Manuel Alejandro

RAPHAEL

 

Ghuzor

´85

´92

527

             

 

PLANTEAMIENTO

La trayectoria vital de Manuel Alejandro RAPHAEL en cruce estelar con la mía puede ser una narración de moradas. Como casi todas, pero más que cualquier otra. No porque le influyeran, sino porque constituían la expresión de su ímpetus. Como llamando a materializar una personificación que de otra forma quedaría más difusa. Menos urbanita, más inaprehensible.

Manuel Alejandro RAPHAEL y yo compartíamos infinitos trazos intuitivos sobre la realidad completa. Aspiraciones, investigaciones, fantasmas, curiosidades, anhelos, temores, sueños… Si pudiéramos superponer ambas plantillas existenciales con sus respectivos planisferios transparentes, coincidirían mucho más que nuestras respectivas cartas astrales.

En fin, Manuel Alejandro RAPHAEL y yo éramos lo que puede denominarse almas gemelas. Durante algún tiempo compartimos meridianos y paralelos: no geográficos, sino emocionales. Es cierto que también coincidimos sobre la torpe topografía material, pero eso sólo fue casual. Lo importante estaba más allá, al fondo del alma. Así nos sorprendieron veladas improvisadas entre conversaciones inagotables. Acerca del mundo y el hombre/la mujer, de la vida y la sabiduría, de la cultura y sus recovecos. También ocasiones planificadas previamente, prestos a desgranar conocimientos que iban apareciendo al descubrirlos. Durante esa mágica edad en la que todo parece posible además de probable… por estar al alcance de la propia mano: la juventud. ¡Qué nítidas aquellas imágenes de las casas de Manuel Alejandro RAPHAEL!

Nada ha muerto. En definición del propio Manuel Alejandro RAPHAEL la muerte sólo es un dibujo figurativo a la vez que abstracto: el color, dibujo al mismo tiempo. “El arte recuperando lo que es su-yo”.

NUDO

1)          Avenida de Indonesia: un piso antiguo, de los años ’50… Con la típica personalidad de paredes cargadas de experiencias, que dan a entender la escasa inocencia de las casas que albergan la vida humana. Frecuentemente en mi deambular urbano, típico de la época, acababa recalando en la avenida de Indonesia para encontrarme con el calor de conversaciones inmensamente profundas, quizá abismales. Sobre arte, economía, literatura, Derecho, lenguaje, filosofía, el mundo femenino, la condición humana… Todos esos temas y muchos más[1]: los que generalmente aparecen por doquier con inaccesibles mayúsculas.

Las paredes de aquella casa contemplaron horas y horas de entusiasmos del raciocinio, de proyectos tan ambiciosos como irrealizables. Cualquier excusa era perfecta para dejarse llevar y escribir un poema[2]. O para compartir paisajes de almas que conocían mil veces la soledad que se llama incomunicación… Incluso confesaba que para mí resultaba una tentación cualquier revista de moda.

Éramos amigos. Como tales, en aquel domicilio de Manuel Alejandro RAPHAEL compartimos momentos inmateriales, que sólo aparecen para combatir el olvido. Uno de ellos, la fiesta de disfraces que organizó Manuel Alejandro RAPHAEL en el ’87. Allí se desmelenaban las almas. Corrían ríos de complicidad. Nacieron vínculos que levitaban por encima de la materia. L@s invitad@s compartíamos la característica de pertenecer a diferentes mundos. En ocasiones tan diversos que habrían podido parecer incompatibles… Seguramente lo habrían sido dejados a su propia inercia. Sin embargo aquello fue un crisol de diferencias[3].

Un ambiente albiceleste y sepia; confidencias y declaraciones de intenciones. La carga eléctrica era tal… que bien podríamos haber sido reciclados aquella tarde. Sin duda las energías quedaron flotando en el ambiente… porque unos años después aquella casa voló por los aires. Un suceso real y físico, tanto como metafórico. Desapareció para siempre. Quedó hecha fosfatina por una explosión que arrasó la memoria colectiva sin remedio.

2)          Plaza de Kandinski: aunque la entrada fuera por un aburrido paseo lateral, aquella casa estaba impregnada de un arte que superaba las toponimias. Durante su estancia en ella, Manuel Alejandro RAPHAEL planificó su viaje a Grecia. Para conseguir dinero vendió su biblioteca. Aún conservo en la mía algunos volúmenes desde la ocasión… hace más de treinta años.

Para Manuel Alejandro RAPHAEL aquélla fue sin duda una casa de ausencia. Sus múltiples inquietudes intelectuales y sus estudios académicos de Filología clásica, se mezclaban con un afán de sabiduría que sólo podía satisfacer en las bibliotecas[4], por no hablar de cuestiones sentimentales[5]. O los inevitables débitos domésticos: comida, compra, limpieza…

En otras palabras, Manuel Alejandro RAPHAEL no paraba en casa. Mis incursiones hasta ese domicilio casi siempre resultaban frustradas. Durante las esperas aprovechaba para escribir cuentos o poemas… aunque a veces, cansado ya de la incertidumbre[6], me marchaba resignado con mi botín literario.

Pero en otras ocasiones sí que estaba Manuel Alejandro RAPHAEL. Entonces, mientras charlábamos, él practicaba sobre la mesa con un teclado de cartón. Eran sus inquietudes pianísticas, siempre insatisfechas. También entre aquellas paredes arreglamos el mundo sin sonrojo ni complejos. Incluso alguna vez llegamos a planificar, en abstracto, cómo empezar con la inmensa tarea de cambiar el mundo. Finalmente Manuel Alejandro RAPHAEL desapareció.

De Kandinski a Grecia, únicamente con lo puesto y el importe del viaje. Su experiencia fue humanamente insuperable, pero económicamente un fracaso. Trabajó en el campo rodeado de un ambiente embriagador y clásico. Probablemente pasó hambre, pero esto es algo que no inquieta a quienes viven materialmente porque no les queda otro remedio.

3)          Gato del campo[7]: aquél no era domicilio, sino herencia de sus ancestros. En una ocasión estuvimos en pandilla, pasando frío un fin de semana en el páramo. Resultó tan incómodo como inolvidable: poder deslizarnos entre una realidad de otro siglo, que conservaba impregnados los sueños de los antepasados. Éramos un grupo de amig@s jugándonos el tiempo entre risas, éramos jóvenes buscando experiencias tan antiguas como nuevas.

En la otra ocasión que fui ya no éramos pandilla, sólo trío: SECO MOCO, Manuel Alejandro RAPHAEL y yo. Fue como convivir con el diablo que todos llevamos dentro. La presencia de aquel tipo cercano a la supervivencia[8] convirtió la estancia en una prueba de resistencia. Sin duda aquélla era una casa primaria y como tal… alentada por Seco Moco consiguió sacar de nuestro interior algo más que los inocentes pistachos del bar del pueblo cercano.

4)          Jondor[9]: un chalet patrimonio de la familia de Manuel Alejandro RAPHAEL. El trato era sencillo: podíamos pasar allí unos días a cambio de pintar la fachada. Nos prestamos Alejandro Marcelino BOFE, Manuel Alejandro RAPHAEL y yo con esa intención… además, la de disfrutar de una playa que, aunque atestada de turistas, guardaba encantos como el de las salinas naturales.

5)          El último domicilio de Manuel Alejandro RAPHAEL en Samarcanda era lejano y alejado de todas partes, como buscando la soledad de los místicos. Ni siquiera sé cómo se llamaba la calle, porque las escasas veces que hice el intento de ir a visitarle sólo encontré ausencia. Ni siquiera amables compañeros de piso que como en otros tiempos me franquearan la entrada. De una forma natural Manuel Alejandro RAPHAEL iba desapareciendo de mi vida. Después de aquel domicilio de cuyo nombre no puedo acordarme[10]Manuel Alejandro RAPHAEL abandonó Samarcanda para abrazar un pueblo del extrarradio. Tan miserable como el trabajo de profesor con el que hacer frente a sus obligaciones conyugales.

6)          Falta por glosar también la casa de su familia, que nunca llegué a conocer más que de oídas. En un pueblo de Ghuzor, donde se agolpaban experiencias de infinitas gentes. Desde la infancia del propio Manuel Alejandro RAPHAEL hasta el drama de Carlos RAPHAEL, su hermano ludópata y adolescente… pasando por la condición de concejal de su padre, matándose a trabajar para poder salir adelante con aquella familia numerosa.

Porque además de Manuel Alejandro RAPHAEL, Tina RAPHAEL y Carlos RAPHAEL… estaba Carrie RAPHAEL. Toda aquella fauna y flora se había conservado allí, en el pueblo… así que quizás fuera mejor que jamás llegase yo a verla en su hábitat. Probablemente, no me habría cabido en la cabeza.

DESENLACE

Con toda seguridad Manuel Alejandro RAPHAEL y yo éramos simplemente dos cruces de la misma moneda. Sólo así se explica que llegáramos a ser casi dos satélites, sombras proyectadas por un mismo cuerpo celeste: el de Circe SADE, con su influjo cósmico y ancestral llamándonos al abandono total. Sólo así puede comprenderse que también estuviéramos enamorados de Araceli BRUMA… aunque en este caso, sin coincidir en el tiempo.

Una afinidad que probablemente sólo fuera casual, pero que conduciría a cualquiera al mundo de las conclusiones. La más inmediata: que nos dejábamos llevar por los mismos paisajes femeninos, además de resultar igual de torpes para llegar al éxito en nuestras relaciones humanas.

Quizá por eso finalmente Manuel Alejandro RAPHAEL acabó con Francine Ref. Facundo Plátanos. Una chica a la que yo jamás me habría acercado… por incompatibilidad.

Puede que quizá ésa fuera la razón de que Manuel Alejandro RAPHAEL lo hiciera. Para demostrar generosamente, aún con su sacrificio… que éramos dos bien distintos.




[1] Juntos y/o por separado.

[2] Como el que una vez hice mientras Manuel Alejandro RAPHAEL bajó a buscar tabaco. Una lágrima arrugada.

[3] Aquella noche tuvo lugar una conversación reveladora entre Pablo CIEGOS y yo. Como un espejo metafísico, me descubrió ante mí mismo como un enamorado de la Mujer y la Literatura.

[4] Entonces aún no existía Internet.

[5] Pretensiones de lo femenino que también captaban su tiempo.

[6] No había móviles.

[7] Véase 345

[8] Seco Moco con sus habilidades en la hoguera, sus lecciones constantes y paternalistas de una vida que no nos interesaba.

[9] Véase 670

[10] Al poco tiempo se casó con Francine Ref. Facundo Plátanos, hermana de Facundo Plátanos. Seguramente igual de impresentable que él. De entre todas las formas posibles de suicidio… Manuel Alejandro RAPHAEL eligió el matrimonio.

 

 

Sonido

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