Antonio GANSO   Namangan ´91 ´97 703
             

 

 

Su mirada huidiza era sólo un parapeto tras el que Antonio GANSO se protegía del mundo exterior, de sus habitantes siempre prestos a hacer daño; así es la condición humana, como también lo es que en ocasiones esa mirada huidiza sea una de las nueve señales del hijoputa, tal y como las dejó tematizadas Camilo José Cela en Mazurca para dos muertos.

Pero este último no era el caso de Antonio GANSO, ni mucho menos. Al contrario, enseguida de tratarle se percataba uno de que Antonio GANSO era una buena persona, sensible hasta el punto poético: demostrando que la expresión lingüística es algo más que un ejercicio preciosista con el que lucirse en el mundo del arte.

De hecho para Antonio GANSO esto resultaba algo secundario, casi encontrado por casualidad tras el primordial acontecimiento de escribir como algo terapéutico, como herramienta para compatibilizar la vida con la propia existencia.

Todo esto no es un resumen de conclusiones a las que yo haya llegado tras múltiples horas de charla con Antonio GANSO acerca de la vida y la poesía, que vienen siendo dos cruces de la misma moneda que se llama existencia. O al menos no son anotaciones racionales y en papel realizadas tras nuestras charlas, sino intuiciones y convicciones que sedimentaron sus palabras y nuestra complicidad en la memoria que me sirvió para ir llenando páginas con las que colorear el mosaico policromado que voy balbuciendo en el presente esbozo, durante los ratos que me dedico a este proyecto.

Y Antonio GANSO no podía quedar al margen de este torpe intento por aplicarle una pátina de eternidad borrosa y difuminada a la realidad, de por sí tan aburrida sin poetas. Creo que a Antonio GANSO la pasión por las Letras le llevó a estudiar alguna Filología, probablemente clásica… aún a sabiendas de que aquello era como una vacuna… inocularse una pequeña parte del veneno para no sucumbir a sus efectos. Claro, que una vez en el ajo, lo difícil era ponerse límite o cortapisas; autocensurarse, no dejarse llevar por la euforia del momento hasta hacer de cada instante algo eterno y entregarse al veneno.

No sé si lo conseguiría, cualquier día investigo por el Google, pues tengo sobre el lector la ventaja de conocer el nombre verdadero de nuestro héroe de hoy y poder rastrear sus pasos. Durante algún tiempo compartimos energías en el proyecto Los cuadernos del soplagaitas, lugar en el que Antonio GANSO se encontraba como pez en el agua, a pesar de las características limitadas y pacatas de aquel engendro… o precisamente por ellas, no lo sé. Quizás a él le vinieran mejor unas características que a mí me apretaban como pueda hacerlo un zapato: no por incómodo, sino por no ser de mi talla.

En todo caso confío sinceramente en que Antonio GANSO pudiese encontrar el lugar existencial y poético en el cual poder desarrollarse en todos los sentidos: los infinitos matices de la existencia humana. Su personalidad, su persona, su creatividad y su bonhomía no merecían menos; por eso pasamos tan buenos ratos… por ejemplo, en Andijon.

Con frecuencia solía arrancarle sonrisas gracias a un cómplice sentido del humor por ambos compartido: éstas brillaban más si cabe gracias al atuendo que solía lucir Antonio GANSO, siempre de color negro y acompañado de la neblina del tabaco, tan amortiguadora del dolor humano como generadora del mismo.

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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