Circe

SADE

 

Beruni

´87

´88

228

             
 

PAISAJE

Ahora es por la tarde, casi verano. El aire viene cargado de olor a lluvia, anuncia la imparable tormenta. Embriagado por el ozono, mi perplejo cerebro se pregunta por qué junto al agua viene este recuerdo: el de Circe SADE… desgastado por los años en la imposibilidad de un pasado que no fue como entonces me habría gustado.

Circe SADE llegó a mi horizonte de rebote: compañera de clase de Marilyn Hermana en el ’86, ambas estudiantes de instituto. Por aquellos días yo me peleaba con las Meditaciones metafísicas de Descartes y Circe SADE llegó para romper un letargo que había durado hasta entonces: toda mi vida anterior. La vida que tengo hoy, que por nada cambiaría… está aquí gracias a su despedida.

Cuando Circe SADE se marchó abrió un paréntesis como una herida: la del aprendizaje de la vida. Duró mucho tiempo, porque Circe SADE para mí representaba mi mujer ideal(izada): a buen seguro si hubiera salido adelante aquélla nuestra relación, habría terminado fracasando. Pero ¡qué diferente aprendizaje hubiera sido! Hoy mismo yo sería distinto… por eso prefiero que todo haya sido de esta manera.

Circe SADE tenía la alegría juvenil, imparable, de los 18… se comía el mundo entre las tapas de El arte de amar de Erich Fromm. De postre un librito de sentencias cuyo título ya era sintomático, Autorizado a vivir. Su mismo autor lo vendía en persona en la plaza del Corro: sobre sus páginas constaté con los subrayados de Circe SADE que estaba enamorada… pero no de mí. Entre líneas podían leerse códigos indescifrables ante mis ojos: pertenecientes a otro lenguaje… de otra pareja.

Por las noches Circe SADE frecuentaba ambientes clandestinos… era una esponja que yo perseguía con la fruición inagotable del sediento. Ella cabalgaba entre el comunismo y las reivindicaciones homosexuales.

Aquélla era una época intelectualmente bulliciosa: mis amigos fundamentales eran Pablo CIEGOS y Manuel Alejandro RAPHAEL. Este último coincidió un día con Circe SADE en mi casa… también quedó fascinado por ella: así compartimos ambos este amor de frustración.

Cine, charla, literatura… todo llegaba hasta mí proyectado por Circe SADE: no por su presencia, sino por su idea. Una noche Manuel Alejandro RAPHAEL y yo quedamos con Circe SADE en Octaedro: nosotros dos organizamos nuestras vidas alrededor de su presencia, pero no llegó a aparecer nunca… sólo era la proyección de nuestras ilusiones.

Otros días los tres dedicábamos veladas a la poesía, durante el silencio nocturno, en casa de mis padres: entre nosotros se deslizaba una magia brillante. Plenos de entusiasmo, embriagados por el arte y el amor adolescente. Aquel triángulo lírico cojeaba, sin duda… todos lo sabíamos[1], pero jugábamos a creer que la camaradería podía ser eterna. Poco a poco Manuel Alejandro RAPHAEL y yo aceptamos la situación, la sinrazón.

Poco más que añadir a los infinitos sobresaltos que padeció aquel septiembre mi corazón en la cuerda floja. De la pequeña tragedia nació una improvisación entre Manuel Alejandro RAPHAEL y yo, crónica de dos desencantos.

En fin, todo se reducía a una sentencia sabiamente enunciada por Alejandro Marcelino BOFE: “a Circe le gusta seducir”[2]. Sólo que con aquella experiencia tuve que aprender algo tan amargo como fascinante: que a mí me gustaba ser seducido.

Por eso prefiero dejar siempre para otro día el Libro del desasosiego, con sus dos contenidos: el natural y el añadido. Postergar lo que vendrá inevitable en su momento, si es el caso[3]. Si no ha de venir, ¿qué sentido tiene ir a buscarlo, puesto que no está escrito en las estrellas?

ANÁLISIS

El paso del tiempo me ha permitido arrojar una luz clarificadora sobre aquella historia de amor… nunca llevada a cabo, pura teoría. Circe SADE era una chica encantadora[4]: guapa, risueña, inteligente… al menos ante mis ojos lo tenía todo cuando quiso la casualidad que apareciera en mi horizonte.

En aquella época los míos eran unos ojos buscando motivos de naufragio. Idealizar la figura de Circe SADE fue algo anecdótico, porque lo realmente importante se jugaba en la trastienda de mi cerebro. Éste se debatía en constantes dilemas acerca de la mujer ideal y su posible y/o probable[5] existencia. En otras palabras, yo necesitaba un objeto de conocimiento que dilucidara si aquel concepto ancestral llamado mujer perfecta tenía un correlato carnal.

Teniendo en cuenta que Circe SADE respondía a los cánones estéticos que yo tenía por ideales en ese momento… unas conversaciones propiciatorias sobre poesía, música y filosofía hicieron el resto. Sin ningún tipo de cortapisa, pero sin conciencia de estar haciéndolo, utilicé a Circe SADE de una forma totalmente interesada, deliberada y plena: pero lo hice inconscientemente, no hubo intencionalidad ni culpa… fue sin más una rebuscada variante de la legítima defensa.

HECHOS

Algo tan tímido y frío como una declaración de amor por carta fue el paso definitivo que me colocó en un terreno resbaladizo: a merced de la voluntad de Circe SADE, pero con el declarado conocimiento por mi parte de lo imposible de aquel amor. Así me puse deliberadamente en un territorio de fracaso: quizás para no tener nada que perder… desde esa posición cualquier cosa favorable, por nimia que fuera, constituiría una gran victoria.

En el peor de los casos ya tenía su negativa[6]… en otras palabras, aquél era un amor imposible por definición. Yo lo había condenado a serlo desde el instante mismo de posicionarme. No tenía nada que perder, puesto que me declaraba vencido y resignado: si es que llegaba a haber algo, todo serían ganancias. Pero de alguna forma yo apostaba por el fracaso como punto de partida.

Quizás fuera simplemente una posición vocacional. Ahora elucubro qué podría haber ocurrido si aquel arrebato de pasión hubiese sido correspondido: probablemente un ensayo fallido de relación adolescente… Por eso mismo, imposible de idealizar: por ser tan concreto, tan existente. Evidentemente, no era lo que yo estaba buscando: me resultaba mucho más cómoda la posición del desamado, del enamorado no correspondido, del amor como pérdida.

De hecho Circe SADE como objeto de mi amor era una variante pagana y lúbrica del argumento ontológico que demuestra la existencia de Dios, pero a la inversa: el ser más perfecto que pueda concebirse es aquél que reúna todas las virtudes posibles. Ahora bien, la pregunta clave: ¿la existencia es una virtud? Para mí no lo era, puesto que, contaminada de materia y todos sus aledaños, era germen de su propia corrupción. Por tanto convertí a Circe SADE en una especie de espejismo: un ideal al que atribuirle infinidad de virtudes y características que ante mis ojos la hacían perfecta. Pero sólo le fue permitido como una referencia material, unos rasgos físicos para contemplar la belleza: pero desde la lejanía.

SU-POSICIÓN

¿Y cuál era la posición de Circe SADE en todo este andamiaje teórico? Muy sencilla: era el complemento para su visión de la realidad, para sus aspiraciones.

Circe SADE se encontraba en una posición privilegiada, porque además de poseer belleza, encanto e inteligencia… tenía a su alcance un mundo lleno de potenciales víctimas de su afición. Evidentemente yo no era más que uno de los infinitos elementos que poblaban su planeta… nos mecíamos con la brisa de su falda, generada por sus caderas. Así: sin más esfuerzo que el de existir se convirtió involuntariamente en cómplice de mis inconscientes intenciones.

Circe SADE quería seducir y yo anhelaba ser seducido. Una simbiosis perfecta que no necesitaba el contacto físico: probablemente además, de haberse producido habría dado al traste con aquella perfección puramente teórica[7].

OTRO MUNDO

Más allá de lo atractivo de su figura, estaba el mundo del que Circe SADE solía rodearse, en el que ella se movía: compañeros comunistas en la militancia política, un padre brasileño que le otorgaba un exotismo sólo comparable a su risa, enmarcada por aquellos ojos grises… además residía en casa de un arquitecto amigo de su familia, se movía con soltura entre mis mejores amigos[8]. En otras palabras, las escasas ocasiones en las que compartí ratos con Circe SADE se convirtieron para mí en objetos de culto. Ante todo por lo que Circe SADE tenía de inalcanzable desde mi humilde posición en su realidad: relegada a un rincón en el que los experimentos literarios y la admiración incondicional resultaban mis cartas favoritas de navegación.

BOTÍN

Herencia de Circe SADE, un legado de vacío… catálogo incompleto de recuerdos más o menos materiales:

     Dibujos de ojos tan adolescentes como asombrados

     Un poema manuscrito ¡en el Libro del desasosiego!

     Cicatrices en el alma

     Un cuento mío premiado… ya para siempre perdido

     Esperanza en el vacío

     La amistad con Manuel Alejandro RAPHAEL, casi de rebote…

CONTINUIDAD

Sin embargo sólo desde aquella situación puede comprenderse cómo evolucionó mi futuro inmediato a partir del ’86: probablemente aquella relación frustrante por definición, por vocación… me colocó en el lugar ideal para la evolución intelectual de mis obras[9]. Puedo concluir por eso que la utilicé en este sentido tan altruista: porque Circe SADE desapareció de mi horizonte físico[10], pero dejó en mis manos la capacidad infinita del amor como potencialidad… en el laboratorio de mi cabeza. Con el tiempo, Circe SADEacabó convirtiéndose sólo en un recuerdo enemigo: para mí, un revulsivo.

Sin temor a equivocarme podría decir que quizá Circe SADE no llegó a existir nunca realmente… ¿existen una conversación, una risa o un poema fuera del instante en el que estallan, haciendo añicos el Universo? Por ahí conservo algún manuscrito suyo: poemas, dibujos, recuerdos… pero ¿acaso esto demuestra su existencia, fuera de ser una entelequia que durante años habitó mi cabeza?

Si yo llegué a ser algo más que una muesca en la culata de su revólver… resulta indiferente… para mí Circe SADE resultó ser una hipótesis de trabajo: una idealización que sin duda hizo de menos a la materia. Que existiera una mujer con su nombre no le otorga entidad en el mundo real. A partir de su aparición en mi vida[11] aquel septiembre del ’86… todo esto pasa a un segundo plano, totalmente irrelevante. Es posible que a día de hoy, treinta años después, sus caderas sigan provocando brisas por doquier… pero también esto resulta irrelevante.

Lo único cierto es que exprimí la figura y el significado de Circe SADE: idealizada hasta la saciedad, pero nunca hasta el hastío… durante unos años que parecieron infinitos. Sin embargo Circe SADE no fue más que una mera excusa que me permitió experimentar y zozobrar: en un crisol de paisajes que fueron irisando mi corazón… hasta olvidar que un día Circe SADE fue la chispa que incendió aquella mecha. Su imparable dinamita a día de hoy sigue estallando… pero el explosivo es mi cabeza.



[1] Seguramente Circe SADE mientras tanto, estaría fascinada por algún pretendido.

[2] Claro, ¿y a quién no?

[3] La lectura del volumen de Pessoa, ninguna otra cosa.

[4] De serpientes buscando un motivo para ser encantadas, cual era entonces mi caso.

[5] Léase imposible y/o improbable.

[6] Me la había fabricado yo mismo, consciente de mis límites.

[7] O si prefiere decirse de otra manera, especulativa: una perfección inexistente.

[8] Especialmente Manuel Alejandro RAPHAEL, que también cayó en sus redes sin mayor éxito.

[9] Y por tanto de mi visión de la Filosofía. Tampoco sería concebible mi desembocadura en el mundo del tango sin la condición previa que significó la presencia de Circe SADE. En este sentido queda meridianamente clarificado su papel: me hizo aterrizar en una pista que de otra forma jamás habría vislumbrado… condenado a vagar eternamente por el éter.

[10] Si es que alguna vez llegó a ocuparlo como cuerpo real. Sólo fue virtual, celeste.

[11] O de la invención de su figura como referente para mi imaginación.

 

 

Sonido

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