Niña oscura

 

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Subí desde la Cafetería de la Facultad de Filosofía y CC.E. hasta nuestra aula, la de Primero, para advertir a quien allí se encontrase de que aquel día no habría clases: uno a uno, tanto alumnos como profesores, habíamos ido bajando hasta ella. El motivo era la celebración de mi cumpleaños, que se había ido prolongando desde la noche anterior, con su consiguiente degeneración.

Cuando llegué al aula estaba ella sola, la Niña oscura: luces encendidas pero un espacio desierto, casi siniestro. Como bien pude o supe, con la borrachera que yo llevaba puesta, le expliqué la situación invitándola a sumarse al jolgorio. Pero no se mostró en absoluto receptiva… ni tan siquiera emisiva. La Niña oscura se limitó a explicarme que estudiaba simultáneamente Filosofía y Psicología, por tanto no podía perder el tiempo en semejantes chorradas como tomar copas y zarandajas por el estilo.

Mientras la Niña oscura argumentaba su respuesta, yo caminaba como bien podía por encima de las hileras de pupitres distribuidas por el aula, que para más entretenimiento tenían una ligera inclinación que facilitaba la escritura durante la cotidiana toma de apuntes. Considero un milagro no haberme roto la crisma durante la conversación, si tenemos en cuenta mi natural torpeza combinada con la circunstancia etílica que en aquel momento dominaba mi cuerpo.

Recuerdo fugazmente la apariencia andrógina de la Niña oscura y su gesto pantanoso parapetado tras el flequillo, además de la indumentaria marrón o gris como el día otoñal. Pero sobre todo sus botas: probablemente eran un símbolo o una síntesis de su personalidad, impermeables y pesadas como el plomo. Una forma de seguridad que bien poco tiene que ver con la vida misma, tan imprevisible como un cumpleaños por fortuna improvisado. No sé si volví a ver alguna vez a la Niña oscura durante los años siguientes o a lo largo de mi vida. Quizá fuera sólo una alucinación de mi personalidad desdoblada bajo los efectos del alcohol y la euforia correspondiente. Algo así como lo que yo no querría ser de ninguna manera, en clarividente prosopopeya.

 

 

Sonido

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