Cristian

BARRA

 

Samarcanda

´96

´99

263

             

 

Sin lugar a dudas Cristian BARRA era un tipo excepcional, aunque decirlo signifique ante todo colgarle una etiqueta maldita para los tiempos que corren. Por lo que tiene de incomprendida una personalidad como la suya… de naturaleza misántropa, pero con criterio para distinguir quiénes superan el umbral que delimita a las personas con verdadera importancia.

Una intuición no científica ni formalizada permitía a Cristian BARRA elegir a tod@s aquell@s de quienes se rodeaba… Su trabajo sin duda le servía como herramienta con la que ejercitarla, pues le proporcionaba constantes ejercicios con los que poner a prueba su detector de imbéciles y su paciencia.

Cristian BARRA era camarero, lo que convertía aquellos ejercicios más en una maldición que en una forma de divertirse con la Antropología: estaba condenado a encerrarse cada día tras la barra en El antro de Judas, un bar de rancio abolengo[1].

La excepcionalidad de Cristian BARRA residía en su forma de pensar: lejos de adocenados y prefijados esquemas (los mayoritarios)… era un ejemplo diáfano de que pensar es algo personal e intransferible. A lo más que llega el pensamiento de alguien es a adquirir maleabilidad suficiente para poder ser traducido a un lenguaje común: una formulación que le permita ser intercambiado por otros en un mundo de ideas en oferta y demanda.

Así como a otra gente esto le resulta fácil por no tener un contenido especial de pensamiento que traducir… así como a la mayoría las ideas se le pierden durante la traducción, quedando por el camino al carecer de entidad… en el caso de Cristian BARRA las ideas salían a flote y conseguían sobrevivir a pesar del esfuerzo que para él significaba aquello: hacerle comprender a la Humanidad que le rodeaba cuáles eran las ideas contenidas en su mente.

Imagino la inicial desesperación que le provocaría durante su infancia semejante situación… con el paso de los años acabaría por convertirse en normalidad. Cristian BARRA la revistió con una pátina de calma que a buen seguro no era más que la aceptación de una evidencia. Tan trágica como inevitable: la Humanidad se encuentra plagada, repleta de seres insulsos que no merecen la pena. Hay que convivir con ellos a la fuerza… y lo mejor es no dejarse afectar por eso.

Creo recordar que durante su época estudiantil había sido alumno de la Facultad de Filología en alguna de sus especialidades… probablemente la inglesa. Pero dicha formación, al igual que en infinidad de casos conocidos… no le había permitido llegar a rentabilizar económicamente su caudal intelectual. Cristian BARRA poseía una capacidad de organizar y estructurar la mente que ya quisieran para sí la mayoría de los humanos… De ahí que –por ejemplo– me ayudara a planificar, sin mayores esfuerzos por su parte, los calendarios de encuestas para la Evaluación del Profesorado[2]: algo que a mí, por mi naturaleza caótica, me resultaba toda una tortura… si no imposibilidad.

Esa misma característica de su personalidad… Cristian BARRA también la aplicaba a sus experimentos artísticos, porque los practicaba. Tanto en lo referente a la literatura como en lo que toca a la fotografía, era capaz de verter de manera coherente semejante perfil. Imagino que también lo utilizaba sobre todo para su trabajo: además de ser camarero, en El antro de Judas también se encargaba de todo lo relacionado con el material necesario (fungible o no). Sobre todo bebidas, pero también el propio de la infraestructura del establecimiento… con lo que esto significa de coordinación con los repartidores y estar pendiente de todo lo que fuera haciendo falta.

Su clientela se dividía principalmente en dos grupos casi irreconciliables, al menos sin contacto entre ellos: de un lado, los clientes… que como ya he dicho, casi nunca eran sus amigos. De otro lado, los amigos[3]… que iban/íbamos desfilando por El antro de Judas con la única finalidad de ver a Cristian BARRA y charlar con él.

Afortunadamente yo estaba en este segundo grupo, con lo que mis visitas a El antro de Judas eran agradables… una forma de practicar la amistad entre copas y desenfados aderezados con unas gotas de inteligencia. Los del otro grupo nos miraban con recelo… no era de extrañar, teniendo en cuenta el buen ambiente que generaban nuestras conversaciones. Algo alejado de lo que acostumbraba a practicar Cristian BARRA con el grupo de clientes: muchas veces les servía sin intercambiar con ellos ni una palabra. Después me lo contaba, preguntándose retóricamente: “¿Pero qué se piensan? ¿Que yo estoy ahí para hablar con ellos? No, yo estoy para servirles y cobrarles, nada más… la diversión que se la traigan desde fuera, si quieren…” La argumentación era incontestable, sin duda… además de comunicar de rebote lo infernal de su estancia laboral en El antro de Judas.

Quizás un poco por todo eso se embarcó en la empresa suicida llamada Idiota. Al presentarle la oportunidad, inmediatamente pasó a ser un tema común para todos los que estábamos implicados en un proyecto hasta entonces “sólo” doble: compartíamos piso en Conde Drácula, pero además… de una forma más o menos participativa estábamos compartiendo también las vicisitudes de La Tapadera.

De repente se puso sobre la mesa un tercer elemento: el Idiota. Sin duda era jugársela al “todo o nada”… y acordamos jugar. Concretamente Cristian BARRA se encargaría de la misma tarea que estaba realizando en El antro de Judas: sin duda la experiencia le permitiría compaginar ambas cosas. Así estuvimos durante unos meses, embarcados en aquella aventura… que era un añadido a todo lo que ya teníamos previamente. Esto convertía la tarea en múltiple y titánica: Cristian BARRA además lidiaba con Mina Ref. Tadeo Esquizofrenia[4], lo que convertía su trabajo en impagable.

Todo esto vino a ajusticiar la relación idílica que Cristian BARRA mantenía con La Tapadera… hasta entonces había consistido sobre todo en hacer paellas con marihuana, algún mercado medieval y grabados o fotografías.

La etapa bucólica y bohemia tuvo su punto final con el cierre del Idiota en primer lugar… y poco más tarde con el cierre de La Tapadera. Fue como una explosión… de ella Cristian BARRA salió disparado: la onda expansiva le llevó hasta Inglaterra. Allí se casó, tuvo descendencia y montó una bodega… la enología para Cristian BARRA siempre había sido una tendencia irrefrenable, casi una filia.



[1] Con lo que eso significa en la cutre Samarcanda de rentistas, especuladores y/o adoradores de los pellejos, la naftalina y otros vellocinos de oro.

[2] Uno de mis trabajos de los años ’98 y ’99.

[3] Se disfrazaban de clientes, pues pagaban religiosamente sus consumiciones.

[4] La hermana de Tadeo Esquizofrenia, que era quien se encargaba de todos los asuntos relacionados con el alquiler.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta