Jesús

MOPA

 

Samarcanda

´78

´86

  822

             

 

Aunque le conocí y tuve contacto con Jesús MOPA a lo largo de muchos años, para mí siempre conservó un halo de travieso inherente en su personalidad; mezclado con una picardía tan propia de la adolescencia que –si realmente la conservó durante aquella época, que no era sólo producto de mi  mediatizada visión– seguramente ya no le abandonó durante el resto de su vida. Puede que incluso a día de hoy, cuando ya haya superado de sobra (espero) aquel afán enfermizo por el ansia del sexo… le sigan funcionando aquellos procesos mentales gracias a los que todo adquiría ante sus ojos, para su interpretación, un matiz cuando menos erótico… si no pornográfico.

Que todo puede ser reformulado en términos de ese tipo, resulta algo más que obvio, pues el tema del hedonismo atraviesa longitudinalmente todo lo humano, ya lo insinuó Freud (la agresión no sería más que sexo reprimido o frustrado, claro), así que se puede decir que Jesús MOPA era freudiano, al menos en este sentido.

Le gustaba comer, fumar, jugar, divertirse y beber… aparte de todo lo antedicho, que era su prioridad. Las chavalas constituían la cúspide de sus intenciones, al menos durante aquellos años; todo lo demás resultaba secundario o accesorio, sin duda.

Así que durante las interminables sesiones de convivencia en La ofi, siempre había chistes o bromas que tenían a Jesús MOPA como protagonista, puesto que su buen humor, a flor de piel, resultaba un imprescindible ambientador espiritual que se respiraba de manera constante en aquel local.

Lo de los estudios, como que no… vamos, que no le iba. Además, tampoco tenía por qué esforzarse, puesto que el negocio de sus padres poco tenía que ver con ello: era el bar Javi, una mina prácticamente inagotable de la que salía financiación más o menos legal y presentable ante los ojos de sus padres: tanto él como su hermano Satur MOPA se valían de la técnica de sisar para ir manteniendo el ritmo de vida algo pródigo, pero dentro de los límites razonables. Por eso sus padres hacían la vista gorda.

Pasaron los años y Jesús MOPA encontró su lugar en el mundo: consiguió la suficiente claridad de ideas para redirigir sus aficiones. De su pasión por el porno hizo derivar una salida profesional de lo más digno, al estilo del Tarantino de los inicios: puso un vídeo-club, que era la fiebre de la época. El Rabbit’s era centro del barrio en lo que se refiere a aficiones filmográficas, porque allí había películas a miles y de todo tipo (incluyendo, claro está, las picantes), así que Jesús MOPA empezó a ser ducho en la materia. Una buena base de datos en el ordenador y agilidad mental, que no le faltaba, eran los complementos necesarios: así que durante una buena temporada aquello fue viento en popa…

Después desapareció el VHS y todo derivó hacia el formato CD; al poco tiempo, Internet hizo el resto y el Rabbit’s se quedó en la memoria colectiva del barrio como un recuerdo de épocas pasadas, doradas. Imagino que Jesús MOPA sería capaz de reciclarse para otro tipo de negocios, en último extremo le quedaba aquello tan conocido del bar Javi… aunque también estuviera su hermano como competencia, pero a éste le quedaba el recurso del Derecho. Tengo la esperanza de que durante la época dorada del Rabbit’s Jesús MOPA encontrara la media naranja que aprendiera a exprimirle el zumo antes de que se le agriara.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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