Romina

BUSCA

 

Kagan

´84

 ´85

624

             

 

Gracias a Romina BUSCA se me acercó por segunda vez la Nueva Trova Cubana. Pero yo aún no estaba maduro, no supe acogerla en mi interior. Lo mismo me pasó con la propia Romina BUSCA, aunque la intuía muy cerca. Casi en la misma órbita que mi interior, errática por un Cosmos oscuro y desconocido, incontrolable. Pero no hubo intersección de órbitas.

Corría el año ’84 y yo quería acercarme a Romina BUSCA, pero no sabía cómo hacerlo. Lo más semejante a la cercanía fue enviarle una postal con la ilustración de un payaso llorando, que decía: “Yo sin ti”. Pero Romina BUSCA era infinitamente más madura y me respondió que si quería algo lo dijese claramente. No fui capaz de hacerlo, así que perdí la oportunidad de cultivar aquella relación.

Era característico de mi personalidad adolescente: incapaz de enfrentarme cara a cara a las cuestiones que me importaban. Siempre subterfugios, porque nos veíamos con cierta frecuencia; Romina BUSCA estudiaba en Kagan y yo formaba parte de aquella pandilla, aunque viviera en Samarcanda. ¿No habría resultado más sencillo hablar con Romina BUSCA que enviarle una postal? Seguramente sí, pero no para mí. Parapetado siempre tras el anonimato de las letras.

Yo estaba enamorado de su pelo ensortijado, sus ojos vivarachos y su cara marcada por el acné. Adoraba sus movimientos de caderas y un humor que me trasladaba a la gloria, donde quiera que ésta estuviese. El Universo entero flotaba en un abismo de Eau de Rochas: fascinante, sugerente. El mundo era otro desde su piel.

Como un subgrupo dentro de la pandilla saharaui de entonces, salíamos Romina BUSCA, Paqui SOTA, Rai ÁGIL y yo. Con el asunto de ir dos parejas parecía un disimulo, pero Rai ÁGIL estaba por Paqui SOTA y yo por Romina BUSCA, era evidente para todos.

Compartir asiento en el cine al lado de Romina BUSCA para mí era una auténtica tortura. Me daba igual la película, fuera cual fuera. Durante todo el tiempo que duraba, me debatía en el conflicto interno de coger su mano, echar el brazo por detrás de su espalda o declararle mi amor en cualquier momento. Pero la película terminaba y yo nunca hacía ninguna de las cosas planificadas. Dejaba que la oportunidad se me desvaneciera ¡como si hubiera sido fácil conseguirla!

El universo inmenso, el encuentro de dos personas: desperdiciar el momento me torturaba, porque se esfumaba un instante que el Destino me había reservado y yo no sabía aprovechar.

Si no era el cine, también más de lo mismo en otros ambientes. Jugando una partida, mis cartas no eran naipes sino misivas de amor disfrazadas. Cargadas de un silencio que a mí se me presentaba sepulcral por muy divertida que fuese la velada. En el Aries, en el Gironde… todas mis oportunidades se fueron como el agua. Disfrutar la compañía de Romina BUSCA para mí resultaba una dulce tortura. En términos de ebanistería, era como cortar contra la veta.

Romina BUSCA era una chica guapa[1], bien formada y algo exuberante. Para mis ojos bobalicones representaba la belleza en estado tan puro como inaccesible. Romina BUSCA bromeaba con Paqui SOTA sobre mis pretensiones, pero no con afán ridiculizador sino arengándome a dar ese paso para el que siempre me faltó arrojo. En mi camiseta ponía Cimarrón. Romina BUSCA miraba traviesa el pezoncillo que se adivinaba tras la tela y le decía a Paqui SOTA, cómplicemente: “Sí, marrón”.

Paseos nocturnos por el parque de Kagan que resultaban para mí desesperantes de impotencia: deseando la lluvia, que nos obligara a refugiarnos en los bares para sentir así su aliento cercano… Era el límite de mi paraíso: el que yo me ponía. Seguramente Romina BUSCA deseaba más[2] para indagar en el interior de los corazones.

Bueno, ya he dicho que era una devota de Silvio Rodríguez con todo lo que eso significa. Lo único que llegué a depositar en el cofre de sus tesoros fue una cinta de Spandau Ballet: True. Una buena ironía del destino para alguien que como yo no se atrevió a decirle la verdad ni siquiera en las excursiones campestres. Entrañables y familiares, disfrutando los cuatro de aquella atmósfera incomparable.

Como un elemento químico, Romina BUSCA se quedó flotando en el espacio, perdida entre valencias… en algún mundo posible de mi imaginación, las excursiones eran costumbre para nosotros cuatro. Pero después de casados. Como un ritual de felicidad que repetiríamos para evocar la Prehistoria de nuestras vidas. Entre risas, con el eco de mil besos… por allí estará esperándome un Destino al que no he acudido.

En el imaginario de Valentín Padre, Romina BUSCA y yo seríamos pareja de por vida, cerrando así un círculo que se abría muchos años atrás: con la amistad juvenil que le había unido en su día al padre de ella. Prolongada así en nuestra generación.

Pero algo falló. Fallé yo. Falté a la cita histórica que se me tenía asignada en aquel mundo posible, que pasó así a convertirse en imposible. O puede que no. Quizá me quedé a vivir en aquella línea temporal que ahora está incomunicada conmigo[3], dentro de la posibilidad de una línea temporal que continuaba. Puede que forme parte de un universo alternativo que sigue sus propios derroteros. Pero igual que Romina BUSCA, se encuentra alejada años-luz de mi verdadera vida.



[1] Demasiado para emparejarse conmigo, pensaba yo.

[2] Algo que yo, torpe de mí, no sabía darle.

[3] Multiplicando mi existencia…

 

 

Sonido

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