Jesús Manuel

LAGO

 

Denow

´85

´93

395

             

 

Jesús Manuel LAGO, por así decirlo, era la cara amable del egoísmo. Gracias a una persistente y muy perfeccionada técnica, no sólo llegaba a parecer normal. En ocasiones incluso se disfrazaba de altruismo, con esa vieja estrategia del disfraz del enemigo. El trato cotidiano con Jesús Manuel LAGO era agradable y divertido, trascendiendo lo meramente académico hasta convertirse en algo cercano y doméstico. Antes de que pudieras darte cuenta, era de la familia[1].

EL PISO

Éramos una pandilla infinita, casi tan grande como el curso de la Facultad de Filosofía. Unos días unos, otros días otros… paulatinamente forjábamos vínculos y amistad que muchas veces iban más allá de las madrugadas. Nos sorprendía el amanecer allí, en su ático, estudiando y descubriendo. Ante todo la inmensidad de un universo que se nos antojaba tan infinito y cercano como lo estaba el cielo para aquella azotea inolvidable.

Sobre sus irrepetibles baldosas tuvieron lugar innúmeros acontecimientos. Entre ellos destaca Chicas, chicas, chicas, una sesión fotográfica del ’87 a cargo de Nini Resús & Cía., sobre gran cantidad de invitadas. No sé cómo acabaría, porque me fui a media sesión para morrearme en las escaleras con Adriana Bellas Artes

Se trataba de una casa con gran carga energética[2], no sé cómo explicarlo. Atraía a su interior acontecimientos extraordinarios como si fueran algo de lo más natural. Un piso aparentemente normal, semidesvencijado como suelen serlo los de estudiantes. Con la dejadez propia de unos propietarios especuladores.

Concretamente a uno de los dos baños que tenían Jesús Manuel LAGO y sus compañeros de piso, le llamábamos Brumario. Un guiño, una referencia al famoso bar de la época, la notoriedad de cuyos baños llegó a ser épica. Un modelo de la antihigiene: siempre inundados, rotos y pendientes de una buena limpieza.

En una de las habitaciones de aquel piso, una mañana inspirada… recién levantado y aún sobre la cama, escribí directamente a máquina la Nueva versión del mito de Teseo desde un punto de vista estrictamente filosófico. Esto da una idea del espacio como parte de la inspiración. Algo incontestable en cualquier teoría del arte que se precie.

Pero aquel piso era algo más. Un destello suburbano en medio del caos finisecular, con la conciencia clara de un mundo presto a desaparecer. Así hay que interpretar simbólicamente algunos de los hechos que allí tuvieron lugar. Por ejemplo, Jesús Manuel LAGO limpiándose la cara y las manos a las cortinas del salón durante la comida, entre risas propias y ajenas.

O aquella cocina, que si pudiera hablar contaría las tortillas que fueron elaboradas a altas horas de la madrugada… Tras apuestas encaminadas a mantener despierta a la concurrencia. Un grupo de filósofos en su tinta, jugando sin fin o departiendo[3] sobre cuestiones tan eternas como irresolubles. La existencia de Dios entre partidas de Risk, la Filosofía de la Ciencia entre partidas de diccionario[4], Kant a caballo de risas y tabaco.

La habitación de Marcial AMUELA,[5] llena de cine reivindicando el papel del mismo en la Historia de la Filosofía, tal como dijera Feyerabend… También resultaba inagotable, como nuestras energías entre aquellas paredes: eran espejos, multiplicando en su estética cutre las infinitas potencialidades de nuestro pensamiento pretendidamente innovador. Que no se conformaba con la realidad.

Ésta algunas veces se nos resistía. Como el día que Jesús Manuel LAGO olvidó las llaves dentro de casa y estuvimos intentando entrar inútilmente, con mi deneí para forzar la cerradura. Pero era una casa amable y compasiva, sin duda. ¿Cómo, si no, habría consentido los episodios que alguna vez albergó con nuestra complicidad?

Por no sé qué oscuras circunstancias, una noche Macarena Ref. Jesús Rocker consintió en quedarse a dormir conmigo en la cama de Jesús Manuel LAGO. Con la condición de que yo no intentase nada. Así se lo prometí y cumplí, quizá defraudando sus expectativas… ¿por qué, si no, me enseñó las tetas? Pero yo era entonces –y aún hoy– tan inexperto como ingenuo, crédulo.

En aquella misma habitación Jesús Manuel LAGO estuvo durante muchos meses practicando un sexo (equívoco, a buen seguro) tan insulso como su compañera de la época, la infumable Cecilia Derecho: una chica cuya mayor deformidad –aunque no la única– consistía en ser de Chirchiq.

LA NATURALEZA

Así era el carácter de Jesús Manuel LAGO, que nos llevó a compartir infinitos momentos inolvidables de todo tipo. A desarrollar una complicidad en confianza, como si en el mundo no hubiera más que la amistad. Largas veladas domésticas jugando al diccionario, al Risk o las cartas. Juegos de mesa que hacían más confortable el estudio y las sesiones de zumo cerebral.

De hecho aquella cotidianidad tan amable y entretenida acababa haciendo que las cosas resultaran más interesantes de lo que en realidad eran. Casi sin querer dejaban de lado ese lastre de obligación, para venir hasta el conocimiento con los brazos abiertos. En un goce inexplicable.

En todo caso para mí Jesús Manuel LAGO era un refugio. Su comprensión y complicidad conseguía trascender los hechos, a menudo tan peregrinos. Por así decirlo, resultaba una ayuda existencial escuchar su risa despreocupada y jovial; era el hombre “de los calzoncillos de cuello alto y manga larga”, como solíamos decir humorísticamente para referirnos a ésos de cuerpo entero con los que luchar contra el infinito frío maracandés. Con Jesús Manuel LAGO se podía hablar de todo sin problemas… aunque a partir de su relación con Araceli BÍGARO se volviera un poco más huraño.

Quizás por el eterno problema del maromo como guardés, siempre atento a “vigilar la finca”… como solía decirles yo a los emparejados. Una tarea nada fácil en aquellos casos[6] en los que la promiscuidad de ellas ponía en peligro la buena marcha de sus relaciones respectivas y recíprocas. Máxime si alrededor había elementos como yo. Moscones aprovechando ocasión propicia para venir a demostrar que cualquier relación, por muy sólida que parezca, es frágil.

Los ojos azules de Jesús Manuel LAGO eran un oasis para su barba tupida y su ceño oscuro… como asediados por el carácter inhóspito de la tierra de Namangan. Mirarle daba la sensación de que existía la esperanza celeste entre la maleza de un mundo hostil. Para completar esa paz, esa sensación de utopía, algunas veces Jesús Manuel LAGO nos regalaba la atmósfera. La llenaba de canciones de cantautores de su zona… Nos inundaban de convicción militante hacia un futuro diferente. Más allá del desencanto histórico que sólo enseña desesperanza. Por lo tanto Jesús Manuel LAGO contagiaba algo más importante que la victoria. La fe en lo que uno hacía, independientemente de los resultados de lo hecho.

Durante muchas tardes consumimos incontables horas sin darnos cuenta. Dedicados a la Historia de la Ciencia, por ejemplo. Haciéndonos íntimos de todos los autores propios de la asignatura. En otras ocasiones fue la Estética, tan seductora a pesar de convertirse en un ladrillo en las manos de GUSARAPO: al revés que Midas, capaz de transmutar en mierda cuanto tocaba. Como bien acertamos a encontrar título al alimón para uno de los trabajos que Jesús Manuel LAGO tuvo que elaborar para GUSARAPO: “Más allá de la estética, sólo hay monstruos”.

Nuestras conversaciones eran enriquecedoras, inagotables. Pasábamos horas exponiendo en común nuestras ideas: frecuentemente en grupo, con más gente. Así adquiríamos infinidad de conocimientos casi sin darnos cuenta[7], en interesante conversación. Entre inagotables cafés y sesiones que muchas veces acababan en una tortilla de patatas. Compartida en aquella cocina de piso de estudiantes. Hecha y consumida en un abrir y cerrar de ojos.

Mientras tanto seguíamos estudiando, casi sin querer… evitarlo: ventajas de la Filosofía. Lo impregna todo, no es un estudio o una faceta del saber que constituya un compartimento estanco del que se pueda salir fácilmente. Es transversal, hasta el punto de incluir su propia negación, cuestionarse a sí misma. Para un espíritu inquieto[8], esto no sólo resulta un reto. También es fuente inagotable de diversión y conocimientos.

Otros días era la calle: esa inmensa fuente de aprendizajes. Mezclarnos con gente normal y hacer cosas normales resultaba fascinante. Íbamos de un lado a otro de la realidad sin más pretensión que conocerla e interactuar con ella. Para eso valía cualquier actividad. Desde hacer la compra en el supermercado a tomar unos vinos en un bar de barrio, a veces jugando a las máquinas de Petaco en maratonianas sesiones que duraban horas interminables.

SU PARTIDA. MIS VISITAS

Para el ’91 Jesús Manuel LAGO ya había abandonado las tierras maracandesas. Durante el verano del ’92 tuve ocasión de visitarle, quedarme en su casa[9] y compartir ratos inolvidables. Desde hacer un programa de radio hablando de tangos… hasta acompañarle a una boda a la que yo no había sido invitado…

A Jesús Manuel LAGO le gustaba llevar las cosas al límite. Acostumbrado como estaba a ser oriundo de, a vivir en “la linde de la civilización” como le gustaba calificar a su pueblo. Aquel verano vino conmigo Dolores BABÁ. Su presencia propició que Jesús Manuel LAGO se arrogara un papel de superioridad complacida, de camarada por encima. Una noche, al irnos a dormir, con las luces ya apagadas y refiriéndose a Dolores BABÁ, me dijo: “Una gran pseudo[10], viejo Ernesto”. La frase es el resumen de toda una época. Preñada de connotaciones que van más allá de las inflexiones de voz que acompañaron sus palabras.

Esa frase de aprobación daba la impresión de ser pronunciada por un patriarca que debe autorizar las decisiones de sus inferiores. Me colocaba así implícitamente en una situación de inferioridad, al ser enjuiciado por su criterio. Además “viejo” era un acompañamiento cariñoso que siempre había utilizado para propugnar acercamiento. En ese momento por tanto suponía tender un puente de cordialidad. Suponía condescendencia.

Aparte de este comentario de texto, clarificador de posturas y opiniones, baste decir también que durante nuestra estancia en su pueblo aquel ‘92 Jesús Manuel LAGO se portó como un anfitrión impecable. Incluso en el hecho de haber realizado intentos implícitos y fructíferos de acercamiento a Dolores BABÁ… pero no llevándolos a término con una especie de compasión. Esto denotaba de un lado, la renuncia a una posibilidad[11]. De otro, colocarse en una situación de superioridad no ejercida… que de haberlo hecho podría haberme colocado a mí en posición vulnerable y vencida. Se portó como todo un caballero, dejando así doblemente patente su lugar de superioridad absoluta en el evento. Tan indiscutible como intocable.

La última de mis visitas a Jesús Manuel LAGO fue con motivo de un itinerario. Corría el año ’95 y yo me encontraba a la sazón trabajando en Angren, como profesor interino del Instituto Juan Montalvo. Todavía coleaban mis colaboraciones del ’94 con Leandro Francisco CASO en Los cuadernos del Soplagaitas. Ésas que habían empezado al coincidir con él en Kagan. A Leandro Francisco CASO le habían propuesto acudir al encuentro de editores independientes y ediciones alternativas que se celebraba en Andijon. Una invitación que me hizo extensiva y acepté. Junto con Nito y Valentín Hermano, hicimos aquella excursión propia de una road movie.

Regresando del evento, aprovechamos itinerario y calendario propicios. Hicimos noche en el pueblo de Jesús Manuel LAGO con el único propósito de reencontrarnos con él. Al vernos a la puerta de su casa, en la plaza, junto al bar regentado por su familia… me miró fijamente, con los ojos desorbitados y me dijo, jocoso: “¡Chacho! ¿Tienes leucemia o algo?” La pregunta venía al hilo de mi calvicie. Tan llamativa como reciente[12]. Pero Jesús Manuel LAGO era así, capaz de arriesgarse a una metedura de pata histórica siguiendo una intuición que al menos en este caso no le jugó una mala pasada.

Compartimos una noche para el recuerdo, entre cubatas y nostalgias, confesiones y retos a mano alzada. Muchas risas, tantas que aún no se me han acabado tras la despedida[13].

Tras terminar la carrera, Jesús Manuel LAGO había vuelto a su tierra, una comarca llena de barro. Para profundizar en su pasión por el mundo de los cínicos a través del teatro clásico. Para esparcir a su alrededor la infinita fortuna que había ido atesorando durante aquellos años de aprendizaje. Convertido ahora ya en maestro peripatético.

Desde su labor como profesor de Filosofía llegaron hasta mis dominios en el ’98 Sol PULGA y Jacinta Ref. Sol PULGA: habían sido alumnas suyas y en ellas había despertado la pasión por la Filosofía. Con el tiempo también han acabado convirtiéndose en parte de la plantilla docente de Filosofía en Denow.

¡Ironías de la vida! en ocasiones ésta acaba siendo un boomerang caprichoso, cargado de símbolos y de infinitos significados que invitan a ser descifrados… Aunque muchas veces no lleguemos a conseguirlo.

POSOS DEL T(iempo)

Puede que el tiempo consiguiera quitarme a Jesús Manuel LAGO. Hace ya casi 30 años que no tenemos contacto… pero conservo aquellas enseñanzas más allá de algo tan peregrino como las vivencias, la materia o las personas. Conocerle forma parte ya de mi pasado. Por lo tanto haberle conocido forma parte de mí mismo.

Entre mi discografía conservo un CD grabado por él junto a la orquesta con la que entonces colaboraba. Escucharlo me permite viajar en el tiempo, sin más equipaje ni pasaporte: 30 años atrás.

Entre mi epistolario conservo una carta suya del ’91 quejándose dulcemente[14] del carácter de su tierra. Ésa con la que tanto tiene en común.

Entre mis recuerdos más queridos de la carrera conservo un despertar en su casa, tras una noche estudiando en grupo[15]. Está repleto de café y camaradería. Con los conciertos de Brandenburgo de fondo, entre las ventanas iluminadas de aquella juventud… Yendo hacia un examen agridulce… Casi tanto como Barry Lindon, la película favorita de Jesús Manuel LAGO. Algunas mañanas me descubro tarareando su banda sonora.




[1] “Soy dúctil y maleable”, solía decir Jesús Manuel LAGO para mostrar su predisposición positiva hacia cualquier asunto.

[2] Mayormente, erótico-afectiva… o erótico-festiva, como solía decirse entonces jugando con las palabras. Creo que el neologismo era obra de Seco Moco.

[3] ¿Dónde está la diferencia?

[4] El juego consistía en que por turnos, una persona elegía palabra y los demás proponían significados anónimamente. Se votaba la definición que cada uno creía correcta y finalmente se puntuaba. Acertar la buena premiaba a quien elegía… y acertar alguna falsa premiaba a quien la hubiera propuesto.

De entre aquellas veladas inolvidables destaca una tarde llena de risas. La palabra propuesta era pamporcino. Propuse como definición “cerdo salvaje de la pampa”. Eran juegos de ingenio imposibles a día de hoy: iban con el carácter de los ’80, sin Internet.

[5] Otro de los habitantes de aquel piso.

[7] Fermín COLEGA explicando a Kant mediante García Morente, por ejemplo.

[8] Como lo eran al menos entonces los nuestros.

[9] Hospitalariamente abierta, al igual que su corazón.

[10] Pseudo era la abreviatura de pseudonovia: palabra que respondía a la terminología de resistencia a los patrones clásicos, acordada con Dolores BABÁ.

[11] Haber tomado venganza por algunos de mis episodios del pasado con Araceli BÍGARO.

[12] Performance que habíamos hecho en Andijon: pelarme al cero entre poemas.

[13] A pesar de que hasta ahora ha sido la última que hemos compartido.

[14] O alegrándose amargamente.

[15] Al menos estábamos Jesús Manuel LAGO, Araceli BÍGARO y yo.

 

 

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