pensamiento, el posible contraste con otras opiniones o cualquier diálogo que cuestionara su posible validez. Joel AFAMADO era un axioma con patas, o lo que es lo mismo: la prosopopeya de una presunción. Aquélla que le colocaba en la cumbre.

En otras palabras, Joel AFAMADO era un tipo inversamente proporcional. Cuanto más grande se creía, más pobrecito resultaba. Y eran tan inmensas sus ínfulas, tan grandes sus aspiraciones… que era un absoluto enano megalomaníaco. Un microbio metafísico.

Cualquier signo en contra que proviniera de algún elemento de la realidad circundante, era resuelto por su parte en la convicción de que todo el mundo[5] podía estar equivocado.

Conversaciones para intercambiar ideas tuvimos muchas… pero casi siempre se trataba de un diálogo de sordos. Alardeaba de un compromiso social que se reducía al discursito y las flamenco-jam-sessions con sus amigos de las minorías étnicas. Joel AFAMADO se quería tanto a sí mismo que a los demás nos trataba con desdén. Como si el hecho de soportarle sus salidas de tono fuera un favor que nos hacía. Así algún día podríamos contar que habíamos estado en su órbita[6].

Sacar a Joel AFAMADO de esa dinámica era poco menos que imposible. Estaba blindado en sí mismo.

Participó con fuerza desigual en el Idiota y La Tapadera. Pero dejando siempre claro que él era la élite y los demás meros comparsas, por descontado. El halo de malditismo que revestía a Joel AFAMADO se debía sin duda a que en general los genios son incomprendidos en su tiempo. Puesto que él se sentía incomprendido, el silogismo[7] le convertía en genio por ese mero hecho. Así de simple. Ni necios ni conjura.

Al estilo de Valle-Inclán, pero salvando las abismales distancias. Para Joel AFAMADO el mundo se dividía en dos grandes grupos: Joel AFAMADO y todos los demás. Le daba igual que el mundo se empecinara en demostrarle sus equivocaciones. Para la miope visión de Joel AFAMADO eso sólo demostraba lo equivocado del mundo.

Yo llevaba un par de años sin fumar. Una noche, tomando una cerveza con Joel AFAMADO en el Anillos, se propuso hacerme recaer en el vicio… así que me ofreció tabaco. Aquel cigarrillo no sólo me supo a gloria (la que me espera), también traía sabor a libertad y adolescencia (las que se fueron, de las que Joel AFAMADO era el relevo).

Otra noche en la que Joel AFAMADO se encontraba bajo los efectos de hierbas y/o psicotrópicos[8] hicimos una apuesta. Perdió un libro de Yeats, pero ni aún así cayó en la cuenta de su lugar disonante en el Cosmos. ¿Acaso podría saber él mejor que yo cómo se titulaba mi novela?

Con toda seguridad Joel AFAMADO pensaba que yo estaba en su círculo de cercanía porque pretendía conseguir algo de él… pero lo cierto es que únicamente la misericordia era lo que me movía a soportarle.

Con la esperanza de que cualquier día se le hiciera la luz o con la intención de acercarle a la realidad, de que aprendiera a contemplar el espejo. También por eso le dimos la posibilidad de compartir el piso en el que yo vivía, en Conde Drácula[9]… Pero la experiencia fue nefasta.

Desde el punto de vista de Joel AFAMADO, quienes compartíamos su espacio vital debíamos soportar su “singularidad” totalmente insolidaria. Camisetas en remojo en el bidet, falta de higiene comunitaria, desparrames imprevisibles y una neblina tóxica. Cuanto le acompañaba en lo que para él significaba una vida excepcional, veladas geniales. La realidad era mucho más prosaica. Simplemente una sesión tras otra de intoxicaciones: etílica y marihuanera.

Incapaz de la convivencia, los demás no se plegaban a su natural superioridad… Muy genial todo, claro, pero finalmente el asunto acabó mal. Los pobres mortales nos conjuramos contra Joel AFAMADO, nos negamos a seguir soportando sus manías incompatibles con la convivencia. Tras algún ultimátum al que hizo oídos sordos… en la autoconfianza ciega de que no ocurriría. Ante su falta de respuesta, decidimos echarle del piso.

Allí terminaron las buenas relaciones. Toda posibilidad de colaboración artística entre nosotros[10] y cualquier comprensión intergeneracional. En la memoria me queda la imagen de un Joel AFAMADO en el patio de luces de Conde Drácula. Repleto de vegetación salvaje: buscando ratas o trastos.

Punto final para un desencuentro. El de Joel AFAMADO consigo mismo, incluso girando el espejo para no verse. Los demás no llegamos a enterarnos jamás, claro, de que Joel AFAMADO era poco menos que un Cristo redivivo, llegando al planeta para abrirle los ojos a la Humanidad entera.

Un improvisado encuentro en La Tapadera había puesto frente a frente al gran Joel AFAMADO y a José César Desfalquen. Fue mejor que cualquier mitin político o tertulia de los medios. El pragmatismo de José César Desfalquen frente al idealismo pretendidamente liberador de Joel AFAMADO. Un combate de altura, una sesión inolvidable de realidad, mano a mano.

Finalmente Joel AFAMADO se perdió en la noche. Entre risas flojas y cervezas en el Orfebrería

La última vez que le vi fue en la televisión. Finalmente se salió con la suya, ganó fama e inmortalidad[11] limpiando chapapote todo vestidito de blanco. Dando lecciones a la audiencia de cómo es en realidad el mundo ¡que no nos enteramos!




[1] Como en efecto declaraba entre sus principios.

[3] En la Universidad Fanática.

[4] En la UdeS.

[5] Excepto Joel AFAMADO, claro.

[6] Como si eso fuera realmente tan excelso como él creía.

[7] La llamada “falacia del Modus Tollens” en Lógica clásica.

[8] Como casi siempre: en casa le apodábamos Joel “el cogollos”.

[9] A la sazón era cuartel general de todos mis proyectos, además de estar compartido por mis socios.

[10] Se nos quedó a medio hacer un proyecto común, al alimón, denominado Misa sunt(u)os(a).

[11] Aunque sólo fuera el cuarto de hora preconizado por Andy Warhol.

 

 

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