Raquel

FIEL

 

Samarcanda

´97

´99

   994

             

 

Raquel FIEL conservaba en el gesto algo de ese entusiasmo vital que en ocasiones consigue permanecer en la persona tras el paso del tiempo, aunque su actitud estaba marcada por el desencanto. Parecía algo así como una mezcla de nostalgia e impotencia; quizá se tratase de una personalidad marcada por haber vivido en la época dorada de su vida de una forma inconsciente: dejándose llevar en su día por el entusiasmo fácil del momento, pero sin una conciencia clara de que aquella vida era excepcional… tanto como provisional y efímera.  Después, con el paso de los años, aquello fue desapareciendo poco a poco y Raquel FIEL se quedó fuera de juego. Al menos a mí me daba esa sensación, porque ella estaba insertándose en el mundo laboral… o al menos lo intentaba, aunque sin mucho éxito.

A las personas que, como de Raquel FIEL, han adquirido la formación académica en una Facultad de Bellas Artes suele sucederles esto: terminar la carrera les supone una especie de explosión de la burbuja multicolor. Algo así como la magia de la pompa de jabón desapareciendo bruscamente: un suceso traumático. De repente se acaban los infinitos genios por metro cuadrado que hay en la Facultad de Bellas Artes y hay que empezar a buscar la manera de sobrevivir; algo tan peregrino como comer y disfrutar de un techo que no sea el de los papás que le han permitido al joven vivir como un niño consentido. Buscar la aplicación práctica de la genialidad teórica, tan incomprendida por el mundo real.

Todo esto quedaba plasmado y resumido en el semblante de Raquel FIEL, quien se presentaba ante el mundo con una sonrisa desencantada. Como si el resultado de la experiencia del crecimiento en la vida sólo pudiera ser éste… el corolario lógico e inevitable de la existencia en su formulación más cruda.

Cuando conocí a Raquel FIEL yo me encontraba inmerso en aquel proyecto llamado La Tapadera y ella aportó su colaboración; compartimos docencia durante los cursos de grabado (incluso elaboramos un manual al alimón), pero siempre se hallaba dispuesta también a colaborar en el resto de disciplinas que por allí se ventilaban: pintura, fotografía, arte con ordenador… Raquel FIEL se integró a la perfección en aquel pozo sin fondo, sin más beneficio que alguna cantidad irregular de dinero que ocasionalmente pudo disfrutar a cambio de su trabajo. Algo que en teoría era provisional, hasta que llegaran las vacas gordas de los beneficios y pudiéramos repartirlos generosamente… suceso éste que jamás llegó a tener lugar, como ya es sabido, para aquella empresa instalada en las precariedades.

Entre tanto, charlas, cañas y copas jalonaban los días: compartíamos compañía. Nunca llegué a saber si su gesto displicente escondía la certeza de que tarde o temprano yo acabaría dándome el batacazo económico y Raquel FIEL pretendía ser testigo de la escaramuza… o por el contrario, ella creía que yo podía salir del pozo y lo que le habría gustado era constatar mi manera de lograrlo. Quizás podría haber llegado a enterarme si hubiese intentado algún acercamiento de otro tipo a Raquel FIEL: sexual, por ejemplo, que habría podido contribuir a disipar aquella neblina que invadía su mirada mientras compartíamos charlas entre cervezas.

Nunca lo sabré, pues más allá de intentar aliviar su pecho imponiéndole mis manos como pueda hacerlo un curandero (con la finalidad de desterrar un catarro), entre nosotros jamás hubo nada físico. A no ser que pudiera considerarse como tal conservar en la memoria aquel gesto un poco cómplice capaz de combinar esperanza y desesperación, tan propio de los autóctonos de Samarcanda cuando se consideran atrapados por el hecho de haber nacido ahí, que les hurta por definición lo positivo de Samarcanda como exilio.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta