Veleta

Bar

 

Kagan

´79

´94

200

             

Ni siquiera me preguntéis por qué recuerdo el nombre de ese bar, no sabría decirlo. El motivo se pierde en la oscuridad de una memoria infantil y frustrante. Una calle triste en Los Campos, mi barrio del pueblo. El Veleta era un garito frío y desangelado, como tantos baretos de los años ’60 y ’70 donde se refugiaba la frustración humana. Disfrazada de vicios alcohólicos y ludopatías, entre supuestos amigos que no eran más que compañeros de galeras.

Así lo veo ahora, cuando recuerdo mi figura en aquellos veranos de mis 12 ó 14 años, entrando en aquella cueva inmensa para mis ojos de niño. Había que bajar unas pocas escaleras, pero los techos eran desmesurados. Por toda decoración el local tenía paredes marrones y algún poster de fútbol… deprimente, sin duda.

Pero alrededor de las mesas del Veleta, como en tantos otros bares de aquel barrio, se reunían los condenados a vida que tenían domicilios cercanos. Intentando disimular sus respectivas carencias, aunque todos las tenían.

Era uno de los bares que yo recorría algunas tardes buscando a Javier Abuelastro, para mendigarle alguna calderilla con la que satisfacer mis necesidades de chaval: chucherías, cromos… A él le reventaba este ritual, que le dejaba en evidencia ante sus acompañantes.

Por eso tenía como costumbre ridiculizarme de alguna manera. Un cachete, un pellizco o un insulto eran precios que yo pagaba entre la carcajada general del auditorio. Para mí algo inevitable. Uno de los motivos por los que desde niño asocié el comunismo a la crueldad. Javier Abuelastro era un comunista acérrimo que practicaba la violencia doméstica, además de la humillación pública de los indefensos.

En fin, el Veleta fue para mí, como tantos otros bares parecidos, un precoz aprendizaje de la mezquindad humana.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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