Carcajadas

Pub

 

Jizzakh

´88

´90

 610

             

 

Sólo insinuar dirigirse al Carcajadas para tomar una copa, descargaba la risa contenida por el cuerpo durante los últimos tiempos. Supongo que a la mente lúcida que se le ocurrió el nombre de Carcajadas para un garito ya contaba con ello, ¿no? Difundir buen rollo sólo nombrándolo, repartir sin miramientos energía positiva.

El hecho de estar en Jizzakh significaba ya con este nombre: la intención de quitarle cuanto tiene de estirado y tradicional el ambiente estepario por herencia.

Lo cierto es que fueron pocas las ocasiones en las que tuve ocasión de recalar por el Carcajadas… pero significativas. De hecho, ya con antelación Conrado RASPA[1] me había desafiado a tomar alguna copa en él cuando coincidiéramos en Jizzakh. A raíz de dicho desafío, yo había interpelado a otros indígenas de aquellas tierras, como Nito, sobre la condición del antro, provocando carcajadas sin cortapisas.

Durante una de mis visitas a esa ciudad repleta de murallas y místicos, finalmente llevamos a cabo el mentado desafío que me vinculaba con Conrado RASPA: sin dudarlo ni un instante nos pusimos a la tarea y dirigimos nuestros pasos hasta el Carcajadas. Lógicamente el momento de traspasar el umbral fue apoteósico, entre complicidades hilarantes. Una vez dentro el sitio resultó ser de lo más normal: grisáceo y repleto de elementos comunes para los garitos de su estilo en la ciudad.

Sí que es cierto que resultaba algo extraño su horario de apertura tratándose de un pub (era primera hora de la tarde), pero al encontrarse en uno de los vértices del Triángulo maldito, tampoco resultaba en exceso llamativo nada de lo que pudiera ocurrir. Lo que sí reclamó mi atención fue la mirada del camarero: hostil, atravesada. Lo atribuí al asunto de que probablemente conociese a Conrado RASPA de alguna ocasión anterior menos propicia. Máxime cuando al preguntarle al propio Conrado RASPA por aquella reacción… hizo como si no se diera por enterado.

“No deja de ser un poco contradictorio que te miren mal por reírte en un bareto llamado Carcajadas” –pensé. El caso es que allí tomamos lo que fuera menester y con las mismas nos fuimos después a otra parte… me quedó la imagen de un sitio frecuentado por gente normal haciendo cosas normales, como jugar a los dardos, a las cartas o al billar: lo que se dice un sitio provinciano.

Conrado RASPA y yo aprovechamos la ocasión (y las posteriores, si las hubo) para hacer un poco de Antropología de Jizzakh a la vista de los ejemplares que el panorama nos ofrecía para el estudio. Mientras tanto, yo jugaba con un posavasos entre las manos. Un par de animalitos reían sin cortapisas en el inocente dibujo acartonado, mientras bajo ellos un cartel rezaba anunciador: Carcajadas.

Supongo que la idea era ésa: predisponer al público positivamente para pasar un rato agradable en el lugar. Los elementos que por allí circulaban parecían ajenos al humor (el bueno y el malo), como fantasmas levitando sobre una realidad prestada. Aquello fue un poco decepcionante: no lo diré, pero habría esperado otra cosa.

En fin, los humores son tan relativos como la geografía o las expectativas: las que yo tenía provenían precisamente de haber convivido con estepari@s fuera de Jizzakh… y eso sí que son carcajadas.

 




[1] Durante conversaciones mantenidas en Samarcanda.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta