El Regato

Zona

 

Kagan

´70

´99

306

             

 

Resultaba un intento de insertar lo humano en medio del campo, con mayor o menor éxito. El enclave privilegiado que permite disfrutar de la naturaleza en un lugar agreste y fresco, cerca de lo que se ha venido en llamar “civilización”.

Además, las vistas permitían dominar casi por completo la totalidad de Kagan. Aunque en realidad El Regato es el nombre de la zona[1], la costumbre ha querido que acabase designando al garito campestre que allí se encuentra. Más que nada, para ningunear léxicamente al prostíbulo que había al lado ¡como si ignorarlo lo hiciera desaparecer!… O restarle importancia a un mesón también cercano.

Lo cierto es que el nombre completo del sitio es El Regato de los moros. Aunque la economía léxica por un lado y una indiscutible xenofobia con regusto fascista por otro… lo hayan acortado.

Se trata de un lugar a caballo entre: la admiración por los ancestros[2] y renegar de los orígenes. Aunque en la línea de quienes empiezan por no aceptar su pasado y acaban por no soportarse a sí mismos… a pesar de ser el ombligo del mundo. Un contraste que sería digno de estudio por parte de especialistas.

La personalidad del sitio llamado El Regato se parece bastante al carácter innovador que supera al hecho de no encontrarse a gusto en el mundo. En otras palabras, su espíritu era reivindicativo y marginal, casi revolucionario. Una especie de soufflé de ideologías que a los primeros vinos se desinflaba.

La Naturaleza amigable rodeando a las personas, junto a la capacidad que otorga el alcohol para saltarse los convencionalismos sociales… hacen que circulando entre sus árboles perviva una infinidad de charlas interesantes del pasado. De momentos como joyas y de situaciones entre las personas, que hacen de El Regato algo inolvidable. Se han quedado por ahí, prendidas entre las ramas, para arrullar las tardes grises a los oídos que sepan escucharlas.

Una noche El Regato y yo nos disfrutamos sobremanera, tras la presentación del primer número de Los cuadernos del Soplagaitas. En mi recuerdo sólo queda una abstracta sensación de felicidad estética, inconcreta. Risas y una inmensa complicidad sobre sus mesas de piedra. De lo demás lo he perdido todo: desde los recuerdos concretos[3] hasta la camiseta de París-Texas que llevaba puesta. Sobre ella aquella noche se plasmaron autógrafos, admiraciones y alguna que otra declaración de amor.

Después, eternidades más tarde, un fresco paseo entre sus ramas. Durante mi despedida de aquellos paisajes, acompañado por Mesy: es el único motivo de que aquel recuerdo me devuelva una sonrisa.




[1] En dirección a El Pestiño. Antes de llegar a unas casas de colonias (Conquistas imperiales) que funcionaron durante la dictadura, ahora ya en ruinas.

[2] Pues se sigue frecuentando el lugar, con lo que esto tiene de reconocimiento hacia criterios ajenos.

[3] Con toda seguridad se los quedó el viento entre las hojas… para susurrarlos levemente durante los crepúsculos.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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