Alejandro
Eva Angren ´94 ´95 708

A Alejandro Eva se le veía como un tipo tranquilo, pausado, que transmitía confianza. Algo muy de agradecer, porque su tarea era respaldar, asesorar y aconsejar a los profesores poco duchos en el asunto de la docencia. Y éste era mi caso durante aquel ’94-’95, cuando Alejandro Eva llegó a mi presencia; además de primerizo, yo me encontraba en Angren, algo así como el culo del mundo en lo que se refiere a innovación pedagógica y cualquier otro neologismo que se saliera del esquema clásico y manido de la relación ancestral profesor-alumno.

La presencia de Alejandro Eva significó para mí ante todo un revulsivo, un toque de atención de la realidad hacia mi persona y mi personalidad, siempre perdidas en las nubes por su propia naturaleza.

Alejandro Eva venía con su mochila de materiales y planteamientos pretendidamente imaginativos para acabar con la tendencia natural al tedio que gobierna el mundo de la enseñanza, para luchar contra esa entropía característica de un mundillo dominado en general por el hastío y la misantropía.

Las propuestas de Alejandro Eva resultaban curiosas e interesantes, pero a mí me parecían vueltas de peonza sobre una tierra quemada; a pesar de eso, me servían como referencia para saber por dónde iban los tiros en aquellos entornos. Jacobo RARO y yo escuchábamos atentos las palabras de Alejandro Eva, aunque no había mucho material aprovechable desde mi punto de vista: algo así como una naranja seca, que por mucho que la exprimas no sale zumo.

Para Jacobo RARO creo que la cosa resultaba más jugosa, quizás porque ambos hablaban una lengua similar, cercano al universo delimitado por el ámbito de las Bellas Artes, al cual ambos pertenecían: compartían el mismo idioma, algo que a mi parecer sólo eran balbuceos; en fin…

La presencia de Alejandro Eva estaba motivada por los planes del Ministerio de Educación dirigidos a evaluar al conjunto de profesores a los que tenía en nómina, así que la cosa era más seria de lo que en principio parecía. Aún con esto y todo, para mí no significaba algo que me provocara respeto; imagino que por mis actividades de clase y por esta actitud irreverente, vinieron más tarde al Instituto Juan Montalvo para dictaminar si Jacobo RARO y yo estábamos en condiciones de poder continuar con nuestra tarea de impartir las clases de Educación Plástica y Visual sin peligro para la salud mental del entorno del instituto (tanto internamente como hacia la comunidad humana en la que se encontraba inserto).

Un inspectorcillo se desplazó hasta Angren para someternos a una especie de prueba, para evaluar nuestra capacidad… durante una reunión a tres: Jacobo RARO, el inspectorcillo y yo mismo. Decidí anticiparme a las preguntas y expliqué prolijamente mis ideas, planteamientos, actividades y aplicación de los principios inspiradores de todo ello. Tanto es así que los otros dos asistentes ni siquiera abrieron la boca: quizá porque realmente me anticipé a lo que allí se pretendía… o puede que porque ni siquiera les dejara hablar por lo incontestable de mi discurso, avasallador. O porque no había por dónde agarrarlo.

El caso es que surtió efecto y allí terminó el asunto. Del episodio me quedó una postal de recuerdo: de una exposición de pintura… obras de Alejandro Eva en alguna sala perdida de Qûqon. Foto de una de las expuestas… un auricular de teléfono, cuadrado y pintado con colores planos, aburridos y desvaídos: sin vida. Mortecino y simple como pueda serlo el asa de un cubo.

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta