Joaquín Modesto

 

Angren

 

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La sonrisa de Joaquín Modesto Angren era tan diáfana como su mirada de ojos claros. Casi infantil, precisamente por este motivo más cristalina y cercana. Es probable que debido a ese contagio casi mágico que supone la convivencia[1], Joaquín Modesto Angren se rodeaba de niños en cuanto tenía la oportunidad.

Con la excusa del ejercicio físico, deporte reglado casi siempre. Joaquín Modesto Angren organizaba actividades extraescolares que atrajeran a los infantes a su lado. Quizá con eso buscara la esencia de la juventud perdida. Si no eterna, al menos retenible como compañía. Las malas lenguas hablaban de su afición a rodearse de niños: lo que era lógico por ser profesor de Educación Física. Pero la rumorología iba más allá y hablaba oscuros mitos sobre las duchas. Jamás tuve indicios de que fuera cierto. En fin, entretenimientos de pueblo…

Más allá de las habladurías y rumores propios de cualquier pueblo, presto a envenenar cualquier cosa. Como dijo históricamente algún Jesús, para Joaquín Modesto Angren era deseable que dejasen a los niños acercarse a él. Lo demás son suposiciones, hipótesis, venenos de inquina.

Puede que así Joaquín Modesto Angren se resarciera de los infinitos sinsabores de ser director del Instituto Juan Montalvo ¿Quién conoce los mecanismos psicológicos del ser humano?

A pesar de ser un tipo algo creído y cargado de suficiencia… en el fondo yo comprendía su postura, su situación y sus reacciones.

Como en aquella ocasión en la que, en plena Junta de evaluación, en el Instituto Juan Montalvo: saqué el periódico Noticias del mundo. Decía literalmente que el niño vampiro estaba escondido en los alrededores de Angren. El rostro de Joaquín Modesto Angren se iluminó con una sonrisa, que él se esforzó para que se convirtiera en carcajada. Su mirada cómplice me indicó en aquel instante que entre nosotros se producía una comunicación que iba más allá. De las convenciones académicas, las jerarquías laborales y toda esa ristra de zarandajas. Ese rosario de tonterías que lleva aparejadas la condición humana.

En el fondo Joaquín Modesto Angren comprendía mis desplantes hacia el Ministerio de Educación introduciendo libros equívocos en las lecturas asignadas a mis alumnos. También se arrepentía de alguna jugada sucia que había hecho aquel curso[2].

Era un tipo agradable y simple a partes iguales, un buen esbirro del Ministerio de Educación, con adecuado perfil para ello.

Si Joaquín Modesto Angren era capaz de reírse de todo aquello, seguramente también interpretaba acertadamente que en aquel teatro me la sudaba todo… En el fondo yo sólo era un niño vampiro que había estado escondido en Angren durante un curso completo.




[1] Bien lo saben los expertos en Antropología: magia de contacto y de contagio.

[2] * Darle la dirección particular de mi domicilio a un padre cabreado.

* El inicio de una sanción por el retraso que yo tuve regresando de Andijon.

* Horarios de trabajo (sobrecargados e ilegales) que me asignó por instrucciones de Indalecio Angren

 

 

Sonido

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