SAMARCANDA

SA - 1.4.5.3.

Estudios

maracandeses

UdeS

Filosofía

continuadores

1989

110

 

Pudiera ser eso que grandilocuentemente se denomina “relevo generacional”, en lo referente a la continuidad de aquella entelequia que respondía al nombre de Facultad de Filosofía. Como ya he explicado, no era sino el punto casual de convergencia cosmológica de fuerzas tan individuales como caprichosas… que se han ido reproduciendo[1] a lo largo de la Historia.

De igual manera que habían existido antes de mi llegada[2], también continuaron como eslabones en esa cadena eterna. A quienes conocí de todo ese contingente de continuadores[3] tengo que agradecerles haberme contagiado una frescura que el tiempo me iba haciendo perder por lógica vital (por crono-lógica)…

Así, les vampirizaba de forma bienintencionada, aportándoles de mi parte una experiencia sin carga paternalista: más bien comunicándoles con mi supervivencia que el escepticismo no estaba reñido con el crecimiento. Podía ser una forma de aportar solera sin renunciar a unos principios innegociables.

En definitiva, se trataba de una complicidad que iba más allá de los conocimientos[4]: una especie de guiño temporal superando las dimensiones, para propiciar el encuentro inmaterial de espíritus afines en una dimensión perdida.

Aunque el encuentro con los continuadores tuviese lugar en un entorno físico concreto[5], enseguida el contacto trascendía la materia: puede que estuviéramos parados charlando en medio de la calle ante la vista de cualquiera que pasara en ese momento. Pero aquel desfile sólo era una coartada de cuerpos.

Lo real era la comunicación mucho más allá de las palabras y el intercambio de opiniones acerca de teorías filosóficas, bibliografía, menudencias académicas, obras, trabajos… o sobre la realidad circundante. Lo real era una complicidad sin palabras, que se encarnaba gracias a ellas para poder traducir al lenguaje humano infinitas sensaciones que no se dejaban atrapar en unos moldes cuya fragilidad hacía que entre nosotros ya nacieran rotos.

Así, alegremente y entre territorios tenebrosos, resbaladizos y movedizos… compartíamos un testigo que no se sabía muy bien si era entregado o recogido.

Ellos, como nosotros, eran capaces de estudiar cualquier cosa, pero precisamente por eso: incapaces para la vida. Buscaban su lugar en un mundo en el que no creían, con la intención última de cambiarlo a su manera: por buena fe, no por egoísmo.

Poco a poco se fueron abriendo paso laboralmente: Marcel BRISCA, Argimiro Filosofía, Sonia ANGINA, Ramiro Filosofía, Lucas Primo… Casi con desgana, la relación de odio recíproco que compartían con el mundo en el que les tocó vivir, se trocó en convivencia conformista.

Al fin, ¿qué más puede pedir un antisistema? ¿Acaso hay algo superior a que el propio sistema le tolere y acoja? Que incluso le permita ganarse la vida… No es cuestión de renuncia ¡qué va! ni siquiera de supervivencia. Más bien es el aprendizaje creciente que nos va robando la juventud poco a poco: eso que llaman la experiencia.

Lo diré de otra manera: cuando ya había terminado la carrera, me puse gafas. Y ahora me pongo crema en los codos ¡ahora!




[1] Y continuarán haciéndolo, aunque se las privare de lugar físico de encuentro.

[2] Promociones con las que tuve más o menos contacto durante mi estancia en la Facultad de Filosofía.

[3] Lo eran simplemente por compartir cronológicamente después un espacio, una Facultad, un concepto… no por seguir doctrina alguna.

[4] Muchas veces eran superiores en ellos, a pesar de su menor formación académica.

[5] Generalmente la calle, la Facultad de Filosofía o algún bar.ia que respondía al nombre de Facultad de Filosofía. Como ya he explicado, no era sino el punto casual de convergencia cosmológica de fuerzas tan individuales como caprichosas… que se han ido reproduciendo1 a lo largo de la Historia.

De igual manera que habían existido antes de mi llegada2, también continuaron como eslabones en esa cadena eterna. A quienes conocí de todo ese contingente de continuadores3 tengo que agradecerles haberme contagiado una frescura que el tiempo me iba haciendo perder por lógica vital (por crono-lógica)…

Así, les vampirizaba de forma bienintencionada, aportándoles de mi parte una experiencia sin carga paternalista: más bien comunicándoles con mi supervivencia que el escepticismo no estaba reñido con el crecimiento. Podía ser una forma de aportar solera sin renunciar a unos principios innegociables.

En definitiva, se trataba de una complicidad que iba más allá de los conocimientos4: una especie de guiño temporal superando las dimensiones, para propiciar el encuentro inmaterial de espíritus afines en una dimensión perdida.

Aunque el encuentro tuviese lugar en un entorno físico concreto5, enseguida el contacto trascendía la materia: puede que estuviéramos parados charlando en medio de la calle ante la vista de cualquiera que pasara en ese momento. Pero aquel desfile sólo era una coartada de cuerpos.

Lo real era la comunicación mucho más allá de las palabras y el intercambio de opiniones acerca de teorías filosóficas, bibliografía, menudencias académicas, obras, trabajos… o sobre la realidad circundante. Lo real era una complicidad sin palabras, que se encarnaba gracias a ellas para poder traducir al lenguaje humano infinitas sensaciones que no se dejaban atrapar en unos moldes tan frágiles que entre nosotros ya nacían rotos.

Así, alegremente y entre territorios tenebrosos, resbaladizos y movedizos… compartíamos un testigo que no se sabía muy bien si era entregado o recogido.

Ellos, como nosotros, eran capaces de estudiar cualquier cosa, pero precisamente por eso: incapaces para la vida. Buscaban su lugar en un mundo en el que no creían, con la intención última de cambiarlo a su manera: por buena fe, no por egoísmo.

Poco a poco se fueron abriendo paso laboralmente: Marcel BRISCA, Argimiro Filosofía, Sonia ANGINA, Ramiro Filosofía, Lucas Primo… Casi con desgana, la relación de odio recíproco que compartían con el mundo en el que les tocó vivir, se trocó en convivencia conformista.

Al fin, ¿qué más puede pedir un antisistema? ¿Acaso hay algo superior a que el propio sistema le tolere y acoja? Que incluso le permita ganarse la vida… No es cuestión de renuncia, qué va, ni siquiera de supervivencia. Más bien es el aprendizaje creciente que nos va robando la juventud poco a poco: eso que llaman la experiencia.

Lo diré de otra manera: cuando ya había terminado la carrera, me puse gafas. Y ahora me pongo crema en los codos ¡ahora!

1 Y continuarán haciéndolo, aunque se las privare de lugar físico de encuentro.

2 Promociones con las que tuve más o menos contacto durante mi estancia en la Facultad de Filosofía.

3 Lo eran simplemente por compartir cronológicamente después un espacio, una Facultad, un concepto… no por seguir doctrina alguna.

4 Muchas veces eran superiores en ellos, a pesar de su menor formación académica.

5 Generalmente la calle, la Facultad de Filosofía o algún bar.

 

 

 

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