Papaíto

Chiringuito

 

Kagan

´74

´85

489

             

 

El Papaíto era un chiringuito infumable que olía a sardinas asadas, su especialidad. Lo regentaba un gordo bigotudo y sudoroso que apestaba como el bareto. Cuatro mesas y una caseta en un ambiente pretendidamente sano… porque estaba en el campo, junto al Monasterio y al Redondel, en El Pestiño.

El típico cachivache de los ’70, sin la más mínima medida higiénica… allí recalaban las familias ansiosas de campo libre, de horizontes civilizados allende la miopía saharaui. Yo solía ir de la mano de mis padres los fines de semana, con la excusa de la misa dominguera. Aire libre para los pueblerinos, en una palabra. Sólo que de aire libre nada, porque el garito del Papaíto era una fábrica de humo insalubre. Aceite quemado, sardinas chamuscadas y alrededor un poco de hierba para dar el pego.

Algo así como el inicio de los progres, cuando aún no se había metido la política por el medio y la ecología no existía ni como palabra. Ecologismo de fumadores y domingueros apestando a una dictadura tan rancia como aquel aceite.

De los inolvidables ratos pululando entre aquellas mesas, siendo incomprensión y desesperación para unos padres que esperaban hijos menos inquietos… ha quedado sólo la sensación de permanente romería que albergaba aquel paisaje. Porque por allí, junto al Redondel, pasaba todos los años la comitiva. Para rendir pleitesía a una virgen… que apestaba a sardinas, militares, ganado rancio y gordos devotos. Haciendo todos algún tipo de negocio cutre a costa de frustraciones sublimadas en fiestas pueblerinas.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta