Aries

Bar

 

Kagan

´83

´85

141

             

 

Si existe el concepto de bar normal, el Aries respondía a la perfección. Combinaba dos ambientes: el de las visitas rápidas[1] y el de quienes íbamos a la parte más amplia, apartada del trajín principal, con una cristalera grande: lo que la hacía íntima sólo hasta el punto de lo decoroso.

Nada que decir sobre la primera clientela, típica del alterne de la clase media en el Uzbekistán de los ’80. Sobre el otro colectivo, el nuestro: evidentemente se trataba de grupos de amigos y/o parejas deseosas de un rincón cómodo en el que conocerse (la personalidad) con la excusa de los juegos de mesa.

Así, nuestro grupito estaba constituido por Rai ÁGIL, Paqui SOTA, Romina BUSCA y yo. Un caso típico de las dobles parejas, que en el caso de la versión humana (nada que ver con la del póker) suele ser una técnica amortiguada del noviazgo… por aquello de que en la cantidad se diluye la responsabilidad. Siempre queda el recurso a las interpretaciones cuando una situación no es del agrado de alguno de los implicados.

Así, en aquella pareja doble, Paqui SOTA era la intentona de Rai ÁGIL por tener novia y Romina BUSCA era la mía. El caso era algo atípico, porque ellos tres vivían en Kagan y yo en Samarcanda, con lo que esto tenía de distancia casi insalvable a mis 17 ó 18 años.

Si yo hubiese querido algo claro y concreto, habría debido tomar una postura inequívoca, cosa que mi timidez e inexperiencia no me permitieron… a lo más que llegué fue a una pseudodeclaración con postalita[2] en la que le contaba a Romina BUSCA que la echaba de menos. Ante su respuesta madura y consecuente, diciéndome que a ella le gustaban las cosas claras… imagino que debí acojonarme y aquélla fue la línea descendente de una relación que jamás llegó a existir fuera de mi voluntad e imaginación, incapaz de saltar aquel puente y llevarla sin naufragio hasta el mundo real.

Todo esto estaba en germen en el Aries, cuando los cuatro dedicábamos horas y esfuerzos infinitos a llenar el tiempo con la calidez de una compañía que para mí era tan agradable como inmensa[3], pero a la que no sabía dar una solución de continuidad. Jugábamos incansablemente al Continental, utilizando la excusa de las cartas para adivinar todo tipo de intenciones: ajenas y propias.

Parecía que el Aries era la preparación perfecta para una etapa siguiente que nunca llegó. Al menos en mi caso, porque ignoro si Rai ÁGIL y Paqui SOTA llegaron a algo más en aquel camino. Imagino que no, porque su relación contaba con el apoyo implícito de la existencia de la nuestra (la de Romina BUSCA y yo). Las excursiones por el campo, los cuatro juntos, escuchando a Silvio Rodríguez y disfrutando de la magia de la compañía… así lo indicaban.

Probablemente la clave se encontrara en la continuidad de nuestras sesiones en el Aries, sin más actividades que nos dispararan hacia el espacio exterior… ¿cuándo dejamos de ir al Aries? ¿Cuál fue nuestra última visita? No podría decirlo, pero simple y precisamente aquella falta de riego fue el motivo que hizo marchitarse una planta que quizás pudo haber llegado a convertirse en un frondoso bosque. El Aries ha quedado en mi recuerdo como la tristeza de una mañana otoñal sin sol… en la que la vida parecería estar ausente, si no fuera por el frío.




[1] Clientes para los que estaba destinada la barra.

[2] Típica de adolescentes.

[3] La de Romina BUSCA.

 

 

Sonido

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