SAMARCANDA

SA - 1.4.

Estudios

maracandeses

UdeS

1983

091

 

 

Dentro del océano maracandés, la UdeS resulta una isla: algo así como una excepción en el paisaje monótono y desértico[1]. El océano es de piedras y la isla no está aislada, sino contaminada.

Como aquel mar de los sargazos que en su día hiciera imposible la navegación encaminada al descubrimiento de mundos nuevos… Así Samarcanda: atasca los espíritus que se arriesgan a desafiar con el arrojo propio de quien posee afán de sabiduría; lo hace con sus procelosos intereses, infinitos tentáculos de mezquindad. Hasta esa isla[2] llegan constantemente innúmeras ramificaciones que hacen de su despegue algo cada vez más imposible.

Olvidemos ya lo que sólo son episodios lamentables de intrusismo de la sociedad civil (siempre mercantil) en la vida universitaria: muchas leyes, ímprobos esfuerzos de los mercaderes por dictar el saber, sojuzgarlo a través de la política.

Podría hacerse un recorrido desde el siglo XIII en esta clave… veríamos que los últimos planes más recientes sólo son un pequeño eslabón llegando para encadenar un poco más el hueso de esta calavera…

Imagino que la validez de mis conclusiones puede venir avalada en cierta medida por mi experiencia: desde el ’83 hasta el ’97 fui de manera ininterrumpida alumno de la UdeS. Licenciado en una de sus carreras, matriculado en cuatro de sus facultades… habiendo realizado una Tesis de Licenciatura y superado unas pruebas de acceso a una de las Facultades (la de Bellas Artes)…

Me atrae… incluso me gusta lo desagradable. Sólo así se explica convenientemente mi paso (y permanencia) por y en la UdeS durante tantos años.

Digamos que las conclusiones que aquí aparecen no son fruto de la casualidad o el rencor, sino del sincretismo. La síntesis de los múltiples puntos de vista que me han aportado los datos, escondidos y almacenados tras tantos años de estudio. El hecho de mi persistencia en la tarea de estudiar la UdeS responde ante todo a la incredulidad. Me preguntaba: “¿es posible que una institución con tanta antigüedad y prestigio mundial sea realmente de cartón-piedra?”

Como me parecía imposible lo que iba encontrando uno tras otro en todos sus reductos, insistía en mi búsqueda… esperando ingenuamente que lo hallado hasta aquel momento fuera algo excepcional o casual, esperando[3] encontrar un reducto adecuado en el que poder dar rienda suelta al conocimiento sin lastres. Me habría valido en cualquiera de las facetas intentadas, con sus correspondientes ramificaciones.

Lamentablemente no fue así, sino al contrario: el conocimiento se encontraba desterrado de allí. No residía en lo ortodoxo arcaico (Derecho) ni en lo ortodoxo renovado (Sociología). Tampoco en lo heterodoxo que profundiza en el saber (Filosofía) ni en lo heterodoxo propio de paisajes inaprehensibles, irrepetibles (Bellas Artes)…

Quizás por haber pasado tanto tiempo jugando a rezar entre vuestros claustros, implorando inútilmente la generosidad de una sabiduría que no podíais darme, pues no la poseíais… precisamente el resultado de aquel juego me hizo recelar de vuestras titulaciones, otorgadas casi como un premio de condescendencia hacia quienes habían abrazado aquel credo de colaboracionismo. Muchos de ellos, aprovechando la situación para incorporarse a la plantilla, perpetuando así unos rituales tan antiguos como inútiles, a la vista de la evolución histórica de la inteligencia humana confiada a vuestras instituciones, sacrosantas e incuestionables.

Pero en mi caso el resultado apareció bien diferente, pues se tradujo primero en negarme a subir el último peldaño de aquella escalera: tan fácil que sólo requería pagar el precio previamente fijado… es eso que llaman el “doctorado”. Pero además, segundo, poder pregonar a viva voz (aunque fuera en el desierto) la falacia, la engañifa de la UdeS: elementos de juicio no me faltaban. Diez años pululando entre despachos, deambulando entre aulas y pasillos de cuatro facultades diferentes dejan claro que mis conclusiones no eran precipitadas ni ausentes de elementos de juicio.

Fue precisamente todo el montaje, tan bien encajado y engrasado, funcionando a la perfección en su tarea de construir carnaza para el mercado laboral, el que provocó en mí la multiplicación factorial del escepticismo respecto a la sabiduría… al menos tal y como vosotros la entendíais.

Sin duda el saber ha ido dejando a su paso una huella indeleble en la UdeS: pero sólo queda eso… la huella. Quienes han sido designados durante siglos como los guardianes de esa sabiduría, poco a poco han ido corrompiéndose… generalmente cegados por sus propios intereses particulares, que[4] paulatinamente han ido anegando el monumento.

Engordando herencias familiares a costa de adelgazar la esencia del saber… Sin duda, demasiado humanos: miopes, rastreros, mezquinos y con la cortedad de mente propia de quienes durante siglos han convertido la UdeS en un lugar donde parapetarse y no tener que rendir cuentas[5].

Declarándose superiores a una sociedad incluso más ignorante que ellos, resultó que nadie estaba en condiciones de juzgarles. Superiores por definición, juez y parte en el mundo del intelecto… ¿quién vigila al vigilante?

Ahí siguen, en su caparazón… inventando recovecos con los que hacer frente a su propia ignorancia. Eso sí, cargada de birretes, títulos, excelencias y superioridades. Sin embargo, tras esa fachada de calaveras se esconden pobres seres humanos… cuya principal pobreza consiste (precisa e irónicamente) en creerse ricos en intelecto y pretender exprimir económicamente esa supuesta superioridad.

Hay excepciones, sin duda y por fortuna. Pero de entre los docentes que he llegado a padecer y conocer durante mi paso por la UdeS[6] pueden contarse con los dedos de una mano quienes se salvarían de esta quema.

Da igual. Lo que aquí se ventila no es un juicio[7] y nadie tiene que venir aquí a defenderse o argumentar a su favor. Se trata sólo de que mis experiencias, mi trabajo de campo, mi observación participante en el mundo de la UdeS no caigan en saco roto… o al menos de tranquilizar mi conciencia haciendo justicia subjetiva. Aunque nadie leyera las conclusiones. Es puro egoísmo: quede dicho principalmente para que vomitándolo… todo este ácido deje de corroerme las entrañas.

En cierto sentido resulta una forma de acercar la UdeS y la vida: que la primera no esté aislada la humaniza, aunque la rebaja infinitamente en su calidad, por los débitos. Bien pronto te dabas cuenta (allá por el ’83) de que aquello funcionaba así. Y si no te gustaba, daba igual, te jodías porque iba a seguir funcionando de la misma manera. Vale para un plan de estudios, pero también para la vida en general. Es lo que hay.

Una buena lección de vida para quienes –como yo– buscan la perfección, el saber más allá de lo humano. En términos pragmáticos, por tanto, aquello tenía una traducción de lo más fácil y peregrino: la UdeS era una fábrica de aprobados por misericordia, licenciados de miseria. Perpetuar la maquinaria puesto que no tenía quien le contestara[8].

Como si por no haber nadie en contra, todo el mundo estuviese a favor. Colaboracionismo por omisión. Mientras no hubiera alguien que lo dijera o pudiera demostrarlo, la UdeS[9] podía ir desnuda. La calderilla mental que circulaba en los mercados del alumnado resultaba tan clarificadora como patética. Solíamos decirnos tras los exámenes: “Esperemos que haya suerte. Porque como haya justicia[10]…” Esto da una idea bastante aproximada de la degradación circundante.

De aquella época data una de mis reflexiones abstractas sobre semejantes asuntos. La transcribo por el interés que pudiera tener para el tema en cuestión y porque además deja en evidencia la soledad inherente a este tipo de pensamientos.

“Es posible que precisamente esto sea el error. No dejarse llevar, y seguir la línea de vacuidades. Provocar con la Nada la reacción de todos. A lo mejor el grupo de persistentes no somos sino los últimos dinosaurios. Pero pensarlo, ¿no es ya ser superior?”

No es de extrañar por tanto que semejante visión fatídica viniera acompañada de un gris ambiental cercano a la desesperación y la impotencia, al desconsuelo… Puede que quizás fuera éste uno de los motivos por los que elegí el tango como objeto de estudio para mi Tesis de Licenciatura: en aquel panorama desolador e inhumano estaba Rinaldi, la Piaf argentina. Su ayuda en tantos momentos en los que yo buscaba lágrimas y ella afortunadamente me las daba entre canciones.

Para mí el otoño era como para vosotros la primavera: el inicio de la vida, el despertar… que venía de la mano del curso académico. Aire fresco desembarcando a la conquista de Samarcanda… y yo un salvaje hastiado de Naturaleza, anhelando ser conquistado. Vivía en otro hemisferio, de ahí que la comunicación con el tango viniera desde dentro y lejos. Desde la profundidad de una lágrima hecha misterio.

Aceptar aquella derrota significaba reducir la batalla fundamental de la UdeS: luchar contra todo lo adocenado que albergaba, pero restringiéndolo a algo puramente individual. Porque desgraciadamente lo que en su día fue lucha colectiva (con todas las movilizaciones del ‘87) había desaparecido.

Una de las grandes maldiciones de la UdeS resulta ser que su masa crítica está de paso[11], mientras la masa fósil está enquistada, es permanente… Además, con el mecanismo de autodefensa que significa dejar entrar en ella sólo a los colaboracionistas, perpetuando así los errores y las carencias[12]. Si alguna vez se ha colado algún elemento que disiente[13], ha sido suprimido como patógeno por los mecanismos de la UdeS creados a tal efecto. Eliminándolo incluso físicamente… la UdeS funciona en la práctica como una secta, al menos en este sentido.

No digo nada nuevo para quienes conocen la UdeS desde dentro: aunque decirlo no sea políticamente correcto, resulta una reflexión que todos hemos albergado antes o después. Pero sin duda mejor desterrarla, como hace o ha hecho la mayoría… con mayor motivo sin el cerebro pensante ha pasado a formar parte del otro bando en litigio… (¡ha ocurrido tantas veces!).

Podría hacer un listado de quienes un día fueron mis compañeros de fatigas y hoy están en el otro lado (son ya piececitas de la maquinaria). Pero que no teman, no lo haré… al menos como una lista negra.

Poco a poco irán saliendo a la luz en estas páginas, pero sólo como algo aislado y espontáneo. No se trata aquí de hacer un juicio sumarísimo. Allá cada cual con su condena y sus penas… la sentimental y la que procede de la justicia universal.

CONFERENCIA – Mi patria en mis zapatos

No os aburro más. Sólo un último divertimento: intentaré reproducir lo más fielmente posible la conferencia que impartí[14] en la Facultad de Filosofía durante el mes de mayo del ’97: si lo hago ahora es porque resulta englobante y de conclusiones válidas para el conjunto de la UdeS.

A partir de los apuntes que conservo de aquel día y los retazos de mi maltrecha memoria, planearé como un dron sobre aquel instante eterno, como quien evoluciona desde el aire sobre la sabana… viendo correr las cebras. A pesar del tiempo transcurrido, aún pueden verse sus rayas.

[Atrezzo: pantalón vaquero y una camiseta blanca en la que un palomo de la paz, cargado de armas hasta los dientes, dice: “ME CAGO EN TÓ”. Unas gafas de broma, con una holografía que deja entrever hacia el público unos ojos desorbitados y fluorescentes.]

[Puesta en escena: sobre la mesa de la sala, dejo los diferentes objetos con los que iré apuntando mi discurso. Incluyen un libro, unos folios… Me subo de pie sobre ella y acto seguido me siento con las piernas cruzadas, sobre la mesa. Así transcurre toda la velada.]

“Cuando me han invitado a pronunciar esta conferencia, lo primero que he pensado ha sido ¿qué título le pondré?

En aras de la autenticidad y como reflejo de mis experiencias y pensamientos, se me ha ocurrido algo sencillo e inmediato… A la vez que impactante: iconoclasta, desafiante. “La UdeS es una puta mierda”.

Pero inmediatamente me he replanteado el título, porque provocaría rechazo en el público… algo que resulta evidentemente contraproducente para la intención de quien da una charla. Así que he reconducido –casi involuntariamente– la imaginación hacia terrenos menos científicos y menos académicos: más metafóricos, aunque no exentos de ironía y carga crítica. “¡Tócame la poiesis!” ha sido otra idea atractiva que me ha rondado la tentación…

También me ha rondado otra candidata: la posibilidad de titularla así: “Sin título”. Jugando con metalenguajes propios del exquisito público al que me dirijo…

Antes de tomar una decisión respecto al título, también he creído conveniente apuntalar de alguna manera el contenido de mi conferencia: como suele hacerse en los cenáculos al uso, refiriéndome a obras clásicas o al menos, conocidas del público en general.

Así, tal como está el panorama, el contexto literario en Uzbekistán actualmente… he pensado en citar alguno de los textos de mis propios libros. Como habría dicho algún autor famoso, “yo he venido aquí a hablar de mis libros”… a hacerme una publicidad que de otra manera no tendría.

Pero, claro, inmediatamente me he dicho: “No voy a aburrir a estos señores…” y he renunciado a la tan socorrida táctica de las autocitas.

Claramente mi papel aquí y ahora, como individuo experto en un pasado que al público se le ha hurtado por motivos cronológicos, de edad… debería ser el de contar batallitas: al estilo del Abuelo Cebolleta, aquel entrañable personaje de los tebeos de los años ’60 que se pasaba el día rememorando episodios de otros tiempos. Hablar, por ejemplo, de las guerras relacionadas con la Evaluación del profesorado: dieron lugar a muchos episodios clarificadores que a buen seguro serían aleccionadores para todos los asistentes a este rato de asueto.

O también de episodios que en su día estuvieron de moda y ahora ya son irreversibles, pero afectan a la concurrencia: por ejemplo, las peleas relacionadas con los Planes de estudios hoy vigentes, que en su día dieron lugar a protestas, huelgas y barricadas… las movilizaciones del ’87

Si no me he decidido por estos contenidos, ha sido para no caer en mi propia trampa y acabar siendo meramente un objeto de mi propio discurso. Hacer un poco de caso a Agustín García Calvo y sus razonables críticas a la Retórica como forma de enajenación y hurto del contenido del discurso.

Así que he pensado en otra posibilidad: aprovechar la circunstancia para convertir este rato de charla en una variante de terapia de grupo. A través de una confesión autobiográfica, ir acercando las miserias humanas para conseguir participar entre todos de un rato inolvidable… ameno a la par que terapéutico. Así, os hablaría, por ejemplo, de mi experiencia como candidato en las elecciones del ’96… con toda la enjundia que contiene semejante vivencia.

O también ¡por qué no! del contenido y la carga de todo tipo que se esconde en mi experiencia laboral: gracias al trabajo he conseguido ir descubriendo la antropología. El carácter humano sale a relucir en semejantes circunstancias de una forma cruda y pura, sin artificios: Hobbes no lo habría descrito mejor.

Algún episodio de mi pasado también podría ser clarificador de múltiples facetas dignas de perdurar. Es lo que ocurre con mi experiencia en dejar de beber… Algo que llevo practicando unos años y ha servido para disipar una neblina metafísica que obnubilaba mi entendimiento: como puede comprobarse, muy mejorado desde entonces. No sé, hablar de algo que pueda ser útil para el público…

Incluso he pensado en hacer pública reivindicación del colectivo Tupac Amaru, tan de moda estos días por haber secuestrado una embajada… a pesar de haber sido anulados por despistarse de su objetivo. Hasta el punto de que cuando el lugar fue asaltado por las llamadas Fuerzas del orden… estaban totalmente inermes, jugando un partido de fútbol.

