La cazuela 

Cafetería

 

Samarcanda

´85

´95

436

             

 

La cazuela parecía más bien un almacén de harinas en medio de un pueblo que una cafetería en plena ciudad. Era un sitio grande y frío habilitado para largas veladas de café y juegos de mesa. Uno de esos bares pensados para albergar parejitas que quieran emular las largas veladas invernales de un domicilio conyugal.

Yo generalmente iba por La cazuela a jugar a la máquina tipo petaco con Jesús Manuel LAGO y Araceli BÍGARO en la época que ellos dos hacían pareja y los tres formábamos pandilla… Aunque alguna vez también me sorprendió alguna ocasión diferente. Como el día que llegó Nini Resús a presentarnos a su ligue de Bukhara, Sabrina GORGORITO. Una chica que estudiaba Derecho en Samarcanda, tímida y simpática… iba bastante a juego con La cazuela.

Salvo aquellas veladas extemporáneas en las que calentábamos motores antes de empezar la verdadera peregrinación por la noche maracandesa, La cazuela no albergó más que algún café fuera de horas.

Era un refugio para corazones cálidos, propedéutico de una futura vida previsible y aburrida. No llegaba a ser triste, pero La cazuela tampoco era un bar especialmente eufórico. Años más tarde disfruté su ambiente en compañía de Pancho Chapas, que era amigo de los dueños. Con su llegada las paredes se llenaban de aquellas limpias carcajadas que eran su canana.

Bueno, estaba bien, era lo más que podía llegar a decirse de un bar que no destacaba especialmente por nada. Tampoco lo pretendía, su personalidad estaba revestida de esa extraña humildad que tienen algunos pueblos. Se complacía en ser como era, sin ostentaciones ni falsas apariencias. Conectar con La cazuela era fácil… casi tanto como no volver por allí, sin ningún remordimiento.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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