Brenda

VAYA

 

Jizzakh

´85

´98

208

             

 

Yo no sabía lo que buscaba… y Brenda VAYA iba por ahí dando tumbos, colina abajo en una realidad incomprensible para ella. Buscando a alguien que no era yo.

Coincidimos levemente en el mundo de la materia, como las colas de dos cometas que coinciden por accidente, ajenas por completo a sus cabezas incandescentes.

Hubo casualidades, afinidades y desencuentros. Hubo miles de momentos siempre iguales para la realidad objetiva, siempre diferentes para dos cerebros en fuga que nada querían saber de pasaportes.

Para acercarse levemente a la personalidad de Brenda VAYA, aquí va este muestrario de humor. Son sus dos chistes favoritos:

1) Dos aceitunas están esquiando. Una se cae: la otra, interesada por su salud, queda a la espera… –Creo que me he roto el hueso –dice la primera.

2) Los tomates por la carretera, en fila india… El que va delante oye una advertencia ininteligible que proviene del último: –¡¡¡Un cochofffff…!!! Sin girarse, pregunta: –¿Qué? … Chofffff

Naïf y provocadora, insinuante. Para mí Brenda VAYA era el borde del abismo o el abismo mismo… Un misterio salvaje, cercano a la lujuria y la interpretación de los sueños. Un territorio inalcanzable y oscuro, apetecible por ser ajeno…

Brenda VAYAejercía sobre mí un influjo animalesco de consecuencias racionales, que arrasaba así el contenido de mi cerebro… dejando un desierto sólo comparable al vacío postcoital.

Destellos incontrolables con un significado profundo que escapa a las cronologías: así, impresionista-puntillista, sin argumento, será mi narración.

’87 – La sala de alumnos, inmensa antes de que la dividieran en despachos estancos… donde hacíamos vida social en la Facultad de Filosofía. Era un hervidero de relaciones humanas. Una tarde, entre café y charlas para arreglar el mundo, le regalé a Brenda VAYAun paquetito con mis uñas recién cortadas, como quien hace una declaración de principios en la aduana del sentimiento. ¿Algo que declararse? El silencio irreverente, invitador, desafiante: un guante nunca recogido por nadie, un guante que quedó para siempre suspendido en el aire. Por aquel entonces, Brenda VAYAera novia de Eugenio LEJÍA. Poco después, durante los encierros que tuvieron lugar durante las movilizaciones del ’87 en la Facultad, les sorprendieron una noche: follando en un aula. Ellos en plena jungla, yo sin uñas.

’88 – Fue casi amanecer, en el portal de la calle donde vivíaBrenda VAYA: mi dedo ansioso la penetró torpemente, entre sus gemidos… más elevados de lo correcto. Yo llevaba un pantalón gris, Brenda VAYAme conducía por una senda misteriosa… pero después, ya en su casa: preferí dormir por miedo a lo desconocido. Elegí esperar a que en Brenda VAYAse instalara la conciencia y me viera tal como era. Así no tuve que enfrentarme al mundo real: ése en el que los seres humanos hacen el amor.

Y todo por

follarte con el dedo

en el portal

de la calle de los muertos…

’88 – Una vez paseamos de la mano, orgullosos como novios al sol de la tarde. Paseábamos aquel amor extraño, inclasificable y seductor que nos utilizaba como títeres. Fue el mismo día que Brenda VAYAle quitó la R al libro de Cortázar[1], convirtiendo el rompecabezas en arquetipo amoroso. Nos recuerdo perfectamente, bajando aquella cuesta: paseando nuestro amor por la calle al sol, aunque fuera un error. Años después Brenda VAYAvino en sueños a decirme que está locamente enamorada. Me pregunto si aún conserva aquel libro. Como si alguna vez hubiéramos tenido[2] los derechos de copia del amor absoluto…

’88 – Madrugada. En la puerta trasera de Correos experimentamos la turgencia de sus senos al contacto de mis manos. La dureza de un miembro recostado contra una boca vertical, con ropa como frontera. En aquella misma encrucijada donde después robamos unos periódicos que más tarde regalamos en el Esquizofrenia, quitando con gracia los nombres de sus suscriptores.

’89 – Sobre el suelo de su habitación, tras un conato de pelea lúdica al estilo de los revolcones que ensayan los cachorros de león. Propedéutica de futuro, de la caza cruel y despiadada. Poco a poco fuimos jugando con el fuego de nuestras manos, encendiendo todos los miembros… jugábamos a pelearnos sólo por la curiosidad de ver qué pasaba: me ganó. Acabé en la postura clásica del vencido: tumbado, boca arriba y con Brenda VAYA sobre mí a horcajadas, inmovilizándome con besos violentos, incitantes, apetecibles… prometedores de un después que jamás llegó a llegar.

Nos levantamos y nos fuimos, sin saber por qué… como tampoco sabíamos por qué había empezado todo. Aquella batalla nos hizo degustarnos en el camino, entre aguas. Revolcarnos en una pelea morbosa en la que Brenda VAYA venció pero no se atrevió a violarme. Tras un portal negro y transparente semejante al de mi casa: sólo violencia física, de esa que pone cachondo y promete más. Gozar y hacer gozar con el dolor.

’91 – Brenda VAYAse marchó a Tashkent, para dar clases de Filosofía en un colegio de monjas (valga el hipérbaton). Alguna vez desde la distancia la ayudé a preparar los exámenes. Un ejemplo: la ocasión en que le sugerí una pregunta para el alumnado. Jamás llegué a saber si mi osadía fue inferior a la suya o le pudo una responsabilidad que a buen seguro habrá afectado negativamente su cerebro. La pregunta era una mina, un potosí para cualquier examen de filosofía que se precie: “Diferencias y semejanzas entre el superhombre nietzscheano y Jesús Gil y Gil”.

La frontera entre valentía y osadía está clara y deliberadamente desdibujada. Abre tal abanico de posibilidades para el destello… que significa frotarse las manos hasta hacer fuego.

’91 – De copas en Sirdaryo Seco Moco y yo. Entre vapores etílicos me comunican que ha muerto Bego Sirdaryo ¡a saber si fue cierto! En todo caso mi reacción fue buscar telefónicamente a Brenda VAYA para llorarle mi frustración: un aparato verde que no funcionaba finalmente se negó a nuestra comunicación… sustituida por una anotación en mi libreta de bolsillo, de tapa también verde: un mensaje en una botella entre aquel océano de soledades, que decía:

“BRENDITA: KE SE TE MUERA

UN AMOR PLATÓNICO ES SÍNTOMA

DE VEJEZ. ¿PARA KUÁNDO LA REBOLUZIÓN?”

’92 – No fue sorprendente la boda de Brenda VAYA, como tampoco lo fue conocer a su impresentable marido: Eugenio Ref. Brenda VAYA era un calvo precoz que gustaba de llamarse economista sólo por tener un titulillo. Se definía como irlandesófilo y era el mejor del mundo. Uno de esos personajes con mirada traicionera, capaces de ingeniar cualquier tejemaneje para salirse con la suya. Un listillo. Con el paso de los años, Brenda VAYAy el tal Eugenio Ref. Brenda VAYA consiguieron hacer tres patitos. Éstos por fortuna heredaron la inteligencia de la madre. Durante una de sus visitas a Samarcanda[3], se quedaron a dormir en mi casa… que era la de Felipe Anfetas, hermano de Brenda VAYA. Mi compañero de piso y fatigas… ellos dos, sus invitados. Así experimenté esa impotencia que conlleva querer follar con quien está en la habitación de al lado. Mil veces más real que la de cualquier amor platónico.

’93 – Un regalo simbólico: pegatina de una radio argentina, con un dibujo de Gardel. Aquel regalo de Brenda VAYAiluminó una temporada el cristal del Mercedes que tuvo Valentín Hermano. Después todo a la chatarra: más símbolo todavía. Mi cabeza, imaginando otra realidad alternativa, chirriaba entre los dientes: “Estoy con Brenda: estoy sin blanca”.

’98 – Unos años después, el matrimonio de Brenda VAYA y Eugenio Ref. Brenda VAYA saltó por los aires como cualquier explosivo al que se le acerca una excusa. Así fue como Brenda VAYAsupo que el gran economista tenía una cuenta secreta en el banco: sólo a su nombre. Aunque quizá eso fuera la causa de la ruptura y no uno de los efectos colaterales… En todo caso: Eugenio Ref. Brenda VAYA desapareció con la misma falta de gracia con la que había llegado al mundo de Brenda VAYA, dejándole una libertad tan maldita como existencial. Ahora en el currículum de Brenda VAYA se amontonan las pastillas. Lejos de los tiempos en los que[4] Brenda VAYAle decía a Andrés GHANA, durante las clases aburridas de la Facultad de Filosofía:

“DE: Brenda

PARA: Andrés

ASUNTO: Hola”

Así de naïf, capaz de arrancar las carcajadas.

La última vez que vi a Brenda VAYA fue durante el matrimonio de Felipe Anfetas… Entre telarañas de recuerdos y tono lastimero… Brenda VAYA recordaba viejos tiempos, como invitándome a una fiesta que sólo estaba en su cabeza. Han pasado muchos siglos-luz… que no sólo son tiempo, también distancia.



[1] 62, modelo para a(r)mar.

[2] Absolutos sobre la faz de la Historia.

[3] Con motivo de la muerte de Luciano di BOSQUE. Véase 132

[4] Usando carpetas de su madre, funcionaria de Jizzakh.

 

 

Sonido

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