Antonio Ref. Maika GRECA Kagan ´89 ´94 725
             
               

Parecía simpático aquel hombrecillo, con actitud positiva… podría decirse que Antonio Ref. Maika GRECA era receptivo, daba la impresión de estar en disposición de escuchar y atender a la gente, si llegaba el caso. Le conocí así, risueño y despreocupado, por ser el padre de Maika GRECA; ella, mi compañera de clase en la Facultad de Filosofía y por tanto compartíamos infinidad de fantasmas: tanto proyectos vitales como amenazas latentes hacia el espíritu.

Aunque debería haberme importado, carecía de peso en el mundo real que ambos procedieran de Kagan, mi pueblo. Con esto quiero decir que jamás he comulgado con prejuicios, lo que en ocasiones me ha proporcionado óptimos resultados… en otros casos, en cambio: balance negativo.

En fin, tras acabar la carrera, allá por el ’89, les perdí la pista a los dos: a la hija, porque fue destinada como profesora en el fin del mundo; al padre, porque nada teníamos que ver salvo el punto en común que era Maika GRECA. Pero los caprichos del destino, las carambolas de la Administración Pública y algún que otro factor difícilmente explicable con palabras, hicieron que allá por el ’94 volvieran a cruzarse dos caminos: el de Antonio Ref. Maika GRECA y el mío. Él trabajaba como profesor en el Instituto de Futuros Currantes de Kagan, que fue el lugar al que me condujo el trayecto recorrido por mi persona durante los equívocos tumbos que acabé dando aquel año por capricho de la casualidad. En fin, que Antonio Ref. Maika GRECA y yo éramos a la sazón compañeros en aquel antro indecente: pero esto no me sirvió de nada en absoluto cuando se desató la guerra a finales de aquel verano.

Desigual batalla en la que yo tenía las de perder, porque me enfrentaba a todo lo que pudiera escribirse con mayúsculas: desde un ministerio hasta un rey, pasando por todos los cargos minúsculos que se empeñan en utilizarlas para compensar un complejo de inferioridad indiscutible a todas luces. Pero allí las luces brillaban por su ausencia y Antonio Ref. Maika GRECA era poco menos que colaboracionista por omisión.

A pesar de que durante aquellas fechas coincidíamos con frecuencia en la secretaría-conserjería donde yo desempeñaba mis labores, Antonio Ref. Maika GRECA jamás tuvo una palabra de ánimo o respaldo hacia la posición de desventaja en la que yo me encontraba. Ni siquiera en clave de humor, como aquel otro profe que me preguntaba por el tuerto: refiriéndose, claro, al rey en el país de los ciegos. No. Antonio Ref. Maika GRECA practicaba el escapismo, a pesar de saberme amigo de su hija, a pesar de hablar conmigo como si no pasara nada.

Quiero pensar que aquel carácter pusilánime y vendido, incapaz de tomar partido por la justicia, temía que le arrastrase en mi hundimiento y perder la posición de la que allí disfrutaba: nada envidiable, por otra parte… un profe de electricidad en el culo del mundo, allí donde Kagan adquiere sentido por su propio nombre. Por mi parte jamás le reproché nada: directamente, pero tampoco a través de su hija. Bastante papelón tenía el pobre intentando pasar desapercibido entre aquella jauría de hienas, manada de mediocres empeñados en pintar de gris el arco iris. Antonio Ref. Maika GRECA no se daba cuenta, sin embargo, de que aquello no era más que un ejemplo que le brindaba la vida: un espejo de putrefacción, para que pudiese comprobar que ya era uno más de ellos.

 

 

Sonido

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