Pablo

ACABA

 

´93

 931

             

 

Pablo ACABA pretendía ser un tipo normal, sin duda alguna. Sólo así puede entenderse que no sobresaliera en nada, salvo su forma despreocupada y alegre de ver el mundo. Algo que por otra parte ya decía algo a su favor, porque generalmente las gentes que no tienen por qué preocuparse por nada importante que afecte a su supervivencia tienen cierta tendencia a la insolidaridad y la mala baba; como si les estorbaran las clases menos favorecidas que la suya.

Pero Pablo ACABA, al contrario, tenía cierta conciencia de que los desequilibrios sociales había que compensarlos de alguna manera. Bueno, no sé si realmente lo pensaba o había llegado a su posición por alguna serie de casualidades… en todo caso, actuaba de acuerdo con su condición de Presidente provincial de la HINCA en Samarcanda. Esto significaba integrar a colectivos más o menos marginales; un objetivo que pasaba, entre otras cosas, por organizar campamentos y actividades urbanas de formación y/o entretenimiento. Así que yo conocí a Pablo ACABA al empezar mi Prestación, que me fue adjudicada en aquella asociación a petición propia, habida cuenta de mi anterior colaboración con ellos: una serie de carambolas que hizo dar con mis huesos en aquella condena. No parecía una cárcel, pues carecía de barrotes y Pablo ACABA, el encargado de mi custodia, tampoco aparentaba ser carcelero.

Como bienvenida, el primer día Pablo ACABA me adjudicó la tarea de pintar un par de radiadores: pensé que no estaba mal, comparándolo con las novatadas que me habrían esperado en un cuartel si hubiera hecho la mili. Aquello me dio tarea para algunos días, mientras tanto me iba familiarizando con lo que había por allí: jovencitos con ganas de actividades múltiples, además de algún trabajillo administrativo que se vislumbraba en lontananza… que era lo mío.

También a los pocos días apareció Pancho Chapas, quien sería mi acompañante/complemento… otro objetor y por tanto compañero de fatigas. Gracias en gran parte a la personalidad tolerante y comprensiva, también permisiva de Pablo ACABA aquello se hizo llevadero, sin duda. La tarea de mi jefe era sobre todo organizativa, así que mi trabajo coordinando lo que tocara resultaba sencillo y consumía una cantidad de tiempo más que razonable… muchos días el ocio era tan agradable que casi tenía la sensación de que Pablo ACABA y yo éramos amigos.

Aunque era un chaval bastante simple, trajeado y estudiante de Derecho, encontramos un terreno de respeto mutuo, diplomático, que resultó de lo más amable. Aparte de desempeñar su labor en la HINCA, lo que incluía viajes frecuentes que Pancho Chapas y yo nos encargábamos de gestionar con visitas a las estaciones (no existía Internet), desconozco cuáles eran las aspiraciones de Pablo ACABA en la vida: quizás unas oposiciones cuando se licenciase, un matrimonio pijo con su novia Magda HINCA… tampoco me interesaba, francamente. Allá él con sus expectativas; al fin y al cabo, simplemente habíamos coincidido en la vida (o ésta nos había hecho coincidir) y lo llevábamos lo mejor que podíamos.

El balance era ciertamente positivo, porque a pesar de nuestras diferencias en la manera de ver el mundo, nos respetábamos recíprocamente. Es probable que Pablo ACABA tuviera muchos defectos que no repasaré aquí: por pereza, por justicia y por desconocimiento; pero también atesoraba virtudes: una de ellas, ser capaz de darle la vuelta humorísticamente a las situaciones. Cuando, contrariado, le decías: “¡No me jodas!”, Pablo ACABA te miraba un instante, ladino, antes de responderte muy serio: “¡No te agaches!”

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta