Luciano di

 BOSQUE

 

 Italia

 ´97

 470

 
             

 

La amistad de Luciano di BOSQUE con Felipe Anfetas había nacido durante las correrías de éste por Italia… con el tiempo devino mutuas invitaciones para visitarse más adelante, lo que derivó en una excursión que Luciano di BOSQUE hizo a Samarcanda. Fue cuando yo le conocí. Era el año ’97, así que en cuanto llegó le hicimos partícipe de La Tapadera, con todas sus consecuencias. A pesar de estar de paso, Luciano di BOSQUE enseguida se integró en el asunto. Compartíamos una interpretación de la realidad, una visión del mundo si se quiere decir así.

Por eso la mayor parte de las veces no hacían falta palabras, aunque hablábamos con frecuencia y resultaba divertido e interesante intercambiar puntos de vista. Pero ante todo charlar con Luciano di BOSQUE era algo como compartir un universo y disfrutar de los pequeños placeres que nos reservaba. La risa, la complicidad, la alegría como desquite hacia una realidad casi siempre fea.

Aunque no estuvo muchos días por Samarcanda, para mí resultó una grata experiencia compartir algunos momentos con Luciano di BOSQUE… a pesar de que en el mejor de todos sólo estuve de pasada.

Fue que allí mismo, en La Tapadera, organizaron una fondue de chocolate, como fiesta de despedida para Luciano di BOSQUE. Además de él, asistieron Cristian BARRA, Felipe Anfetas, y Valentín Hermano… Puede que también hubiera más gente (Marisa BARRA, Ignacia AVIÓN y Sonia ANGINA) pero no lo recuerdo a ciencia cierta.

Aquel día pasé raudo por La Tapadera, que olía a chocolate, pero tuve que ausentarme de aquella irrepetible velada. El motivo era que tenía trabajo… mi trabajo-guadiana, que me reclamaba sin falta una vez cada dos meses: los recibos de Agustín J. MEMO. Tarea que precisaba una concentración mínima… pero la suficiente para hacerla incompatible con una noche sin dormir, un pedo o una resaca… Por eso decliné la invitación de aquella fiesta doméstica.

Pasó a la Historia, porque disfrutaron como enanos. En el imaginario colectivo el cuadro visual de aquella noche se encuentra inmortalizado entre los momentos antológicos de La Tapadera. Procedieron a remover la fondue de chocolate con huesos auténticos de monje dominico… Por alguna casualidad habían llegado hasta las manos de la pandilla. En aquella ocasión rendían culto al chocolate[1]. La idea de remover con semejante instrumental sin duda procedió de Valentín Hermano. Sólo la manera de contarlo delataba ya su autoría, narrando cómo tras el movimiento del manjar chupaban los huesos con una fruición semicaníbal… propia de iconoclastas enajenados.

Como aguafuerte goyesca aquello no habría tenido precio. En fin, tuve que conformarme con las narraciones del día siguiente, a las que asistí como mero oyente… Aquella ausencia obligada por cuestiones laborales sin duda me privó de conocer un poco más a Luciano di BOSQUE. Ante todo, porque compartir aquella variante civilizada de aquelarre habría supuesto intercambiar visiones cosmológicas de la realidad, sin lugar a dudas… Toda una lección siempre ampliable… tanto como necesaria en la formación de cualquier ser humano que se tenga por tal. Pretender aprendizajes de una vida que a menudo, con cualquier excusa, nos los hurta impunemente.

Al día siguiente de aquello Luciano di BOSQUE se marchó a Italia, aunque quedamos emplazados todos los allí presentes para algún futuro encuentro. Tan abstracto como incierto. Volveríamos a vernos, eso seguro. Aunque no supiéramos cuándo ni dónde… así, en el aire, quedó la cosa.

Poco tiempo después. Un día cualquiera, un mal día… una llamada telefónica para Felipe Anfetas que fue un jarro de agua fría: Luciano di BOSQUE había muerto en un accidente de tráfico.

Un choque con la furgoneta en la que viajaba. Era técnico de sonido y circulaba con frecuencia… sin duda se había tratado de una encerrona de la carretera.

La llamada era de Brenda VAYA, la hermana de Felipe Anfetas. Además decía venir rauda desde Tashkent hasta Samarcanda para consolarle, acompañarle… Esto me hizo sospechar algo más grave, aunque por suerte no acerté.

Al poco rato llegaron Brenda VAYA y Eugenio Ref. Brenda VAYA, su impresentable marido. Allí mismo, en nuestro domicilio compartido de Conde Drácula… en la misma casa en la que hacía escasos meses había dormido Luciano di BOSQUE… improvisamos una cena como despedida al amigo que ya jamás volveríamos a ver[2].

La noche fue tan desmesurada como excepcional[3]. Resultó una explosión de rabia… por la impotencia que nos generaba aquella situación tan injusta. Bebimos como cosacos, pero el mundo se nos quedaba pequeño…

Decidimos ampliarlo improvisando una pequeña reforma en casa. Valentín Hermano se acercó hasta La Tapadera para buscar las herramientas necesarias. Un mazo capaz de acabar con tabiques aplicándole fuerza muscular… sería el aliado para llevar a cabo el proyecto.

Según contaron los expedicionarios, de camino el mazo se estrelló (por su propia iniciativa) contra el cristal de un coche negro por allí aparcado. La matrícula casualmente coincidía con las iniciales de un partido político… ¿Acaso fue aquello un guiño de Luciano di BOSQUE, que casualmente se encontraba haciendo un trabajo universitario sobre un sindicato vinculado a dicho partido? Probablemente, porque la cosmología es tan caprichosa como simbólica.

En cuanto llegaron las herramientas nos pusimos manos a la obra… aunque bien pronto tuvimos que interrumpir la demolición del tabique del salón (nuestro objetivo). Algún vecino –con razón– había llamado a la policía, porque con nuestra tarea impedíamos el descanso ajeno.

Un agente se presentó en la puerta y desde el uniforme preguntó: “¿Tienen ustedes permiso de obras?” –el agente se dirigía con diplomacia a Felipe Anfetas, que era quien le había abierto. Antes de que éste pudiera contestarle, se oyó mi voz desde el fondo, gritando como un poseído o un energúmeno: “¡Esto no es una obra! Es un hecho puntual…”

Pero Felipe Anfetas, más calmado, le explicó al agente: “–Perdona, ¿cómo te llamas? Paco… vale, mira. Yo soy de Jizzakh, como tú. Resulta que hoy un amigo nuestro se ha matado en un accidente y estamos muy afectados, perdonadnos… Ya paramos, de verdad, podéis iros tranquilos… Gracias”.

Así terminó aquel asunto… Nos apaciguamos y terminamos el día, aunque no la noche. Me fui a dormir, mientras en la habitación de al lado Brenda VAYA y su impresentable marido Eugenio Ref. Brenda VAYA aquella noche concibieron a uno de sus hijos… ¿podrá ser la reencarnación de Luciano di BOSQUE, el hombre que siempre brindaba por la muerte súbita?

A veces la vida tiene esos guiños ¡quién sabe! Pero lo indiscutible era algo más contrastable, ya lo decía yo entonces. Si aquel hijo no era mío… se debía a un milagro. Sólo por un tabique de distancia.




[1] Estando Cristian BARRA metido en el ajo, seguramente también a la marihuana.

[2] Al menos en esta vida.

[3] Para más detalles del evento, véase 132

 

 

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