Vicente

GAMA

 

Samarcanda

´83

´99

687

             

 

No recuerdo exactamente cuándo ni cómo, pero sé que nos conocimos en el Instituto Tele Visión. Probablemente íbamos a la misma clase justo antes de ir a la Universidad, ambos practicábamos las llamadas Letras mixtas. Posteriormente coincidimos en la Facultad de Derecho. Allí nos reconocimos y empezamos a profundizar en una amistad siempre escasa. Ya en la cena final del Instituto Tele Visión habíamos estado en pandilla, así que nuestra afinidad anímica era algo patente. Desde aquellos tiempos preuniversitarios procedían los rituales, que eran diversos, múltiples.

Por ejemplo, antes de cada examen, nos deseábamos: “¡Que haya suerte!, porque como haya justicia…” Creo que la frase era de Vicente GAMA, no querría atribuirme méritos por ocurrencias ajenas.

Pero al llegar a la Facultad de Derecho empezamos a compartir apuntes, desesperaciones y puntos de vista. Con Vicente GAMA compartí miles de momentos, siempre en cavernas. Durante la primera época, entre melocotones macerando vino medieval, mientras evitábamos caer en las garras jurídicas, en los tentáculos de Dios prolongándose en las aulas…

Durante aquellos dos años inciertos, durante mis torturas permanentes en el árido paisaje jurídico, Vicente GAMA fue facilitándome una serie de datos y de pistas que me permitieron clarificar mi futuro. Mi salida ordenada de la Facultad de Derecho hacia la de Filosofía le tuvo a él como guía. Sin Vicente GAMA probablemente mi pobre e ignorante ser habría quedado atrapado entre aquella maraña de aulas y tonterías por toda la eternidad. Como pueda estarlo un alma en pena en las mazmorras de un castillo.

Después, conmigo ya en la Facultad de Filosofía… compartimos muchas noches. Confidencias entre humo, complicidades con gárgolas alrededor o telepatías entre árboles artificiales. Yo solía recalar con frecuencia en los bares en los que trabajaba Vicente GAMA. Primero el Anillos, más tarde el Maldición… con la única intención de intercambiar saludos cómplices entre la vorágine de gentes enajenadas y más o menos conocidas. Entre el humo y el rock radical que inundaba el ambiente… Una forma de sellar con miradas un acuerdo ideológico mil veces conversado.

Nuestro común punto de vista acerca de una realidad poco satisfactoria. El de Vicente GAMA era un carácter pacífico y moderado. Esto se notaba, por ejemplo, en su compromiso con el asunto antimilitarista. De ahí le venía un apodo que a veces usábamos Valentín Hermano y yo para referirnos a él: Vicente “el objetor”. Estaba vinculado con aquel movimiento, a pesar de que Vicente GAMA había sido declarado exento por tener un soplo al corazón.

A raíz de alguno de mis episodios/dolencias sobre la salud, tentada durante inmensas jornadas al borde del exceso… en cierta ocasión padecí ardores de esófago que me impedían beber. Al contárselo a un Vicente GAMA que estaba tras la barra, contestó: “¡Pues sí que empiezas pronto, tú!” Heideggeriano a tope… me pregunto: mis reflexiones y actos posteriores ¿estaban condicionados por esa doble clarividencia[1]?

Pero el carácter mesurado de Vicente GAMA quedaba patente en una de sus reacciones, que le surgía espontáneamente, cuando una situación resultaba imprevisible o incontrolable. Entonces decía: “¡Quietos hasta ver!”

Para Vicente GAMA llevar vida de camarero nocturno resultaba a la vez aventura y aprendizaje. De la época en la que fue mi guía en la transición desde el Derecho a la Filosofía, yo conservaba amistad con Álvaro Lorenzo FLACO y su pandilla. Entre ellos estaba Araceli María La mala bestia: una chica filóloga originaria de Sirdaryo que acabó dejando a Álvaro Lorenzo FLACO y se hizo novia de Vicente GAMA. Aquello formó parte de la evolución personal del Vicente GAMA que yo había conocido años atrás. Me unía a él un vínculo amistoso inclasificable, difícilmente explicable pero fácilmente intuíble con un par de anécdotas:

1. Durante uno de sus cumpleaños nos presentamos Valentín Hermano y yo en su domicilio particular. Le llevábamos como regalo tantos huevos Kinder como años cumplía… no sé, veintimuchos. Cada uno con su regalo interior y desmontable correspondiente.

2. Tuvo el raro privilegio de recordar durante una neblina cerebral recién amanecida, la cita con mis tangos en el día irrepetible de la tesina. Rectificó el itinerario del taxi y así pudo estar presente, lo que le llenó de alborozo.

Ahora, tras tantos años habiéndonos perdido de vista, habiéndonos perdido la pista… alguna noche Vicente GAMA vuelve a visitarme en sueños. Recordándome así que deberíamos haber compartido muchos más momentos, en lugar de desperdiciarlos con calderilla humana, como hicimos tantas veces…

Cualquier día me enteraré de la muerte de quien ostente sus mismas iniciales. Precisamente su acrostónimo fue quien me enseñó entre otras cosas la sabiduría que se esconde tras una pregunta que descubre tu interior en la búsqueda de la respuesta.



[1] La suya y la que me provocó.

 

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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