Tino

HORMA

 

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Tino HORMA vendría a ser un sabio renacentista en versión supervivencia: hacía a todo y de manera digna: pintar, empapelar y dedicarse a labores del campo eran sólo pequeños ejemplos de cómo a lo largo de su vida había ido aprendiendo múltiples oficios, pero además a aplicarlos de forma práctica y con rendimiento económico. Tino HORMA era un maestro del bricolaje y la mecánica, pero también desenvolvía sus habilidades en la gastronomía. La duda era si su capacidad para encarar tantos oficios (también el de peluquero, me parece recordar) había ido desarrollándose por necesidades de la realidad, que le iba exigiendo cada vez más o por el contrario Tino HORMA se había embarcado en una vida tan exigente porque de antemano ya se veía capaz de todo aquello.

Nunca llegué a saberlo a ciencia cierta, francamente; pero compartir con él algunas conversaciones y ratos de asueto transmitía la impresión de que en realidad para Tino HORMA todo eso no era nada: sólo el normal devenir de la existencia, con sus altibajos y sus requisitos constantes. La tranquilidad con la que llegaba a tomárselo todo Tino HORMA era asombrosa, así como su comprensión hacia la realidad, que muchas veces a buen seguro no era de su agrado.

Haber vivido en Kagan durante toda su existencia requería semejante talante para no sucumbir ante el aluvión de amenazas para la salud mental que se cernían sobre cualquier cabeza en aquella época: la de la postguerra bajo el yugo fascista era sin lugar a dudas una prueba de fuego para cualquiera que deseara sobrevivir en aquel entorno hostil. Permanecer allí, en aquel desierto intelectual, remitía inevitablemente a la supervivencia desde el corazón, olvidando la cabeza. Por eso no era de extrañar que la gran empresa a la que Tino HORMA dedicara toda su vida hubiera sido la familia como origen y fin último de todos los desvelos. Por eso me parecía hasta cierto punto un desperdicio que aquel hombre con semejante potencial se hubiera decidido por dedicar toda su vida a cultivar aquel pequeño rinconcito de la plaza de Lucas Coscorrón en la que vivía hacinado con toda su prole: entre ella se incluían l@s herman@s HUMOS, su descendencia.

La faceta femenina de dicha prole fue durante mucho tiempo fuente de mis fantasmas y origen de mis desvelos, también los sexuales. Por eso no dejaba de ser irónico que compartiéramos café sobre aquélla misma mesa que tanto esfuerzo le había costado llenar de viandas cada día durante tantos años. Yo actuaba con normalidad, pero lo cierto es que por las noches (y muchas veces también por el día) me dedicaba en aquella época a follar con su hija, Jacinta HUMOS, lo que imagino que Tino HORMA en tiempos había especulado que alguien algún día haría. Pero no creo que llegase a sospechar que sería yo, el gañán del otro lado de la plaza. Mucho menos sin haber un matrimonio previo, claro: como tampoco sospecharía que aquello no tendría solución de continuidad por tratarse de una criatura tan insoportable, su vástaga, que seguro Tino HORMA jamás la habría imaginado como continuación de su estirpe.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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