Andrés   Tierra de pájaros   ´85 ´98  727
             

 

Un tío al que le encantaba el jazz y consiguió hacer de su afición, profesión; lo que hoy se llamaría un emprendedor, que en los ’80 respondía al nombre de buscavidas, más urbanita y en el rollo. Así era Andrés Tierra de pájaros, alguien con la suficiente inteligencia como para crear un rincón en la Samarcanda de entonces: que fuera al mismo tiempo atractivo y nuevo, capaz de acoger a quienes deambulaban por las tardes y las noches maracandesas.

El jazz es tan amplio y variado que resulta un universo, un planeta o un mundo aparte: como prefiera decirse. La personalidad de Andrés Tierra de pájarospermitía que allí, en el Tierra de Pájaros, se dieran cita gentes variopintas de forma pacífica y armoniosa. Sin duda era alrededor de Andrés Tierra de pájaros donde ocurría el milagro cotidiano de crecimiento del Tierra de Pájaros: en antigüedad y personalidad.

No era sólo la sabiduría musical de Andrés Tierra de pájaros y su don de gentes, esa capacidad para comprender a cada uno de los clientes y hacerles sentirse tan bien que les queden ganas de volver otro día… también había una especie de aura magnética que rodeaba a Andrés Tierra de pájaros de manera constante. Era un tipo peculiar, de mirada fija, clara y concentrada: a pesar de que en su currículum se amontonaban rumores sobre su afición a la cocaína y otras sustancias nocivas para el cerebro, jamás le vi fuera de control… ni siquiera por causa del alcohol. Y eso que Andrés Tierra de pájaros trasegaba cervezas con la misma facilidad con la que fumaba: mucha, sin duda.

Siempre que había alguna salida de tono por parte de algún cliente fuera de autocontrol, allí estaba Andrés Tierra de pájaros para poner paz en el asunto que fuera, mitigando los conflictos con infinita mano izquierda. Conciliador donde los haya, su presencia amortiguaba los baches de la existencia de una clientela que por lo general ya estaba positivamente predispuesta hacia la convivencia pacífica: como si las diferentes maneras de ver el mundo fueran tan compatibles entre sí como las corrientes del jazz que a lo largo de la Historia han sido.

Cualquier idea o propuesta que se le hiciera a Andrés Tierra de pájaros para dinamizar la vida ya de por sí entretenida en aquel país tan especial, encontraba respaldo: por ejemplo, durante mucho tiempo en el piso superior tuvieron lugar tertulias filosóficas vespertinas, moderadas por el profesor de filosofía de Pablo CIEGOS en Kagan, a las que asistí un par de veces. El lugar se prestaba de maravilla y las acogía con agrado. También el propio Andrés Tierra de pájaros coordinaba exposiciones de fotografía que albergaban aquellas paredes inmortales, decoradas con azulejos al estilo Khanka que resultaban tan acogedoras como invitadoras a las relaciones humanas.

Todo aquello no eran sino facetas de la personalidad de Andrés Tierra de pájaros, trasladadas sin duda al mundo de la materia por una personalidad inimitable por el buen hacer de su autor. Transmitía el deseo de que cada uno de nosotros pudiera llegar a hacer lo mismo: ser capaz de traducir su personalidad a un bar, abierto siempre para todos y capaz de ofrecer lo mejor de uno desinteresadamente.

Una oferta que en el caso de Andrés Tierra de pájaros resultaba difícil de rechazar, pero que a buen seguro en muchos otros casos habría resultado infinitamente menos atractiva. Sin embargo Andrés Tierra de pájaros hacía que la vida pareciera fácil y musical; luego venía otra vez la realidad: al traspasar el umbral del Tierra de Pájaros, hacia fuera… al mundo sin jazz.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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