Javi

Bar

 

Samarcanda

´77

´92

 631

             

 

INTRODUCCIÓN

Durante una larga temporada el Javi fue lo que podría decirse mi segunda casa. Con toda la carga irónica que pueda tener semejante afirmación. A pesar de llevar ahí toda la vida, para mí había pasado desapercibido hasta que me llegó la adolescencia. Con ella… esa infinidad de descubrimientos que modifican lo cotidiano hasta convertirlo en otra cosa.

Mi vida, a partir de los 15 años, se iba transformando. Esto incluía ver las cosas de siempre bajo otra perspectiva. La aventura del descubrimiento de lo que realmente es la vida… Es la misma que siempre ha estado camuflada. Poco a poco va apareciendo como la cáscara social que realmente es.

 

CONTEXTO

El Javi poco a poco empezó a ser algo más que el local de la esquina, bajo mi casa. Adquirió una dimensión hasta entonces desconocida. Podría decirse que era el cuartel general de los chavales de mi calle. Esto por supuesto incluía a los dos hijos del dueño, Satur MOPA y Jesús MOPA. Así que entre los 16 y los 20 años fui un asiduo del Javi. Pero más que por ser un bar, porque se trataba de un refugio. Que estuviera abierto desde las 8 de la mañana hasta las 12 de la noche lo convertía para mí en un clavo ardiendo. Una vía de escape sin tener que salir de casa. Algo así como una extensión de mi domicilio a la altura de la calle.

El ambiente del Javi no era precisamente acogedor. Solía estar repleto de machos adultos del barrio jugando la partida a la tarde. Huyendo de sus hogares entre humos y copas: irrespirable. Por la mañana la cosa era diferente, currantes tomando cafés rápidos y alguna copa cirrótica. A última hora de la mañana, justo antes de comer: los vermuts, las cañas y los vinos. Lo mismo a la noche, previo a la cena. Repitiendo un ritual que a mí entonces me parecía ya de lo más aburrido.

Los fines de semana era igual, pero con la gente vestida de gala. Al estar muy cerca de la zona de Van Damme y tener muy buenas tapas[1] había bastante público que incluía al Javi en su itinerario… Esto garantizaba concurrencia y por ende funcionamiento y continuidad del negocio.

Como vivían sólo cruzando la calle, en la otra esquina, aquello para la familia nuclear del bar Javi resultaba coser y cantar. De rebote también para mí, porque en el mismo lote tenía: amigos, vecinos y bar. Además de todo esto estaba como añadido el poder adquisitivo de aquellos dos chavales, garantizado por el asunto del siseo… que tan bien aprendido y practicado tenían.

Cuando yo me quería evadir de la burbuja de mi casa[2] bajaba al Javi. Si además coincidía con uno de los ratos de esparcimiento de Satur MOPA, aquéllos en los que tenía permiso para abandonar momentáneamente aquella esclavitud familiar… nos íbamos hasta Las Vegas 100 (a la vuelta de la esquina) a evadirnos, gastando el excedente que él hubiera sisado hasta ese momento.

Por todo esto, aparte de los demás centros neurálgicos de la pandilla[3] el Javi era para nosotros un lugar de referencia. Siempre había alguien de guardia en él… o le trasladaban algún mensaje a quien fuera. Téngase en cuenta que Internet y los teléfonos móviles aún no existían.

 

CELEDONIO

El Javi incluía también un aprendizaje humano: el de Celedonio Ponmeuncafé. Un habitante extemporáneo que hacía su aparición por el bar en ocasiones. Era algo así como un alma pura vagando entre las tinieblas de un mundo sin misericordia.

 

LAS DE SHEROBOD

En otra ocasión el Javi albergó una charla mucho más amigable… Se trataba de unas chicas de Sherobod que solían ir en verano a Samarcanda a casa de sus tíos o sus abuelos (no sé concretamente qué parentesco les unía). El piso estaba justo debajo del de Satur MOPA y desde mi casa algunas veces yo podía ejercer de voyeur[4] deleitándome con impotencia en paisajes tan sugerentes como vedados.

Uno de los días el propio Satur MOPA organizó un encuentro en su bar, para que yo pudiera charlar tranquilamente con la chica que me gustaba. Eso sí, en compañía de su hermana pequeña, la criada que viajaba con ellas… Un pequeño cónclave, una conversación interesante. Pero que terminó con la magia: imaginar resultaba mucho más interesante que conocernos (fue mutuo). Así que aquella entrevista: a pesar de ser la primera vez que hablábamos… fue también la última.

