SAMARCANDA

SA - 1.4.2.

Estudios

maracandeses

UdeS

Biología

1985

100

 

 

A pesar de ser un colectivo en principio alejado de mi ámbito, proyectos y pretensiones… la gente de Biología tenía una conexión especial en el ámbito más inmaterial de los que poseen las especialidades del saber humano. Quizás el hecho de que etimológicamente y en sus dominios la Biología haga referencia a la vida como algo genérico y más allá del puro conocimiento, tenga que ver con el asunto.

La vida en estado puro, antes de ser contaminada por lo humano: ¿acaso no es ése el gran paraíso perdido que añora constantemente la Filosofía? Enredada entre una maleza que le hace imposible el regreso a la ignorancia original, la gran dicha perdida.

De ahí que el acercamiento a la vida en estado puro tenga algo de blasfemia, de impureza: conocerla es empezar a contaminarla. Pero también algo de veneración, puesto que al profundizar en su esencia es respetarla y muchas veces protegerla. Digamos por tanto que había dos perfiles fundamentales de biólogos: en primer lugar, el de quienes pretenden conocer la vida acercándose a ella con respeto; en segundo lugar, el de aquellos que pretenden conocerla para sacar provecho de ella… pragmáticos que tienen intenciones de explotarla.

Imagino que el primer perfil corresponde a quien se acerca inocentemente a esta disciplina… pero poco a poco el tiempo y las necesidades humanas le van transmutando hasta convertirle en el segundo en mayor o menor medida, puesto que hará de la Biología su forma de poder sobrevivir. Acabar siendo uno de esos intelectuales de ciencias: de los que sueltan heces por extrusión… en lugar de cagar.

La lógica me dice que ahí entra en juego la industria, con su infinita capacidad de reducir a intereses económicos todo lo que está a su alcance. Como el don de Midas, pero a la inversa: contamina cuanto toca. Encontrar el lugar de frágil equilibrio que haga compatibles los principios con la práctica: quizás un problema de conciencia para los auténticos biólogos. Tarde o temprano imagino que salen a relucir estos planteamientos en cualquier reflexión ética que lleva aparejada indefectiblemente la Biología.

Puede que precisamente ahí se encuentre la conexión última e íntima, la que por intuición acercaba allá por los ’80 a los alumnos de la Facultad de Biología con los de Filosofía. Aparte de las casualidades más o menos circunstanciales que hicieron posible y propiciaron el acercamiento de su Facultad a la mía[1], está ante todo la postura de conjunto que adoptó aquella promoción de Biología con la que coincidí en las movilizaciones del ’87, a raíz de las movidas en las que nos vimos envueltos debido a la circunstancia histórica.

Dependiendo de sus características personales, por unos u otros motivos había una vinculación especial de aquella gente con el compromiso hacia una sociedad mejor buscada. En primer lugar a través de las reivindicaciones acerca de lo que debía ser la UdeS… y a partir de ahí, de su concepción del mundo.

Lejos de conformismos y acomodaciones, la gente de Biología[2] vivía mucho en la calle. Estudiaban como el que más, pero siempre estaban dispuestos para todo tipo de movilizaciones… no sé, tenían un dinamismo especial y contagioso que les convertía en una especie de motor para el colectivo estudiantil: sobre todo el de letras, por definición siempre más apegado al sedentarismo y alejado de los paisajes físicos, del horizonte real.

“En ecología, tú le conociste…” –me susurra rítmicamente la almohada… ¿será una premonición? La gente de Biología estaba hecha de una pasta especial… quizá fuera simplemente aquella promoción y las contiguas, pero todas las experiencias que compartí con este colectivo eran un combustible cargado de positividad.

Pasear por el interior de la Facultad de Biología ya contagiaba energía. Impelía a visitar el monte y comunicarse con los árboles, circular entre pantanos y ser parte de sus líquenes, deambular por un mundo sin líneas rectas en el que habitan las setas… y después llegar a casa y verlo todo de otra manera. Darte cuenta de que un encierro en tu domicilio no es la libertad, sino el exilio… por muchos libros que haya en la estantería diciendo lo contrario.

Sin duda el perfil de los habitantes de la Facultad de Biología es especial. Quizá por ser una mentalidad que acoge, acumula esa energía natural. No un motor (creación humana) sino una especie de alquimia que convertía la materia en energía sin más instrumentos que la propia capacidad de transformar el mundo, mucho más allá de cualquier teoría. Quizás el secreto era ése: darle la vuelta a la definición y convertir el tratado en vida, el logos en bios. Una constante promesa cumplida de trampolín hacia la vida.



[1] Hay un largo listado de gentes que se movían en este ámbito y aparecen en mi vida.

[2] Al menos en aquella época, no sé si esto ha sido así siempre históricamente, como desconozco si continúa siéndolo en la actualidad.

 

 

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