Live Rammstein

Pub

Samarcanda

´87

´89

190

             

 

Finales de los ’80… Con ese espíritu conquistador, además de pretendidamente incontestable y superior que suele caracterizar a las mentalidades que habitan la Facultad de Bellas Artes, nació aquel rincón. Era un guiño para todos aquellos que estuvieran iniciados en el mundillo.

Porque el Live Rammstein no escondía[1] el hecho de ser el centro del mundo. Desde su decoración ya se definía como un local elitista. Sólo así alguien podía permanecer allí dentro, bebiendo copas y escuchando música… lo de hablar era una quimera, una mera ilusión auditiva.

La iluminación ya era estridente. Luces indirectas rojas, blancas, verdes, amarillas… Complicidad con el fauvismo gracias a un primer golpe de vista. Aquella luz compensaba el gris dominante, que aunque aparentemente insinuante, con intenciones provocadoras… se quedaba en algo puramente lúgubre.

Para terminar de compensar el conjunto, había esculturas repartidas por el local. Figuras antropomorfas que parecían alienígenas invadiendo la noche. Humanoides que pretendían ser embajadores de la documenta de Kassel[2] pero se quedaban sólo en espantajos propios de una feria tan pobre como ARCO[3]. Si a todo lo anterior añadimos que los camareros eran ostensiblemente homosexuales, la visión de conjunto del Live Rammstein se nos presenta mentalmente bastante ajustada a la realidad.

En otras palabras, entrar en aquel bar era casi una declaración de principios… de que estabas en aquel rollo, aquel mundillo en el que la relatividad se ha convertido en absoluta[4]. Dentro del Live Rammstein como local se respiraba esto[5]. Una supuesta tolerancia que acaba siendo coladero de gañanes, refugio para impresentables que han decidido ponerse el disfraz de artistillas. Algo tan fácil como convertir la egolatría en una virtud más allá de toda crítica, tras el burladero de la relatividad.

Quienes habían montado el Live Rammstein eran plenamente conscientes de todo esto, hasta el punto de hacer ostentación de sus defectos humanos y estéticos. Como si la posmodernidad los trocara así, por arte de birlibirloque, en virtudes. Gracias al mero hecho del descaro.

Supongo que entre sus cálculos no entraba ser un lugar en el que pudiera sentirse a gusto cualquiera. El Live Rammstein estaba dirigido a un público muy concreto, pero que les parecía suficiente en cantidad… el de los estudiantes de Bellas Artes y sus países satélites[6]. Sólo que semejante endogamia suponía rechazo para el resto de los colectivos que van a los bares. Desde fuera el Live Rammstein se veía como un bar para artistas… pero desde dentro los artistas se acababan aburriendo de ombligos ajenos, a pesar de que cada uno enseñaba el suyo con inusitado placer.

Para un genio, como creían serlo un@ por un@ tod@s ell@s, nada más deprimente que rodearse de genialidades alternativas, que lo acaban empequeñeciendo. Para despuntar, un genio[7] lo que necesita es rodearse de mediocres que le aclamen. Que además le recuerden constantemente, de manera más o menos explícita, esa genialidad que le ha tocado en suerte.

En el Live Rammstein el genio no encontraba esto, sino competidores. Generalmente de la misma altura[8], pero a veces incluso superiores. Por eso no volvía, para no sentirse normal. Por eso se hundió el Live Rammstein, a pesar de ser más que un bar… a pesar de ser el ombligo del mundo.




[1] Ni lo pretendía, claro, contagiado por esa característica tan de los artistillas que es estar pagado de sí mismo.

[2] Ya entonces de moda.

[3] Una pretendida versión del mismo asunto: pero sólo supuestamente artística y lamiendo culos capitalistas.

[4] Como ocurre en el arte contemporáneo gracias a las churriguerescas atribuciones mentales de sus teóricos, tan bien aleccionados.

[5] Junto con algún retazo olfativo de aguarrás y óleos o pintura acrílica, que no se sabía exactamente si procedían del interior del bar o por el contrario los aportaban los concurrentes.

[6] Amigos, parejas y/o conocidos de aquella crème.

[7] Máxime cuando es falsedad, impostura, autoconvicción, egolatría.

[8] Sus iguales, con el insoportable contagio de mediocridad que veía en ello.

 

 

Sonido

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