 

ENCRUCIJADA

Infinitas anécdotas que se fueron arracimando alrededor de aquel cuartel general que era el Javi… Un punto de referencia, un Norte al que acudir en infinitos momentos que van constituyendo el aprendizaje de un adolescente.

El hecho de que el Javi tuviera durante más de veinte años las mismas coordenadas geográficas que mi domicilio… fue algo que, más allá de lo esotérico o las hipótesis antropológicas, de alguna manera imprimió mi carácter, troquelándolo en cierta medida. En ocasiones por ser obligada referencia. Otras veces, por oposición.

Aquel microcosmos era mi mundo. Y traía hasta mi alcance de conocimiento incipiente los innumerables arquetipos que anidan en la vida cotidiana de cualquier intrahistoria. De forma indirecta pero inevitable. Me ponía en la tesitura, la disyuntiva de seguir formando parte de él[5] o bien alejarme por alguno de los infinitos caminos que se abrían fuera de allí.

Para Satur MOPA era diferente. Él heredaba el bar Javi y en el lote la obligación de seguir regando aquellas raíces. Pero para mí la disyuntiva exclusiva que se me planteaba dejaba al descubierto mi talante. En función de éste evolucionaría mi futuro.

Poco a poco los derroteros y las circunstancias de mi vida fueron decantándose hacia otros horizontes… Cada vez se iban espaciando más mis visitas al Javi. Unos años más tarde mis padres cambiaron de domicilio y el Javi pasó definitivamente a formar parte del recuerdo.

De vez en cuando coincidíamos Satur MOPA o Jesús MOPA y yo… Nos poníamos al corriente de novedades vitales. Allá por los ’90, cuando hacían furor ese tipo de establecimientos… abrieron un vídeo-club y con eso ampliaron horizontes. Pero el Javi seguía siendo la referencia, un hito en mi adolescencia…

 

CAMBIO DE CUENTO

Allí mismo, en el barrio: un día Marilyn Hermana se encontró con Jesús MOPA, allá por el ’93. El diálogo fue más o menos como sigue: “–¿Qué tal Ernesto?” “–Bien, ahora tiene novia…” “–¡Cómo ha cambiado el cuento, joer!” Cuando Marilyn Hermana me lo contó, pensé: “No es que haya cambiado, es que es otro cuento…” Quizá demasiado complicado para hacerme entender. A pesar de que eran principios de los ’90 y mi situación todavía iba a cambiar de mil maneras…

 

APRENDIZAJE

El Javi, a pesar de sus reformas, al menos un par… se mantuvo intacto en mi memoria. Inalterable: billar, máquinas de bolas, jetas y todas sus tapas. Inacabables tardes de verano… si yo no ponía remedio a aquella especie de predestinación, mi vida acabaría abocada a esa forma de vida. Este aprendizaje era imprescindible en mi formación como persona. Los años me lo han aclarado.

 

MORALEJA

Precisamente ejemplos como el de Celedonio Ponmeuncafé eran lo justo para que yo aprendiera aquel otro riesgo. El de ir hacia el extremo opuesto. La tentación de sumergirse en el intelecto y dejar atrás el mundo real, perdiendo el Norte.

Uno de los motivos por los que (de forma más o menos consciente) he intentado no abandonar jamás el mundo real… por muy feo que éste sea. Aprender a convivir con él sin negarlo, aceptar su inevitabilidad, sobrevivirlo. Olvidar cualquier posible burbuja que me alejara de la realidad, que me desterrase del solipsismo en cualquiera de sus versiones, por muy tentadoras y elitistas que éstas fueran. En definitiva, el Javi era el mundo real. No como maldición ni como asidero, sino la referencia necesaria para tener claro el objetivo… Que no era ni mucho menos el Javi mismo.

 




[1] La señora Marta, matriarca del Javi, hacía auténticas virguerías culinarias.

[2] En ocasiones irrespirable, cuando no asfixiante.

[3] La ofi y las casas respectivas… además de la calle, tan trabajada y propicia.

[4] A veces con gran éxito de carnes: capturadas en la retina entre sugerentes persianas.

[5] Como una pieza más que continuase con aquel panorama hereditario, aquel engranaje.

 

 

Sonido

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