Por otra parte, me ha parecido más conveniente intentar algo lírico… recitar poesías, por ejemplo. [Tomo un folio de la mesa y aparento leer:]

“Seré claro; escribiré un soneto sobre la guerra civil

y hablaré, como siempre, de los dos Uzbekistanes

de cómo el odio me carcome los titanes

al tiempo que la historia me parece vil:

la oscuridad del vértigo es núbil

necesario alguna vez creer en musarañas

y ante todo vomitar sobre montañas

para salvar al amor de lo servil

porque en las cenizas de la nada, acaso

se adivina el soplo sucio de lo que siento;

entérate para siempre, payaso:

miento

como los reflejos del (cielo) raso

ni hablo de la guerra civil ni esto es un soneto”.

[Tras terminar el poema, muestro hacia el público el papel: está en blanco. El recitado era de memoria.]

Pero me ha mortificado la idea, me he dicho de nuevo: “No hay que aburrir a estos señores…” y la he desterrado.

Otra de las cosas que me parecía conveniente glosar en esta jornada eran las variantes posibles con las que puede presentársenos en la vida cotidiana la figura del Filoshowman: descubrimiento de un antiguo compañero de esta vuestra Facultad de Filosofía y que he practicado algunas veces a lo largo de mi vida. Por ejemplo, cuando presenté mi tesina: dedicada al tango y cuya presentación pública consistió en un concierto. Recitado y con orquesta y bailarines, además de la puesta en escena (yo iba disfrazado como Álex, el protagonista de La naranja mecánica).

Otro ejemplo que vendría a cuento sería sin duda alguno de los episodios con los que me he prodigado en esta Facultad de Filosofía para reivindicar el dadaísmo… sin duda, aleccionadores. Pero también me he dicho: “No aburras a estos señores…” y he renunciado a semejante sendero.

Bueno, si tuviera que hacer una síntesis, resumir mi paso por esta Facultad evaporando lo superfluo hasta dejar sólo el poso de la esencia… probablemente sería un resumen que concentrase todos los aprendizajes. Además, con resonancias de sabiduría popular y actualizando, poniendo al día el núcleo del ser humano. Por ejemplo, “No hay revolucionario que 10 años dure” podría resultar un buen aserto. Pero claro, semejante postura está cargada de connotaciones negativas, que me colocarían en una especie de lugar privilegiado: una cumbre en la que no creo. Reniego de semejantes esquemas adocenados que repiten con insulsa y falaz cadencia unas estructuras tan muertas que son casi eternas. Me niego.

Así que tras muchas disquisiciones sobre título y contenido de la presente charla, conferencia o como quiera llamársele… he llegado a la conclusión de que lo mejor era dejarlo: no pronunciarla. Y no he venido.



[1] Posee una antigüedad que casi podría contabilizarse por milenios.

[2] En su día lo fue.

[3] Desde aquella perplejidad inocente.

[4] Como una duna en el desierto.

[5] ¡La libertad de cátedra! en su nombre se han cometido tantas tropelías…

[6] Catorce años matriculado y más de 50 docentes conocidos.

[7] Sólo lo sería de valor.

[8] Además de tener reconocimiento social y un engranaje (de costes y beneficios para alumnos y familias, aunque también para la institución) cuya continuidad le otorgaba apariencia de funcionamiento real.

[9] Como el emperador del cuento.

[10] Vicente GAMA y yo, recordando los viejos tiempos del Instituto Tele Visión.

[11] En aquella época, un máximo de cinco años que duraba la carrera.

[12] La llamada “endogamia” universitaria, perpetuadora de defectos ya crónicos.

[13] Lo cual históricamente ha ocurrido sin duda.

[14] Invitado por los alumnos.

 

 

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