Jacobo

RARO

 

Mûynoq

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Jacobo RARO es el ejemplo de lo que Erich Fromm llamó “el miedo a la libertad” en versión doméstica. De andar por casa, lejos de la política o cualquier otro compromiso que rebasase los límites de su egoísmo. Jacobo RARO había decidido no pensar, según contaba en voluntaria confesión. En su juventud había conocido gente que sí lo hacía. Semejante tarea, la del pensamiento, le pareció contraproducente… sólo traía problemas. Optó voluntariamente por una “lobotomía metafísica”; fruslerías a mansalva y una aversión a que le llamaran “listillo” que resultaba tan enfermiza como significativa. Anuló todo centro de pensamiento que pretendiera surgir en o desde su interior.

Así lo declaraba sin sonrojo durante las veladas de resaca, cuando compartíamos en Angren algo más que piso y trabajo. Compañeros en la condena a esa comarca como a una celda en la que nos había recluido el Ministerio de Educación.

Resulta fácil imaginarse el programa hogareño de aquel curso académico. Casi siempre entre aquellas cuatro paredes del piso. Aunque a veces cambiasen de aspecto y parecieran las del campo, las del Instituto Juan Montalvo, las de Los túneles… Obligados a la convivencia que forzaba el corporativismo de la interinidad.

Jacobo RARO era uno de nosotros. Sus señas de identidad: un tipo partidario de vivir bien, sin más que decir. Televisión, copas, paseos, cañas y frugalidades múltiples. Entre ellas, el cultivo casero de germinados. Fruslerías a mansalva, superficialidades infinitas para no mirarse al espejo del alma. Así era su plan de vida. Tras haber superado la prueba de fuego que para Jacobo RARO supuso la Universidad, pues permanecía como león en su guarida. Esperando el paso de los días, de las víctimas. Entre ellas, las femeninas.

Claro, desde un punto de vista alternativo[1], Jacobo RARO era un buen partido. Una víctima propiciatoria. Joven, profesor (con el sueldo que desde fuera se le suponía), soltero… Las jóvenes con inquietudes y en edad de merecer, se lo rifaban.

Era sólo cuestión de tiempo. En breve plazo y por casualidad Jacobo RARO dejó embarazada a una chica del Valle de Angren y tuvo que casarse con ella de penalti[2]: Rebeca Ref. Jacobo RARO.

Jacobo RARO había estado disfrutando de un curso académico envidiable[3]. Lo compartí con él de distintas maneras: conversaciones ocurrentes entre copas, excursiones por el monte que compensaran las intoxicaciones etílicas, préstamos de preservativos que finalmente no le sirvieron para nada, compañerismo en el Departamento de Plástica del Instituto Juan Montalvo

Entre nosotros había buen rollo, sin duda. Todo el que me permite la convivencia con seres de un planeta carente de cerebros. De una de aquellas noches descontroladas nació el nombre que le dio un portugués al buen Jacobo RARO: “Yacobu”. Sirvió para una recopilación de música que con frecuencia impregnaba las paredes de aquel piso. Precisamente por ser obra de Jacobo RARO la llamamos “Yacobu’s mix”.

A partir de su nueva vida, tan formalita, nos perdimos de vista[4]. Él aterrizaba en los territorios de la vida normalizada. Yo iba de cabeza a un planeta diferente. Aquel encuentro en Angren había sido una especie de cruce en medio del espacio… de dos naves con rumbos diferentes.




[1] El de las féminas del Valle de Angren.

[2] Según él, continuando una maldición/tradición familiar que también había alcanzado a su hermano mayor.

[3] Sobre todo por lo joven y descerebrado.

[4] Aunque coincidimos en las siguientes oposiciones de Secundaria.

 

 

Sonido

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