CEREAL

 

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En la Facultad de Filosofía CEREAL estaba considerado como una de las reencarnaciones admitidas oficialmente. A ello contribuía la dedicación académica de CEREAL por un filósofo en concreto, supongo que por afinidad intelectual.

También es cierto que al tratarse de Filosofía Uzbeka, como era el título de la asignatura de CEREAL, la cosa era más propicia. Pero también estaba la cuestión de la estética cotidiana: a CEREAL le gustaba el atuendo decimonónico, tan de principios del siglo XX. Sombrero y bastón (a veces traje), además de la pose y el carácter al caminar.

Todo el conjunto teatral formaba parte de la isla académica que CEREAL había conseguido conformar alrededor de su asignatura, pero dentro de la Facultad. Algo así como una autarquía del conocimiento, una parcela inalterable por el resto de las miserias de la Facultad, que eran muchas. Gracias a la libertad de cátedra, a este espléndido aislamiento, CEREAL se convirtió formalmente en el candidato ideal para llegar a convertirse en el director de mi tesina sobre los tangos.

Un par de conversaciones: la primera, en la cafetería de la Facultad de Filosofía y CC.E., donde Joaquín VERDAD y Nito nos hicieron las presentaciones que propiciaron una digna salida al callejón en el que GUSARAPO[1] había colocado mi trabajo; la segunda, en un mesón de la zona antigua[2], donde negociamos la burocracia para el buen término del asunto.

Con estas dos entrevistas (ambas en bares, nótese) y algún que otro encuentro más formal en su despacho, CEREAL y yo conseguimos llevar a buen puerto el asunto con un éxito que, si no fue académico, pudo haber llegado a serlo si hubiera existido por mi parte mayor ortodoxia.

Todo esto da una idea aproximada del carácter abierto y tolerante de CEREAL, imprescindible para una vida normal: si es que esto es compatible, pensable o concebible dentro de la Facultad de Filosofía. CEREAL tenía su pequeño mundo, en el que disfrutaba a sus anchas: un universo de pensamientos más o menos evolucionados, pero muy acordes con el ambiente propio de la zona antigua de la ciudad. Era su terreno, tanto físico como metafísico.

Lejos de un mundo real tan antipático como posmoderno, aunque conectado con él. La especialidad de CEREAL era así: te trasladaba a mundos lejanos que están en éste. Te hacía comprender que puede que sea cierta la incompatibilidad de ser filósofo con ser uzbeko[3]… pero que esto, lejos de ser un inconveniente, resulta un espejo que nos devuelve nuestra imagen real, más allá de toda ínfula: en ella paseamos entre piedras doradas, con un bastón y un sombrero. Tal vez también con una capa.



[1] Casualmente, la otra reencarnación admitida de manera oficiosa.

[2] En la misma calle del bar El compadreo.

[3] Tal como proclaman muchos puristas: la filosofía, si no es alemana o anglosajona, ya no es filosofía.

 

 

Sonido

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