Los triciclos

 Pub

 

Samarcanda

´83

´85

446

             

 

Los triciclos era el típico pub de principios de los ’80, cuando estaba recién estrenada la tolerancia sexual hasta entonces desconocida por imperativos políticos y educacionales de la dictadura.

Así, en Los triciclos se daban cita lo que ahora se llamaría singles. Un lugar donde conocerse mejor antes de pasar a otras lides, digamos más carnales. Téngase en cuenta además que aún no había aparecido el SIDA y por lo tanto la mentalidad dominante tenía por un lado el ansia de sacar aquellos atrasos reprimidos por el dictador… y por otro lado no conocía más límites o cortapisas que la propia conciencia. En según qué asuntos, a menudo no se imponía cortapisa alguna.

De hecho Los triciclos, cuando yo lo conocí, era uno de los lugares favoritos de Seco Moco. Solía quedar allí con sus posibles víctimas sexuales. Le resultaba un territorio más o menos conocido, más o menos bajo control. De ahí que el año ’84 llegara yo por vez primera a descender aquellas escaleras que llevaban hacia otro universo para mí desconocido. Entonces no lo imaginaba, como tampoco Los triciclos podía sospechar el futuro que le aguardaba.

Era un sitio acogedor y amarillento. Un poco frío y con la costumbre de consumir cacahuetes salados para complemento de las bebidas. Lo recuerdo porque la primera vez que fui Seco Moco estaba practicando sus tácticas de macho en celo con una amiga suya de la época. Una tal Mari Cruz Ref. Seco Moco, simpática y fea. Le miraba escéptica y retadora mientras comía cacahuetes con lascivia insinuante. Para provocarle a entrar en una dinámica que[1] a él no le resultaba invitación o tentación suficiente.

Al poco tiempo de aquel encuentro Mari Cruz Ref. Seco Moco desapareció… El ritual consistía, según supe después, en que Seco Moco ya había conseguido el objetivo carnal de follársela y lo que ella pretendía era una continuidad a la que él se negaba.

Para eso servía el pub de Los triciclos… “Pues muy bien” –pensé; “gran aprendizaje”. Pero era algo más. Simplemente la demostración de que los rituales relacionados con el erotismo pueden llevarse a cabo de forma civilizada y discreta. Para mi inexperiencia suponía toda una importantísima lección. Aprender a controlarse en público, a dominar las propias reacciones cuando el corazón está en juego… tiene mucho de socialización, sin duda. Pero simultáneamente, al traicionar o amortiguar la animalidad natural, se pierde autenticidad.

Era el gran teatro de la vida en su versión descarnada, sin sentimientos… la vida por encima de los corazones. Como el de aquella pobre mendiga de cariño ante un bloque de mármol. A mí Seco Moco me parecía una máscara, una farsa. Si la gente cuando llegaba a Los triciclos se dedicaba a eso que llaman civilizar los sentimientos… sin duda, como clase particular para mis veinte añitos no estaba nada mal.

Poco después Los triciclos cerró y en un santiamén, sobre aquellos mismos metros cuadrados escondidos en una especie de “tierra, trágame”… tuvo lugar la histórica inauguración del Fin de siglo, cuya historia es más amplia y profunda. Todo un ejemplo de reencarnación, sin duda.

Años más tarde el Fin de siglo se mudó un poco más abajo. En la misma calle… A lo que en principio –hace ya 30 años– se llamó Los triciclos, ahora se le llama La fogata. Casi nunca he estado en ella bajo esta denominación, pero a buen seguro que en el interior de aquel local que ha ostentado tantos nombres diferentes… siguen ardiendo los mismos deseos. Aunque sea a costa de quemar las almas sin piedad ninguna.




[1] Si él llegaba a percibir, cosa que dudo.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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