Joaquín

Pilla Yeska

   Samarcanda

´83

´98

381

           

  

Con Joaquín Pilla Yeska resultaba fácil la noche. Al principio, cuando le conocí, era un radiopita más en la inmensa selva de los ’80. Poco a poco, por afinidad fue pasando la criba del tiempo. Y lejos ya de las ondas, cuando me quedé sin ladrillo, la amistad con Joaquín Pilla Yeska seguía vigente. Pronto olvidamos el origen pirata que tenía… aunque conservó aquel espíritu en esencia.

Empezamos a compartir otras cosas. Cervezas, charlas, ocurrencias nocturnas, excursiones que no eran de día, intentos de ligoteos… En fin, lo que suelen tener en común los amigos de 20 años, más preocupados por el placer que por las obligaciones. Aunque tampoco las olvidábamos. Estuvimos implicados en varios proyectos empresariales que finalmente sólo llevaron al fracaso. Constituyendo el corpus que muy acertadamente Valentín Hermano bautizó con el nombre genérico de RUINASA.

Allí cabían infinitas ideas, en principio todas buenas. Pero por una u otra razón acabaron en fracaso, en la más absoluta de las miserias económicas. Sin duda, el dibujado por estos tres vértices[1] era un triángulo económicamente peligroso. Un pozo sin fondo al que fueron a parar infinitas horas de esfuerzo y desvelos, así como un montón de dinero finalmente desperdiciado.

El carácter inquieto de Joaquín Pilla Yeska le llevó allá por el ’86 a coquetear con la delincuencia[2]. Pero finalmente encontró su cauce adecuado a través de lo que ahora llaman “ser emprendedor”. Comprobando el listado de proyectos que constituyeron RUINASA pueden constatarse: idea, origen, desarrollo y motivos de los fracasos. En algunos de ellos participó Joaquín Pilla Yeska.

A este hombre le resultaba imposible sustraerse a según qué universos. Uno de ellos era el informático. No sólo le cautivaba, además tenía el cerebro troquelado de esa manera, específicamente para la cuestión. Era programador autodidacta. Esa tarea, junto con las salidas nocturnas y los afanes erótico-femeninos, le absorbía todo el tiempo y las energías.

Más allá de cuestiones puramente laborales, Joaquín Pilla Yeska era un individuo peligroso porque se apuntaba a todo. Era el eco de mi/nuestra imaginación calenturienta.

Forofo del bingo, más de una noche me arrastró a las timbas de los casinos, con su consiguiente arrepentimiento posterior… Para evitar que volviese a ocurrir, una noche me quemó el deneí: dio igual, la siguiente fuimos con pasaporte.

Aparte de su desmesurada afición al whisky provinciano, ésta era otra de sus facetas características: la piromanía. Alguna noche recorrimos en su coche calles solitarias o no tanto, intentando pegarles fuego a los contenedores… por fortuna sin conseguirlo casi nunca. En una de las ocasiones lo intentamos con uno desamparado en una placita. Después nos fuimos de marcha hasta El maquinista. Al volver, ya amaneciendo, una columna de humo que se veía a kilómetros de distancia nos hizo sospechar del éxito de la operación. Con cautela fuimos hasta el lugar de los hechos y comprobamos in situ que del contenedor sólo había quedado una rueda. Lo demás había sido pasto de las llamas.

Pero todo esto eran vandalismos intuitivos, sueltos y asistemáticos. Una forma de canalizar la rabia hacia una sociedad que no nos daba oportunidades. Nada que ver con posturas políticas o cosas por el estilo. De hecho, políticamente Joaquín Pilla Yeska era conservador y yo lo contrario.

Coleccionar cosas tan inútiles como robadas era otra de sus/nuestras aficiones. El logotipo de la puerta de un banco en una de las principales avenidas de Samarcanda se nos resistió de milagro.

Allá por el ’90 Joaquín Pilla Yeska solía decir: “Follo menos que un casao”[3]. Suerte que al poco tiempo Joaquín Pilla Yeska empezó a trabajar fuera del circuito familiar en una tienda de informática. Allí conoció a Rosa LILA y ambos sentaron la cabeza.

Hasta entonces se había dado maña manejando carretillas elevadoras en la nave industrial de su tío… Durante aquella época las borracheras nocturnas eran tan descomunales que olvidaba dónde había aparcado el coche. Más de una vez al día siguiente tuvimos que hacer excursiones de resaca, para buscarlo entre callejones destartalados.

Para entonces ya estábamos metidos en el mundo del tango hasta las trancas. A Joaquín Pilla Yeska le encantaba transitar de noche por lugares de copas atestados de gente, con Gardel sonando a tope por los altavoces. El Fin de siglo y mi tesina tuvieron mucho que ver en el asunto, porque Joaquín Pilla Yeska tenía capacidad para entrar en sintonía con la gente de la Facultad de Filosofía. Allí encontró un filón imaginativo para sus noches de copas.

Eso le hizo abandonar un poco la afición que tenía a carreras automovilísticas conduciendo borracho. Más de una vez puso en peligro su vida y la mía. Mirado desde ahora, con la frialdad que otorga la madurez… casi parece un milagro no haber sucumbido en el intento. O salir ardiendo cualquier noche. Porque Joaquín Pilla Yeska quemaba calcetines, foulards y todo lo que pillaba por el camino. Un peligro propio y ajeno, sin lugar a dudas. Tratándose de Joaquín Pilla Yeska, las anécdotas podrían contarse por cientos.

Cuando ya estaba casi domesticado, dedicaba sus noches a fumar porros en el sofá de casa de Rosa LILA. El colmo de aquellas veladas llegaba cuando, ya cocido de droga, decía: “Me parece que me voy al marco”. Con gran dificultad levantaba el cuerpo del sofá y se dirigía a la puerta más cercana. Una vez allí, de pie, apoyando la frente sobre el marco de la puerta, intentaba recuperar la lucidez perdida. Pero la cerveza (o el whisky) y los porros se lo impedían. El siguiente paso, claro, era la cama hasta el día inmediatamente posterior.

A colación de cualquiera de esos momentos inolvidables, Joaquín Pilla Yeska sacaba a relucir su teoría de los tres estadios de la felicidad para el ser humano: cómodo, comodón y comodiós.

Joaquín Pilla Yeska también era aficionado al Tetris en la época que estuvo de moda… no se le daba nada mal, aunque fuera en el Anillos y tras muchas copas.

Pero una de sus favoritas era la afición gastronómica nocturna. Ir a cualquier sitio con posibilidad comestible y pedir: “–Un sandwich de queso y queso con mucho queso”. “–¿Cómo?” Y él: “–Sí, de jamón y queso, pero sustituyendo el jamón por queso… y además, raciones generosas, ¿eh?” Claro, que también podía ser un bocata de cualquier otra cosa. Por ejemplo, un Da Vinci: la especialidad del garito con ese mismo nombre.

Todo esto, claro, pasaba después factura en su figura de sílfide… ya irrecuperable, como la cordura. “¡Vaya barriga que tienes, Joaquín!” –le decía Valentín Hermano. Y Joaquín Pilla Yeska: “–No es la barriga, son las raíces de los huevos”. Carcajada general y a otra cosa.

También decía Joaquín Pilla Yeska con cierta frecuencia: “Los seres más útiles de la sociedad somos los gordos, porque damos calor en invierno y sombra en verano”. Como puede comprobarse, autocrítica y sentido del humor no le faltaban.

Claro, normalmente Joaquín Pilla Yeska se rodeaba de gente de su mismo pelaje. Por ejemplo, los llamados “hermanos Dalton”[4] eran paradigmáticos. ¡Cuántas noches inolvidables, ya olvidadas!

Sólo queda ese poso, ese sedimento a partir del que ha crecido a día de hoy el árbol de la persona decente. Una demostración de que por muy desechado del mecanismo social que pueda parecer alguien, siempre puede volver al redil. Cotizar y hacer un papel no sólo socialmente reconocido. En ocasiones, incluso envidiable.

Desde hace muchos años Joaquín Pilla Yeska ostenta, junto con Rosa LILA, una boyante empresa dedicada a la informática. Proveedores de Internet, entre otras cosillas.




[2] Seco Moco y él acabaron en la cárcel aquel verano por haber saqueado una tienda de ordenadores, con nocturnidad.

[3] Quizá sea cierto. A fuerza de buscar la seguridad, cuando se consigue… llega la desidia. El casado podría estar follando todo el día (se dan las idóneas circunstancias buscadas por el soltero) pero precisamente por eso, se deja llevar por la inercia de la vaguería. En otras palabras: teniendo la potencia ¿a quién le interesa ya el acto (sexual)?

[4] Cecilio Dalton y Javier Dalton.

 

 

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